1 de noviembre de 2011

GALVAN OCHOA: Lula sanará, pero tiene que dejar de fumar

Lula sanará, pero tiene que dejar de fumar:
Ya conocía el diagnóstico cuando estuvo en México
Tuvo que sufrir a dos presidenciables y al perderé

Enrique Galván Ochoa / Dinero


Posiblemente Lula da Silva ya sabía que tenía cáncer en la laringe la semana pasada, cuando habló ante los empresarios reunidos en la Cumbre de Negocios de Querétaro. Ya conocía su problema cuando recibió la medalla Amalia Solórzano de Cárdenas, en el Distrito Federal. Hombre recio, de carácter, seguramente no quiso cancelar los compromisos que había hecho de antemano; incluso tuvo que soportar una ingrata reunión con los rijosos del perderé y con paciencia los escuchó y aconsejó que la ropa sucia se lava en casa, ¡como si tuvieran remedio! Se le colgaron dos aspirantes presidenciales, Enrique Peña Nieto y Marcelo Ebrard; querían tomarse la foto con el ex presidente de Brasil. Pienso que ya sabía que estaba enfermo, porque un diagnóstico de cáncer en la garganta toma varios días. Implica exámenes de sangre, placas de rayos X, incluso una revisión en el escáner, tal vez un PET, a fin de que el médico pueda determinar si hay metástasis a otros órganos. Todavía Lula guardó su secreto el jueves, ya de regreso a Brasil, para no echar a perder la fiesta que le había preparado un grupo de amigos con motivo de su cumpleaños número 66. Comieron pizza. Fue el sábado por la mañana cuando un boletín del hospital Sirio-Libanés, de Sao Paulo, anunció que le había sido detectado un tumor maligno en la laringe, de 2 a 3 centímetros, cercano a las cuerdas vocales. No se sabe que el viernes se hubiera sometido a exámenes y 24 horas, en todo caso, no hubieran sido suficientes, por eso supongo que ya tenía conocimiento del problema desde antes de viajar a México. Su cáncer es tratable y uno de los síntomas es la ronquera, no hay metástasis. Hoy comenzará a recibir quimioterapia; el tratamiento llevará unos tres meses.

Su último cigarrillo

El padecimiento de Lula tiene que ver con el cigarro. Ha sido un fumador incorregible, no sólo de cigarros, de vez en cuando también gusta de un puro. Ya le advirtieron que si quiere seguir sobre el planeta tiene que dejarlo definitivamente. Ha intentado varias veces, pero le ha sido más difícil lograrlo que llegar a la presidencia. Su oncólogo es Artur Katz. Buscará preservar los órganos afectados a fin de no dañar su voz; para él es una herramienta de trabajo que usó para elevarse de la condición de obrero metalúrgico. El primer paso es la quimioterapia; una vez terminada esta fase se verá si es necesario someterlo a un tratamiento de radioterapia. Su vida cambiará profundamente. Aun cuando el tumor desaparezca totalmente, el político brasileño a quien Obama consideró en su momento como el presidente más popular del mundo deberá someterse a exámenes trimestrales por el resto de sus días: examen de sangre, rayos X, cat-scan de garganta, pecho, estómago y pelvis, a fin de que los médicos puedan estar claros de que el cáncer no ha regresado a la garganta y tampoco se ha manifestado en otras partes del cuerpo. La quimio comenzará hoy en el mismo hospital donde antes fue atendida, también de cáncer, su sucesora, la presidenta Dilma Rousseff. Es un buen centro médico, pero no tiene el equipo desarrollado por Hitachi para aplicar una nueva radiación conocida como proton therapy. Quizá sería la adecuada para una persona de la edad de Lula, sin embargo, no llegan a 10 las clínicas que cuentan con él en Europa, Estados Unidos y Asia. ¡Ánimo, Lula!




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