Guadalupe Lizárraga
El terrorismo más impune es el del Estado. CiudadJuárez cobra de nueva cuenta esta representación en el día de muertos. Larepresión de manifestantes pacíficos que decidieron salir a la calle y honrarla memoria de los diez mil asesinados con brutalidad en esta ciudad a lo largodel sexenio de Felipe Calderón, ha sido otra acción de terror que el Estado mexicanoejerce ahora contra una de las poblaciones más vulneradas por la violencia.
Policías municipales reprimen al activista Gero Fong |
Los manifestantes indignados por el alto índicede asesinatos, un promedio de nueve por día, habían organizado una jornada deconcientización pública con antelación bajo la consigna El luto no basta. Sin embargo, agentes policíacos encabezados porel titular de la corporación, Julián Leyzaola Pérez, y la directora deTránsito, Maris Domínguez, los amenazaron con armas de fuego y cortaroncartucho para insistir que desistieran de manifestarse públicamente. Pese a lasamenazas, los indignados insistieron en seguir su marcha, pegando cruces decalcomanías en los postes de alumbrado eléctrico. Cada cruz, un asesinatoimpune. Cada paso, un grito de dolor por quienes les han expropiado el nombre.Cada muerto, un número convertido en estadística. Solidaridad codo a codo,muerto a muerto. Pero a las “fuerzas del orden”, que gustan de las callesvacías y los ciudadanos resignados, decidieron imponer el silencio a punta deculatazos.
¿Qué hay de nuevo en otra represión más? ¿Quésignifica que la propia policía amenace con armas a los ciudadanos y se reserveel derecho de jalar el gatillo contra ellos? ¿Qué representa una manifestación sometidapor la violencia del Estado en la “ciudad más peligrosa del mundo”? ¿Qué tienede especial la indignación de los manifestantes juarenses como para estallar elodio de los policías y de sus jerarcas?
Intentando liberarse de los policías |
Los manifestantes ya están encarcelados. Unsaldo de 32 detenidos y “consignados”, mujeres, jóvenes, activistas de derechoshumanos, adultos mayores, sometidos con las culatas de las armas y esposados,vejados y humillados. Entre ellos, se encuentran dos periodistas del Diario deJuárez. Pero a los representantes de las “fuerzas del orden” les da lo mismoquién sea, mujer, anciano o periodista, para ellos son revoltosos, sin apellido de influencia, nadie que los ponganerviosos.
“¿Conqué cargos me llevan?” “¿Díganme, con qué cargos?”, cuestiona Gero Fong, reconocidoactivista de derechos humanos, mientras lo sometían para esposarlo. A otramujer, tres policías la obligaron a poner sus manos hacia atrás para esposarlatambién, y la rodaron sobre el suelo hasta someterla. Los municipales de CiudadJuárez no dejaron pasar la oportunidad de “plantarle” marihuana a uno de losdetenidos, una acción muy frecuentada por las policías para incriminar sinmayor investigación que su propia palabra. A otro hombre, ya de edad avanzada,mientras le ponían las esposas se burlaban de él, lo humillaban. Patadas,empujones, ofensas verbales, amenazas de muerte, fueron las herramientas deesta represión para acallar esta manifestación.
Así ha actuado en otras ocasiones la policía deJuárez, con las comunidades indígenas y con la familia Reyes Salazar. Hace unosmeses, fueron los policías de Santa Catarina en Monterrey. Desde hace un par deaños, ciertos policías federales han estado activos en la participación delsecuestro y desaparición de mujeres con denuncias formales ante la Fiscalía deChihuahua. Y antes, los mismos militares que no vacilaron en disparar contrajóvenes y niños, en Tamaulipas y Nuevo León, hoy siguen capturando jóvenes debajos recursos para que se auto-incriminen como cómplices de narcotráfico enChiapas, Guerrero y Chihuahua. Todo es público, los reportes de AmnistíaInternacional y de las organizaciones civiles dan detalle de cada represión.
Son las fuerzas de un Estado fallido, la manodura contra los ciudadanos que intentan salvar la dignidad pública. Porque unsinónimo de resignación antes estas muertes, sería un signo de complicidad. Y ésta es la enorme diferencia entre unciudadano indignado que no se resigna y un oficial de policía que lo acalla agolpes. La complicidad de los policías de a pie con sus superiores es por puray llana conveniencia personal. Servilismo y cobardía son los “valores” que ejercela corrupción de cualquier gobierno al que no le alcanza la inteligencia másque para pensar en sí mismo, sea el presidente municipal, el gobernador delEstado o el presidente de la República. La actitud y la ceguera son las mismasque las de un bruto con poder.
La represión de los ciudadanos juarenses,dignos indignados, es una violencia flagrante contra los derechos humanos detodos los mexicanos. Pero esta situación, como todas las demás que atentancontra los derechos del pueblo, ayuda al gobierno mexicano a crear un estado decrisis, de inestabilidad política, tan necesaria y funcional para justificar losaltos presupuestos de seguridad pública, así como las ayudas que recibe conestos propósitos por parte de Estados Unidos. Juárez es una de tantas ciudadesmexicanas donde la concepción de seguridad es adaptada según los intereses del gobernanteen turno, pero todos con la vocación tiránica de Felipe Calderón.
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