Una serie de 25 cirugías a lo largo de 16 meses fue el precio que Byron Widner tuvo que pagar para borrar el rastro de su pasado como un importante líder del movimiento skinhead. El problema es que Widner, en la transición de redimirse de su vieja ideología, no solo tuvo que transmutar de sistema de creencias, sino que tuvo que reiniciar su aspecto físico, luego de que hubiese entregado su cuerpo a esta cuestionable causa, cubriéndose por entero con tatuajes representativos de aquellos que promueven la supremacía blanca.
La mujer de Widner, Julie, aseguró que el proceso de remover los tatuajes de su esposo fue extremadamente costoso (las 25 cirugías tuvieron un costo de más de 32 mil dólares): “Habíamos llegado tan lejos, habíamos dejado el movimiento, creado una sana vida familiar. Teníamos tanto por lo que vivir. Simplemente pensé que habría alguien allá fuera que nos ayudaría”. La desesperación de Widner —quien no cuenta con seguro médico y tiene dos niñas— por remover los tatuajes racistas de su rostro y su cuello era tal que, dice, “estaba dispuesto a sumergir mi cara enácido”.
Fue entonces cuando Julie decidió hacer algo que jamás hubiese imaginado: recurrir a organizaciones y solicitar la ayuda de Daryle Lamont Jenkins, un hombre afroamericano que encabeza el grupo anti-odio en Filadelfia “One People’s Project”. Tras unos meses, una mujer entró en contacto con Lamont y realizó una donación de 35 mil dólares para las cirugías de Widner.
Luego de las intervenciones, la secuencia de cambios que sufrió Widner ha circulado en medios alrededor del mundo convirtiéndose en una especie de fotoensayo en torno a la redención.
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