Carlos Ramírez / Indicador Político
El regreso político de Carlos Salinas de Gortari va mucho más allá del ajuste personal de cuentas con políticos e intelectuales y se localiza en cuando menos cinco variables que confirman la restauración del PRI salinista:
1.- La reelección presidencial de Salinas que no pudo cuajar en 1994 por el aún sospechoso asesinato de Luis Donaldo Colosio y su proyecto populista tampoco logró consolidarse con Ernesto Zedillo, pero no por diferencias de pensamiento económico, sino porque Zedillo no quiso cargar con la complicidad política y moral del asesinato de Colosio. Esa reelección de Salinas se daría en el 2012 con el PRI y con Peña Nieto.
2.- La reconfiguración del bloque de poder salinista con figuras que tienen mecanismos de control social de masas. Por ello el regreso de Elba Esther Gordillo y sus “mapaches” maestros al PRI tiene que ver con la reactivación política de Salinas. La alianza de Gordillo con el PRI, del cual fue echada por sus acuerdos secretos con el PAN de Vicente Fox, sería una de las señales más importantes de la reorganización del PRI de Salinas.
3.- El fortalecimiento del proyecto salinista privatizador y globalizador que se inició en febrero de 1990 con las negociaciones secretas con Estados Unidos para la firma de un tratado comercial de integración-subordinación. Con este proyecto, Salinas cumpliría los pendientes que Zedillo, Fox y Calderón no realizaron: la privatización del petróleo. No por menos, Peña Nieto ya adelantó el ingreso de inversión privada internacional a Pemex. Y en los acuerdos del Tratado de Comercio Libre Salinas forjó compromisos con George Bush padre y sus negocios petroleros.
4.- En este contexto, Salinas estaría forjando una nueva alianza dentro del PRI pero con las mismas trampas políticas del pasado: recuperar el discurso populista y de nacionalismo revolucionario, pero para profundizar el proyecto neoliberal comprometido con los grupos de poder de EU y con el Consenso de Washington. La coartada se dará con la reactivación del discurso político y social del viejo PRI pero para la nueva fase de los intereses globalizadores del PRI. La prueba se localiza en los libros de Salinas donde esconde el neoliberalismo debajo de un discurso social y ciudadano.
5.- En todo caso, el regreso de Salinas podría de muchas maneras volver a debatir los expedientes abiertos del largo periodo salinista 1979-1988: la neoliberalización del PRI en 1987 que provocó la salida del partido de Cuauhtémoc Cárdenas, los acuerdos secretos con EU en materia de proyecto productivo y el petróleo, el fraude electoral de 1988, la privatización de empresas propiedad de la nación para crear una oligarquía salinista, la “lobotomización” del PRI para hacerlo olvidar de su origen político y popular, el pacto secreto con la Iglesia para modificar el 130 constitucional a cambio de la asistencia de la jerarquía católica a su toma de posesión, el asesinato de más de 500 perredistas, los asesinatos políticos del cardenal Posadas, Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, el narcotráfico y la creación de una oligarquía sindical que espera el llamado salinista para comenzar a moverse.
A partir de su poder como ex presidente de la República, Salinas se ha convertido en el “jefe máximo” del partido, en el Plutarco Elías Calles priísta del siglo 21. A Salinas se debe el fortalecimiento mediático de Peña Nieto vía la alianza salinista de Televisa. Y Salinas es en este momento político el factor de negociación al interior del PRI para aglutinar grupos alrededor de Peña Nieto. El PRI se fracturó en 1999-2006 y contribuyó a las derrotas presidenciales.
El PRI no nació como partido político, sino como aparato de poder de la estructura presidencialista. A lo largo de su vida dominante en el poder, la fuerza del PRI radicaba en el hecho de que el Presidente de la República en turno era el jefe máximo del PRI, el que ponía dirigentes, el que designaba candidatos a todos los cargos de elección popular y el que facilitaba financiamiento oscuro al partido para sus actividades. Este modelo fue inoperante en el gobierno de Zedillo por el planteamiento presidencial de una “sana distancia” del Presidente hacia el PRI. Dos intentos hizo Zedillo para tomar el control del PRI, pero los priístas lo bloquearon: las reglas para la designación del candidato presidencial y el bloqueo a los precandidatos presidenciales zedillistas del grupo financiero. Zedillo bloqueó a Roberto Madrazo en el 2000 y abandonó a Labastida a su suerte.
Sin el dominio del presidente de la República, el PRI perdió el poder y las elecciones. Ahora Salinas quiere reconstruir el modelo del partido articulado al poder político. No por menos, por ejemplo, la casi segura nominación de Peña Nieto ha llevado a tomar el control total del partido para someterlo desde ahora a los dictados pre-presidencialistas.
La nueva alianza orgánica del PRI de Salinas con la señora Gordillo no hace sino mandar el mensaje del regreso del viejo PRI y de la restauración no sólo del PRI en el poder sino, peor aún, del proyecto salinista neoliberal que sigue vigente a la fecha pero que Salinas quiere de nueva cuenta reconducir en función de los intereses de la hegemonía económica estadunidense. Con el pacto PRI-Salinas-Gordillo el PRI no hace sino fortalecer el modelo educativo ajeno al desarrollo, a la libertad de conciencias y a la modernización y revivir el PRI de los intereses por el poder político.
