14 de septiembre de 2011

CASO CONTRALINEA: ¿Para qué las torturaron?¿AL OLVIDO PARA CUIDAR A EBRARD?

¿Para qué las torturaron?:
Guadalupe Lizárraga

La editora de la revista Contralínea en BajaCalifornia, Lorena Rojas, describe la tortura deMarcela Yarce y Rocío González, asesinadas el primero de septiembre, en uncorreo entre colegas. Reproduzco su texto literalmente:

“Lo más triste es la indolencia y complicidadde las autoridades del DF quienes en el afán de no comprometer a Ebrard, insistenen que fue un robo, donde involucran los movimientos bancarios que hizo en lasemana Rocío González (ya van a estar como en el caso Paulette) periodistafreelance cuya familia tiene una casa de cambio en el aeropuerto de la Ciudadde México.
Descartan la tortura y a mi compañera Marcela, la mantuvieroncolgada como si la fueran a ahorcar y le dieron un balazo en el clítoris, comoparte de la tortura, a Rocío le arrancaron los pezones a balazos y luego ledieron un balazo en el tórax. Marcela se desangró por la vagina, finalmentemurieron asfixiadas por la soga.
Mi director de Contralinea asegura queMarcela, la representante legal de la revista, quien asistía a las audienciascontra los hijos de Martha Sahagun y contra la empresa Zeta, trabajó hastatarde en el cierre de los movimientos financieros (publicidad, facturas,comisiones para los corresponsales, porque Marcela era la directora decomercialización). Esa noche del 31 de agosto, se quedó hasta las 9:45, a las nueve ledijo a (Miguel) Badillo por teléfono que ya estaba cansada, que ya se iba, habíaterminado con los pendientes del fin de mes, pero que había quedado de pasarpor ella, por Rocío para irse juntas (vivían cerca), no tenían ningún plan parairse de fiesta como sugiere el procurador del DF.
La primera línea deinvestigación la desestimaron, Miguel Badillo y Ana Lilia Pérez siempre andanamparados para evita su detención porque el caso lo ganó Martha Sahagun, peroademás traen escoltas porque han recibido amenazas, la CNDH les solicitómedidas cautelares y nadie pensó en que Marcela (A cuyo nombre está registradala revista desde el año 2008 en que empezaron los embargos por parte de loshijos de la Sahagun) pudiera estar en peligro, ella no tenía escolta.
Pero loclaro es que nadie roba y luego tortura de esa manera. Ése es un feminicidio, lastorturaban y las atacaban en sus símbolos orgánicos de femineidad. ¿A quéladrón le interesa hacer sufrir a una mujer disparándole en el clítoris y luegocolgarlas desnudas, maniatadas de las manos y los pies? Así las arrojaron comobasura donde las encontraron pronto, en un parque céntrico en Iztapalapa dondetemprano las descubrieron los corredores (que hacen deporte) habituales de esazona.. Aquí se está encubriendo el móvil y los posibles responsables, qué penaporque yo pensé que Ebrardpodría ser diferente, es parte de la misma porquería del sistema...”

Marcha por el esclarecimiento
La saña de la que habla Lorena Rojas no corresponde a la versión de las autoridades. Éstas apuntaronque el móvil del crimen de las periodistas de Contralínea habría sido un asaltopor 4 mil pesos que era lo que traía Rocío en su bolso de mano. Evidentemente no resulta verosimil,pues se trata de unos sociópatas, no sólo quienes ejecutaron los crímenes, tambiénquienes los ordenaron. Y llamar a estos crímenes feminicidios parecería ser yauna convención de los medios, sólo porque se trata de mujeres, como sucede con los jóvenes pobres que asesinan y luego se refieren a ellos como ajuste de cuentas delnarcotráfico, sin mayor investigación.

Al parecer, en México, la forma en que sedefine el móvil de un crimen es directamente proporcional al éxito de ladistracción mediática, especialmente cuando para los mexicanos “matar” es ya partedel paisaje de una guerra que raya en la rutina, y lo único que vende encada crimen es el misterio no resuelto.

La mayoría de las historias sobre los asesinatosde mujeres en México son tergiversadas por las propias autoridades locales yfederales, y esas tergiversaciones son reproducidas por los medios decomunicación sin investigar. Más aún, son ignoradas o borradas las pistas deinformación sensible que familiares o testigos ofrecen voluntariamente a lasfiscalías. No son pocas las evidencias de estas acciones, que en otros paísesserían delitos cometidos por los funcionarios de Justicia. Los casos de CiudadJuárez o del Estado de México podrían arrojar mucha luz al respecto si hubieramenos indiferencia para frenar este tipo de delitos. Sólo hay que contrastarlos expedientes de los casos con las versiones de los familiares de lasvíctimas.

El caso de la niña Paulette, al que alude LorenaRojas, por ejemplo, fue en efecto un caso en extremo manipulado por lasautoridades y por los mismos medios de comunicación al grado del absurdo. Laverdad jamás se conocerá, y los responsables seguirán gozando de impunidad comoya es lo normal en este país.

