11 de diciembre de 2011

PROCESO: @EPN Más allá de su incultura

Más allá de su incultura
JESÚS CANTÚ
2011-12-11 03:14:31 · COMENTARIOS DESACTIVADOS
EDICION MEXICO
La ignorancia y la incultura del virtual candidato priista a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, y el clasismo e intolerancia de su hija Paulina ocuparon la atención de los medios de comunicación masiva y de las redes sociales, particularmente Twitter, fundamentalmente por tres razones: primero, la importancia del personaje que cometió el error (como él mismo lo calificó) dado que hoy por hoy encabeza las preferencias electorales de los mexicanos; segundo, porque el error fue muy elemental y, por lo mismo, fue comprensible para todos; y, tercero, y muy relevante, por la popularización de Twitter en México, que de acuerdo a un estudio de Mente Digital, en marzo de este año contaba con más de 4 millones de usuarios.
Éste es en realidad el último de muchos deslices de Peña Nieto, que cada día hacen más evidentes sus limitaciones personales. Uno de los primeros y más memorables, aunque no alcanzó tanta notoriedad pero es igualmente grave, fue el que cometió en marzo de 2009 en una entrevista televisiva con Jorge Ramos, al olvidar el nombre de la enfermedad que causó la muerte de su primera esposa, Mónica Pretelini. Ante la pregunta del conductor de Univisión, el entonces gobernador del Estado de México apenas atinó a señalar: “…fue algo intempestivamente… llevaba dos años de tener una enfermedad parecida a lo que eran los estertores… este… se me fue el nombre de la enfermedad puntual…” “Epilepsia”, le auxilia Ramos. “Epilepsia, pero no era epilepsia propiamente, era algo parecido a la epilepsia”.



La entrevista completa, fragmentos y hasta ediciones de la misma están disponibles en la red y han sido muy visitados por los internautas mexicanos. Tanto que lo obligaron a retomar el tema, en una nueva entrevista con el mismo Ramos, pero ya dos años después (en febrero de este año) y con un guión previamente ensayado que le permitió afirmar: “…Es absurdo pensar, Jorge, que no sepa de qué murió mi esposa. Fue un lapsus por no poderte decir que mi esposa sufría en aquel entonces de ataques de epilepsia, que habían derivado justamente en alguna insuficiencia cardiaca y que eso la había llevado a perder la vida. Pos (sic) cómo no tener claro y conocer esto. Fue un lapsus del que se valieron varios para reeditar lo que tú habías presentado y hacer mofa, prácticamente una caricatura, de lo que habíamos entonces comentado entre tú y yo…”

Previo a la entrevista le entregó al conductor de televisión un informe donde el médico hace constar que “murió de un paro cardiorrespiratorio tras una crisis convulsiva…”

Pero los deslices de Peña Nieto no suceden únicamente ante las preguntas de los periodistas. Incluso en intervenciones programadas el ahora precandidato presidencial único del tricolor evidencia su ignorancia. El jueves 20 de octubre de este año, al hablar ante los concesionarios de radio y televisión, expresó que la reforma electoral de 2007 se convirtió “…prácticamente… [en] una doble tributación: la que realizan pagando impuestos y la que hacen en especie al conceder tiempos para las campañas políticas”.

Peña Nieto mostró su desconocimiento de la ley y la historia, ya que dicha reforma no agregó un solo minuto a las obligaciones de los concesionarios, pues los 48 minutos que tienen que destinar para fines electorales son la suma de los 30 minutos diarios de los tiempos de Estado, establecidos en el artículo 59 de la Ley Federal de Radio y Televisión desde su promulgación el 19 de enero de 1960, y los 18 minutos diarios de tiempos fiscales para los concesionarios de televisión (para los de radio son 35 minutos diarios) establecidos en el decreto que publicó el 10 de octubre de 2002 el entonces presidente Vicente Fox.

Así, en estricto sentido, esos 48 minutos en realidad significan una reducción adicional de 17 minutos diarios en las obligaciones que los concesionarios de radio tienen en el decreto de Fox, que ya significaba una muy importante reducción a los 180 minutos establecidos en el decreto original del 1 de julio de 1969.

Al día siguiente, el viernes 21 de octubre, al participar en el Tercer Foro Regional organizado por la Fundación Luis Donaldo Colosio, del PRI, para tratar de justificar su propuesta de conformar mayorías artificiales en el Congreso, dijo: “Hemos dado una sobrerrepresentación a las minorías que han impedido la construcción de mayorías absolutas y legislativas en la Cámara de Diputados”. Lo cual es totalmente falso, pues el beneficiario de la sobrerrepresentación siempre ha sido el partido con mayor porcentaje de votación, en demérito de los llamados partidos minoritarios.

Particularmente el PRI ha estado sobrerrepresentado en todas las legislaturas, salvo la elegida en 2006, porque en esa ocasión fue la tercera fuerza y precisamente le tocó perder diputados a favor del PAN y la Coalición por el Bien de Todos, que ocuparon los primeros dos lugares.

En 1997, el PRI obtuvo el 39.11% de la votación válida, con lo cual le correspondían, en caso de existir la proporcionalidad pura, 195 diputados (que son exactamente el 39% de los 500 diputados), pero en cambio tuvo 239, es decir, 44 diputados más; en el 2000, 36.89% de los votos, le correspondían 184 diputados y tuvo 208; en 2003, 36.77%, 184 diputados y tuvo 222; en 2006, 28.18%, 141 y tuvo 106, 35 menos (en esa elección el PAN obtuvo 34 diputados de más y la CBT, 5; el PVEM también estuvo sobrerrepresentado por el acuerdo de coalición que firmó con el PRI; mientras el Panal y el PSD también estuvieron subrrepresentados); y en el 2009, 39.55%, 198 diputados y tiene 239.

Los deslices de Peña Nieto se agudizaron a partir de que dejó la gubernatura el pasado 15 de septiembre y, como el recuento evidencia, su ignorancia e incultura son patentes, pero también su incapacidad para afrontar aceptablemente situaciones inesperadas que ni siquiera son complejas, pero sí en ambientes o circunstancias en las que él no tiene el control absoluto.

Esto último es incluso más grave que su ignorancia e incultura, pues una de las responsabilidades fundamentales de un presidente es precisamente resolver problemas complejos, diversos, mutantes y, en muchas ocasiones, inesperados.

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