Enrique Krauze y la reconquista española
Luis Hernández Navarro
C
omo parte de un proyecto de expansión imperial que hoy se encuentra en crisis, la inversión española se expandió enormemente en América Latina a fines del siglo pasado y comienzos de éste. En pocos años, compañías peninsulares del sector financiero, energía y comunicaciones, se transformaron, gracias a la venta de garaje de las empresas estatales instrumentadas por los gobiernos neoliberales de la región, en consorcios trasnacionales. Las empresas ibéricas se ubicaron en posiciones de liderazgo.
Trinidad Jiménez, secretaria de Estado para América Latina del reino español, lo reconoció en 2007. “El futuro de España como país –dijo al periódico El País– está en América Latina.” Y agregó: En general, las empresas españolas están muy bien en América Latina. A todas les va bastante bien, todas ellas tienen interés en seguir invirtiendo.
La nueva reconquista española caminó de la mano de una poderosa ofensiva ideológica. Importantes intelectuales hispanoamericanos fueron reclutados a la causa. Enrique Krauze fue uno de ellos. El director de Letras Libres se convirtió en un propagandista de lujo de la nueva cruzada peninsular, por la que abogó en multitud de escritos y conferencias.
Si Iberoamérica es para la nueva-vieja derecha española Nuestra América, es decir, la de sus grandes trasnacionales, para Krauze la región no tiene más futuro que alinearse con el otro lado del Atlántico. América Latina –escribió en 2003– es un polo excéntrico de Occidente, pero es Occidente. Para seguir siéndolo necesita mirar hacia la España moderna, no hacia el pasado indígena o virreinal. Y necesita mandar al basurero de la historia los cuatro paradigmas de su retraso ancestral.
La clase política y la nomenclatura cultural ibérica reconocieron el compromiso del escritor con sus propósitos y lo honraron con premios, halagos y la distribución de su revista en aquellas tierras.
Letras Libres recibe una subvención pública anual del Ministerio de Cultura español desde el año 2002, a pesar de que tiene apenas 300 suscripciones y de que distribuye en kioscos de prensa solamente entre 200 y 400 ejemplares más.
En la presentación a una entrevista que le hizo en 2003, el periodista español Hermann Tertsh puso sobre la mesa las cartas del juego peninsular. “Cuando por estos lares aparecen intelectuales o políticos forjados en el odio de clases, etnias o naciones –escribió–, algunos parecen olvidar que existen hombres que, como Enrique Krauze, hoy probablemente uno de los más relevantes en Iberoamérica –término que prefiere el galardonado–, defienden en aquel mundo hispanohablante una vida, unos modos y una sociedad liberal como la que se ha impuesto en la vieja Europa y ante todo en España, para él siempre referencia”.
El escritor correspondió defendiendo los intereses de Madrid. Según él, los cuatro jinetes del Apocalipsis iberoamericano que lastran su entrada a la modernidad por la puerta de los Pirineos son el militarismo, el caudillismo populista, el marxismo revolucionario y la economía estatalizada y cerrada. En otros escritos añade a ellos el fantasma del indigenismo radical. Excepto el jinete del militarismo, todos los otros demonios son los que animan la resistencia continental contra el neoliberalismo y frenan las presiones de las compañías españolas por expandir sus inversiones y apropiarse del sector público latinoamericano.
De la mano de sus patrocinadores españoles, Enrique Krauze ha hecho de la difusión del evangelio neoliberal y la crítica de los gobiernos progresistas y los movimientos populares de la región una de sus principales misiones intelectuales. Los nuevos aires que soplan en el continente le resultan intolerables. El socialismo cubano, el mandatario venezolano Hugo Chávez, el líder indígena boliviano Evo Morales y el mexicano Andrés Manuel López Obrador (al que llamó el mesías tropical) son parte del repertorio de sus villanos favoritos.
Un ejemplo, entre otros muchos, de esta santa alianza entre el escritor y la derecha española fue su participación, en plena campaña presidencial de 2006 en México, en el foro La fuerza de las ideas y el futuro de América Latina, organizado por la Fundación del PAN Rafael Preciado Hernández y por la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES). Allí expresó su preocupación por que un triunfo de López Obrador condujera a la reconstitución del viejo sistema político, sin controles, y con tendencias marcadamente autoritarias y mesiánicas. En el mismo evento, el ex presidente español José María Aznar se manifestó en favor de que el PAN y su candidato Felipe Calderón ganaran la elección presidencial del 2 de julio.
La relación de Enrique Krauze con la FAES es estrecha y antigua. El escritor mexicano es conferencista frecuente en sus foros y algunos de sus escritos pueden consultarse en los archivos de la fundación. Según Marcos Roitman, Enrique Krauze participó en la elaboración de América Latina: una agenda de libertad, trabajo colectivo cuyos creadores son los dirigentes del Partido Popular y los empresarios españoles con intereses en la región como el BBVA, el Santander o ENDESA. Ideólogo de la derecha española, muchas de las tesis que sostiene el director de Letras Libres fueron incorporadas al documento.
La FAES es una institución sin ánimo de lucro, ligada al Partido Popular, que promueve los principios ideológicos de la derecha política ibérica. Su presidente es José María Aznar. Se propone enfrentar las diferentes amenazas que padece la democracia en el mundo, como el avance del populismo revolucionario en Iberoamérica, los movimientos antiglobalización...
El activismo intelectual del director de Letras Libres contra la izquierda latinoamericana es notable. Lo mismo maquila libros contra Hugo Chávez, en el mejor estilo de lo que Claudio Lomnitz explicó en Krauze y su fábrica de historia, que asiste a eventos como el organizado en marzo de 2009 en Caracas, Venezuela, por el Centro para la Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice), bautizado como Encuentro Internacional Libertad y Democracia. El centro es uno de los principales think tanks de la derecha venezolana. Promueve campañas en defensa de la propiedad y condena el estatismo, el corporativismo y el populismo del gobierno bolivariano.
Con esa trayectoria intelectual y esos intereses, ¿a quién le puede extrañar que Enrique Krauze haya publicado en Letras Libres un libelo en el que acusa a La Jornada de ser cómplice del terrorismo por no subordinarse a la cruzada antivasca de la clase política española?
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