Lo mismo sucedió en el caso de la activistajuarense Josefina Reyes, a quienes de entrada los medios ignoraron susdenuncias que llevaban pistas a los militares de la región. Otro caso en quelos medios reprodujeron sólo la versión del fiscal de Chihuahua, incluso con contradicciones,fue el de la poeta Susana Chávez, asesinada en febrero de 2010, mientras quelas declaraciones de la madre fueron prácticamente ignoradas. O elparadigmático caso de Marisela Escobedo, asesinada por pedir justicia contra elasesino confeso de su hija. Fue noticia nacional hasta el día de su asesinato. Tambiénse suma el caso de la periodista de Veracruz, Yolanda Ordaz, quien fuetorturada sexualmente, degollada, y tirado su cuerpo desnudo cerca del mediopara el que trabajaba.

Ahora este escalofriante caso de Marcela yRocío, no cambia en nada con respecto a los demás asesinatos de mujeres de Tapachula,de Ciudad Juárez o del Estado de México, excepto en que estas víctimas eranperiodistas, como el caso de Yolanda. La misma saña, las mismas mentiras, lamisma actitud de los medios de publicar información tergiversada, incluso lasmismas reacciones ciudadanas hasta de los mismos colegas: marchas, plantones ycartas. Nada cambia. Ni siquiera la imaginación para generar una accióncolectiva de impacto sin que se quede en la mera denuncia. Es un grito a lossordos, cuando podrían realizar acciones que afectaran directamente a la clasepolítica y judicial, sobre todo de manera económica, como paros o boicots para cubrir sus noticias, en solidaridad con lasasesinadas. Pero parecería que ningún medio está dispuesto a sacrificar un pocode recursos, a cambio de salvar vidas.

Hay cosas que no se entienden. ¿Porqué la revista Contralínea aceptó que se difundieran como asesinatosrelacionados por su género femenino? ¿Sólo porque eran mujeres? ¿Y si por eltipo de tortura está catalogado como feminicidio, por qué se hizo referencia a suprofesión como periodistas, cuando no ejercían como tales? Miguel Badillo dijoa los medios que era irrelevante si ejercían o no el periodismo. Y en ello,tiene razón. Sin embargo, para una investigación judicial no resulta irrelevante.Porque la primera hipótesis que se descartaría es que no las mataron porcensurarlas, no a ellas, al menos. Y esto es una pista clave.
Miguel Badillo, director de Contralínea

¿O si fueron asesinadas por ser periodistas, esdecir como agresión a la línea editorial de la revista, por qué distrae la Procuraduríade Justicia del Distrito Federal con la información del supuesto asalto? Si elmóvil fuera económico, ¿para qué las torturaron? No hace sentido. Un ladrón no se detiene enla tortura y menos una tortura sádica.

Por otra parte, ¿qué elementos sostienen lahipótesis de que hay una tendencia de represión contra mujeresperiodistas en México? En 2010, por ejemplo, de acuerdo a la información deCIMAC, agencia multimedia de noticias de género, hubo 129 asesinatos de periodistasmexicanos, de los cuales 29 eran mujeres. Y por cada asesinato de unaperiodista, 18 mujeres más fueron agredidas o amenazadas. Esta información seobtiene gracias a las denuncias, pero en muchos casos las periodistas nodenunciamos. La mayoría opta por la autocensura o por salir del país pararesguardar su vida. En lo que va del año, según esta información, un 18 o 20por ciento del número total de asesinatos ha sido de mujeres. La gran mayoría queson de varones los relacionan con la cobertura del narcotráfico. Una cuestiónno menos fácil de confirmar, por todo lo que no se denuncia y por laineficiencia y corrupción de las fiscalías y ministerios públicos.

El punto es nuevamente la distracción sobre losmóviles del crimen de Marcela y Rocío. Una distracción en la que participan losmedios activamente, y los mismos colegas. Si les llamamos feminicidios, ya deentrada hay un juicio del móvil que los llevó a perpetrar tal atrocidad. Si lesllamamos asesinatos de periodistas, va implícito un atentado contra la libertadde expresión, o con el trabajo periodístico. Si el móvil está relacionado conla casa de cambio y las transacciones comerciales de la propia revista, como lomanejó primeramente el procurador, se pone de relieve el robo o lavado de dineroo alguna otra gestión ilícita relacionada con lo monetario, pero obviamente no porlo que llevaba el bolso de Rocío.

La forma en que se defina el crimen, la formaen cómo lo publiquemos en los medios está influyendo en la opinión pública ypropiciando un juicio colectivo implícito o explícito. Y que en muchos casospuede contribuir a hacer un daño moral a terceros. Puede orientar o desorientarexitosamente, y en este caso, como en los ya mencionados, medios y autoridadescontribuyen a no encontrar la verdad de los crímenes, sino a distraer alpúblico atento.

Hay más cuestiones que se quedan al aire. ¿Porqué esta casa noticiosa no considera públicamente la probabilidad de que elhostigamiento pudiera ser contra el propio editor responsable de Contralínea?Otra pista de investigación plausible, indudablemente.

Sabemos que hay feminicidios que no trasciendenen los medios. En este caso resulta obvio porque las víctimas eran periodistasy del Distrito Federal. Dos factores que influyen para su atención nacional mediática.Pero que, al igual que todos los demás, están marcados principalmente por laineficacia de las autoridades. Y aún cuando “atrapen” a unos jóvenes pobres deIztapalapa y los golpeen hasta que declaren que ellos fueron los sociópatas quelas asesinaron, nunca sabremos para qué las torturaron los verdaderoscriminales.



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