El periodismo de investigación serio y peligroso, requiere respeto, cobertura y difusión
Pedro Echeverría V.
1. Blanche Petrich coordinó la mesa El periodismo de investigación, durante la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la ciudad de México, en la que participaron los periodistas y autores de libros José Reveles –Levantones, narcofosas y falsos positivos–, Diego Enrique Osorno, de El Cártel de Sinaloa, una historia del uso político del narco, y Marcela Turati, de Fuego cruzado. Con un Foro lleno Reveles, Osorno y Turati coincidieron en que escriben los libros sobre narcotráfico, operativos gubernamentales, niños, mujeres o trata de personas para “visibilizar a las víctimas”, entender qué pasa en el país y, de ese modo, con información, “combatir el miedo”. Sus trabajos, como podrá verse, se dedican a la investigación y al análisis del problema que mayor presencia ha tenido en México en los últimos cinco años: el narcotráfico
2. El periodismo de investigación –cuando se hace para servir a las clases oprimidas y no para ponerse a las órdenes de intereses políticos y empresariales- es la cima, el más alto nivel del periodismo. La realidad es que a ningún sector poderoso interesa conocer la realidad acerca de las clases marginadas, explotadas y miserables porque conocer lo que ha sido su misma obra, de nada les serviría, les perjudicaría para aumentar sus capitales. El periodismo de investigación que va al fondo de los problemas sociales no sólo no interesa a las clases dominantes (llámense políticos, empresarios, clero, inversionistas) sino que siempre están puestos para combatirlo y bloquearlo cuando se presenta. ¿Cómo entonces podrían anunciarlo, publicarlo, difundirlo, en sus medios de información, empresas monopólicas como Televisa, TV Azteca o Radiofórmula?
3. Pero esos mismos medios monopólicos de información que dominan totalmente los programas televisivos y radiofónicos, así como toda la publicidad, publican también decenas de revistas “de moda” que también dominan el mercado. En tanto el diario La Jornada y el semanario Proceso –ambos de investigación- venden alrededor de 100 mil ejemplares, las grandes revistas de la moda –esencialmente para mujeres porque le tocan la fibra que más les gusta y se colocan dentro de la ideología que el capitalismo les ha metido hasta lo más profundo de su cerebro- Glamour, Vogué, Muy interesantes, Playbol, Rolling Stone, Cosmopolitan, InTouch, Maxim, Cuore, Elle, Jueves, Gente, etcétera comercian varios millones de ejemplares y obtienen decenas de millones de pesos. Los libros científicos, los de análisis económico y político no se venden o se comercializan poco por falta de publicidad e interés.
4. Por eso el periodista Reveles fue claro al señalar en el Foro que “los libros que escriben (son ya entre 60 y 100 títulos) dan una perspectiva que “no nos da” en la radio ni la televisión, incluso ni la prensa escrita, por cuestiones de tiempo y espacio”. Por eso también preguntó con cierta indignación: ¿Por que “no somos un país de indignados, como España, Chile, Francia, pese a los graves problemas por los que atraviesa México?. El periodista conoce muy bien la respuesta: México es un país donde la participación política ha sido rara durante los 70 años de dominio priísta y los 11 años del gobierno de la extrema derecha panista. Si el movimiento vallejista de 1958-59, si la lucha estudiantil de 1968, si las protestas electorales de 1988 y 2006, así como las batallas de Chiapas y Oaxaca representaron rebeldías importantes, éstas no pudieron consolidarse porque fuero reprimidas con brutalidad y por otras causas.
5. El periodista Osorno se fue al fondo del asunto y señaló que –de acuerdo con análisis y discusiones que ha tenido con sus compañero periodistas- puede concluirse que esta guerra contra el narcotráfico parece encontrarse dentro de “una política delineada en Estados Unidos para países como México, pero por desgracia aquí se producen los muertos y allá se queda el dinero”. Y rebatió a aquellos que piensan que es solo “una “guerra estúpida” y no se dan cuenta que es “una guerra bien pensada”. Hoy, cuenta Osorno: “de pronto me he visto con chaleco antibalas y casco en la cobertura de unoperativo militar que buscaba integrantes del crimen organizado en Apatzingán, Michoacán” Por eso Osorno se ha preguntado: “¿Qué pasó con mi país cuando apenas estábamos en las discusiones acerca de las luchas sociales, de temas políticos, de la democracia?”.
6. La periodista Turati, más interesada en los problemas sociales como pobreza, derechos humanos, pueblos indígenas o pendientes relacionados con niños y mujeres, de pronto se vio incrustada – en este terrible país de la violencia- en la “nota roja” o las cuestiones judiciales. Turati ha denunciado en Proceso la estrategia de Calderón al crear la Procuraduría de Atención a Víctimas del Delito con el fin de arrebatar banderas a Javier Sicilia. También denunció junto a Reveles que el ejército colombiano entrena a policías y militares mexicanos, pero en tácticas antiguerrilleras y antiterroristas en el medio rural o la jungla, no en las ciudades, donde aquí se libra la llamada guerra contra el narcotráfico. No tengo duda –y esta debe ser tarea de periodistas independientes- que estas investigaciones deben difundirse buscando romper el muro de la desinformación que ejercen las empresas privadas al servicio del poder.
7. En México el 95 por ciento de la televisión, la radio y la prensa escrita pertenece a los poderosos empresarios asociados a los gobiernos de derecha. Son más que imposibles de penetrar por sectores honestos de la izquierda no socialdemócrata. Los periodistas honestos que han logrado colarse en esos medios no representan ni el uno por ciento, sirviéndoles a los empresarios, la mayoría de las veces, para hablar de pluralidad y apertura. Por eso el periodismo de investigación sobre problemas sociales de los sectores pobres y oprimidos, son desconocidos o escasamente difundidos por uno que otro medio para el consumo de una minoría. Por eso la batalla en la lucha por una sociedad informada, igualitaria y justa tiene que pasar por encima de esos medios de información que durante muchas décadas han funcionado como verdaderos “lavados de cerebro” que impiden el desarrollo de cualquier pensamiento crítico.
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