13 de octubre de 2011

LA PRESIDENCIA - Por Juan José Mena Carrizales*

LA PRESIDENCIA

Por Juan José Mena Carrizales*

13 de octubre de 2011

Como en la época de la intervención francesa, los grupos conservadores traidores de nuestro país, desean importar una “autoridad extranjera”, con los peligros que esto acarrea. Esta vez, no es un miembro de la nobleza europea, sino un modelo de gobierno ya caduco de ese continente.

Le llaman “coalición de partidos”, los pseudo-intelectuales –los intelectuales orgánicos de la burguesía, diría Gramsci-, y apelan a ella para acabar con la “inmovilidad legislativa” y la “falta de avances en las reformas que el país necesita”, como rezan los mantras de las plumas a sueldo, que se rentan para impulsar en México, la agenda de reformas estructurales del Fondo Monetario Internacional.

Éstos agentes del imperio en territorio nacional, ignoran deliberadamente o inconscientemente, que la rama ejecutiva de nuestros sistema republicano y democrático de gobierno, no es una “reliquia del autoritarismo” como ellos proclaman, sino un legado depurado de excepcionalidad americana contra el poder de las oligarquías.

Usemos una metáfora para explicar este concepto: Si se tiene un avión de última generación,  empero al mando se tiene a un incompetente, que lo quiere manejar cual automóvil en una carretera, evidentemente, tal máquina le parecerá estorbosa y dicho individuo, preferiría un común y cómodo “bocho”, más que la eficiente y moderna nave de la cual desconoce su funcionamiento y la totalidad de sus capacidades. Tal es el drama que vive el sistema político mexicano. 

Cuando un individuo de orígenes ideológicos de extrema derecha, como sabido es el caso de Calderón, considera que el único papel del Estado, es el de ser el “Leviathan” hobbesiano, el  cual, en su percepción positivista, tiene el único papel de ser “Estado Policía” en un entorno, en el cual impera la anarquía de los llamados “mercados”, a quienes se deja la arbitraria conducción de la economía real, efectivamente la institución  presidencial es vista como un estructural orgánico político-legal ominoso. Es el llamado “gran ogro filantrópico”, como lo denominaría el ideólogo neoliberal Octavio Paz, plagiando el concepto del Estado como monstruo de Nietzsche. Efectivamente, las plumas mercenarias en pro de las “coaliciones de partidos”, desconocen el origen de nuestro sistema republicano de gobierno y su propósito.

Ellos proponen un sistema semi-parlamentario, para lograr de alguna manera la mayoría política que apruebe las reformas “anheladas”, por los intereses financieros trasnacionales. Sin embargo, tal propuesta en las condiciones de desintegración del sistema financiero internacional representaría crear un clima de inestabilidad política y tener un escenario  en el que predomine la incapacidad para la integración de un gobierno como ha ocurrido en el caso de Bélgica en los últimos años, con la grave diferencia del riesgo que la presente crisis financiera representa.

El hecho, es que el parlamentarismo, surge históricamente como respuesta de los rancios intereses aristocráticos europeos por frenar el verdadero avance de la democratización del poder, y de preservar la monarquía, en un mundo en evolución política en el que ya es virtualmente imposible argumentar a favor de ella. El sistema parlamentario es sumamente endeble, no sólo como el caso belga lo demuestra. Sino como el caso del asalto al poder de Hitler lo exhibe más claramente, dado que en la política, como en el Universo, no existen “los vacíos de poder”, se corre el riesgo de que el sistema semi-parlamentario, en condiciones de crisis financiera, al que caminamos tal y como ocurrió en la Alemania de Weimar de 1923, siendo no más que un sistema débil de simulación democrática que encubre reliquias de conservadurismo político, sea pronto reemplazado, por un sistema de gobierno unipersonalista, ante su inoperancia, tal y como lo argumenta en su pro el nazi Karl Schmitt, en sus ideológicos trabajos. Pero dejemos la imagen de estas plumas mercenarias que promueven la “coalición de partidos”, y que sólo sientan las bases para la inestabilidad política que permiten a dictadores estilo napoleónico llegar al poder, para explicar por qué la Presidencia, es una institución política excepcional.

A diferencia de los regímenes de poder unipersonal, en el sistema republicano constitucional, la rama del Ejecutivo, no opera en base a un “decisionismo”. Sus atribuciones están plenamente identificadas en su Constitución, y en sus leyes reglamentarias conforme a ella.  Y aunque el Presidente representa su elemento característico, su actuación está  regulada y dirigida, bajo el control de constitucionalidad. El problema práctico aquí es que aunque nuestra Constitución, pese a las contrarreformas y parches en pro del neoliberalismo, está concebida como fundamento de un sistema de Estado de derecho social y democrático, que le da facultades plenas al Ejecutivo para el cumplimiento de este propósito, tiene en el cargo a un ciudadano, que no tiene este compromiso. Un presidente comprometido con la realización del Estado de Bienestar de la Nación, no tendría dificultades en llevar a cabo su propósito, pues el sistema político está diseñado para eso, el problema es cuando tenemos a alguien traidor a este objetivo  en este puesto de poder y con fines distintos. Es entonces, cuando se exhibe la inoperancia, no del órgano Ejecutivo del gobierno, ni siquiera el lugar común de propaganda política imperialista conocida como “Estado fallido”. Lo que se tiene que reconocer es la inoperancia del “presunto presidente”. Y digo “presunto”, porque ya es emblemática la frase como sello de este gobierno de Calderón, en el que el reconoce que ganó “haiga sido como haiga sido”, y su negativa al reconteo de los votos en 2006.

En vez de reconocer que la imposición del modelo neoliberal es un completo fraude, electoral y económico, y que se debe que volver a la perspectiva de desarrollo nacional, la ingeniería político-electoral que proponen Peña Nieto y Beltrones, en el que debaten la “forma” de cómo llevar a cabo la simulación “democrática” de cómo avanzar con el desmantelamiento económico del Estado nacional, ya sea con sus propuesta del régimen con cláusula de gobernabilidad  (mayoría legislativa para el PRI) o con “coalición de partidos” (simulando el multipartidismo, pero con el mismo fin, mayoría “parlamentaria” traidora).

Es un grave riesgo el infantilismo que impera en el PRI, que en las condiciones actuales del derrumbe financiero internacional se oculte, el verdadero estado de la economía real. Y cuando hablo de riesgo, hablo del riesgo para la existencia a largo plazo del PRI, PRD y PAN, demás partidos y organizaciones políticas que se sumen a este circo, ya por otra parte, las masas afectadas por la crisis seguirán su desarrollo político con otras organizaciones y formas de organización que sí representen sus verdaderos intereses.

La verdadera agenda no son los modelos de "gobernabilidad" para las reformas estructurales; sino la necesidad del cambio de modelo económico en medio de la crisis financiera internacional más severa.





*Consejero y Alumno de la Escuela Superior de Economía, IPN y estudiante de la Facultad de Derecho de la UNAM. Analista independiente.


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