El regreso político de Carlos Salinas de Gortari va mucho más allá del ajuste personal de cuentas con políticos e intelectuales y se localiza en cuando menos cinco variables que confirman la restauración del PRI salinista:
1.- La reelección presidencial de Salinas que no pudo cuajar en 1994 por el aún sospechoso asesinato de Luis Donaldo Colosio y su proyecto populista tampoco logró consolidarse con Ernesto Zedillo, pero no por diferencias de pensamiento económico, sino porque Zedillo no quiso cargar con la complicidad política y moral del asesinato de Colosio. Esa reelección de Salinas se daría en el 2012 con el PRI y con Peña Nieto.
2.- La reconfiguración del bloque de poder salinista con figuras que tienen mecanismos de control social de masas. Por ello el regreso de Elba Esther Gordillo y sus “mapaches” maestros al PRI tiene que ver con la reactivación política de Salinas. La alianza de Gordillo con el PRI, del cual fue echada por sus acuerdos secretos con el PAN de Vicente Fox, sería una de las señales más importantes de la reorganización del PRI de Salinas.
3.- El fortalecimiento del proyecto salinista privatizador y globalizador que se inició en febrero de 1990 con las negociaciones secretas con Estados Unidos para la firma de un tratado comercial de integración-subordinación. Con este proyecto, Salinas cumpliría los pendientes que Zedillo, Fox y Calderón no realizaron: la privatización del petróleo. No por menos, Peña Nieto ya adelantó el ingreso de inversión privada internacional a Pemex. Y en los acuerdos del Tratado de Comercio Libre Salinas forjó compromisos con George Bush padre y sus negocios petroleros.
4.- En este contexto, Salinas estaría forjando una nueva alianza dentro del PRI pero con las mismas trampas políticas del pasado: recuperar el discurso populista y de nacionalismo revolucionario, pero para profundizar el proyecto neoliberal comprometido con los grupos de poder de EU y con el Consenso de Washington. La coartada se dará con la reactivación del discurso político y social del viejo PRI pero para la nueva fase de los intereses globalizadores del PRI. La prueba se localiza en los libros de Salinas donde esconde el neoliberalismo debajo de un discurso social y ciudadano.
5.- En todo caso, el regreso de Salinas podría de muchas maneras volver a debatir los expedientes abiertos del largo periodo salinista 1979-1988: la neoliberalización del PRI en 1987 que provocó la salida del partido de Cuauhtémoc Cárdenas, los acuerdos secretos con EU en materia de proyecto productivo y el petróleo, el fraude electoral de 1988, la privatización de empresas propiedad de la nación para crear una oligarquía salinista, la “lobotomización” del PRI para hacerlo olvidar de su origen político y popular, el pacto secreto con la Iglesia para modificar el 130 constitucional a cambio de la asistencia de la jerarquía católica a su toma de posesión, el asesinato de más de 500 perredistas, los asesinatos políticos del cardenal Posadas, Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, el narcotráfico y la creación de una oligarquía sindical que espera el llamado salinista para comenzar a moverse.
A partir de su poder como ex presidente de la República, Salinas se ha convertido en el “jefe máximo” del partido, en el Plutarco Elías Calles priísta del siglo 21. A Salinas se debe el fortalecimiento mediático de Peña Nieto vía la alianza salinista de Televisa. Y Salinas es en este momento político el factor de negociación al interior del PRI para aglutinar grupos alrededor de Peña Nieto. El PRI se fracturó en 1999-2006 y contribuyó a las derrotas presidenciales.
El PRI no nació como partido político, sino como aparato de poder de la estructura presidencialista. A lo largo de su vida dominante en el poder, la fuerza del PRI radicaba en el hecho de que el Presidente de la República en turno era el jefe máximo del PRI, el que ponía dirigentes, el que designaba candidatos a todos los cargos de elección popular y el que facilitaba financiamiento oscuro al partido para sus actividades. Este modelo fue inoperante en el gobierno de Zedillo por el planteamiento presidencial de una “sana distancia” del Presidente hacia el PRI. Dos intentos hizo Zedillo para tomar el control del PRI, pero los priístas lo bloquearon: las reglas para la designación del candidato presidencial y el bloqueo a los precandidatos presidenciales zedillistas del grupo financiero. Zedillo bloqueó a Roberto Madrazo en el 2000 y abandonó a Labastida a su suerte.
Sin el dominio del presidente de la República, el PRI perdió el poder y las elecciones. Ahora Salinas quiere reconstruir el modelo del partido articulado al poder político. No por menos, por ejemplo, la casi segura nominación de Peña Nieto ha llevado a tomar el control total del partido para someterlo desde ahora a los dictados pre-presidencialistas.
La nueva alianza orgánica del PRI de Salinas con la señora Gordillo no hace sino mandar el mensaje del regreso del viejo PRI y de la restauración no sólo del PRI en el poder sino, peor aún, del proyecto salinista neoliberal que sigue vigente a la fecha pero que Salinas quiere de nueva cuenta reconducir en función de los intereses de la hegemonía económica estadunidense. Con el pacto PRI-Salinas-Gordillo el PRI no hace sino fortalecer el modelo educativo ajeno al desarrollo, a la libertad de conciencias y a la modernización y revivir el PRI de los intereses por el poder político.
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