30 de agosto de 2011

La matrioska en la migración indocumentada Por: LORENZO MEYER

La matrioska en la migración indocumentada
           Por:  LORENZO MEYER/AGENDA CIUDADANA
"Para resolver el problema de los trabajadores indocumentados
 en Estados Unidos hay que resolver antes otros problemas y la politica
vigente no da para tanto".
  Lorenzo Meyer

  Problemas Dentro de un Problema.. Por lo que hace al caso mexicano, es
larga la lista de problemas urgentes cuya solución depende de resolver
antes otros problemas que los envuelven. La migración indocumentada de
trabajadores mexicanos hacia Estados Unidos es muestra de un problema que,
en el mejor de los casos, se puede administrar, pero no resolver, pues la
solución de fondo exige primero desenredar la maraña de complicaciones que
lo cubre, producto de intereses muy contradictorios. El mismo razonamiento
-para resolver un problema de fondo, antes hay que quitar otros, como en
las matrioskas rusas- se puede aplicar también a la endiablada cuestión del
narcotráfico, a la deformidad de la estructura social, a la baja calidad de
la educación y a un largo etcétera.

  Desde esa perspectiva, la política puede ser vista como un proceso de
contradicciones y conflictos de intereses concatenados que se puede
intentar manejar para no caer en la violencia, pero que difícilmente se
puede resolver de raíz sino apenas hacerla tolerable mientras el tiempo
saca a algunos de los temas del centro de la agenda para sustituirlos por
otros, acaso también irresolubles, pero nuevos. Quizá ese sea el destino de
la migración mexicana a Estados Unidos, aunque no faltan catastrofistas
como George Friedman, director de un centro de estudios estratégicos
(Stratfor) que predicen que el fenómeno se agudizará hasta desembocar en un
conflicto violento -una guerra- entre México y Estados Unidos al final del
siglo, (The next 100 years, 2009).

  El Origen. El flujo de mexicanos hacia el país del norte se inició en el
siglo XIX por razones económicas. La construcción de ferrocarriles hacia el
norte en el Porfiriato hizo que la propuesta de Sebastián Lerdo de Tejada
-"entre la debilidad [mexicana] y la fuerza [norteamericana], el desierto"-
dejara de tener sentido. El inicio del siglo XX combinó movilidad de la
mano de obra y violencia revolucionaria en México con demanda de
trabajadores en Estados Unidos y el fenómeno migratorio dejó de ser algo
marginal. La Segunda Guerra Mundial y el Programa Bracero de 1942
institucionalizaron el flujo legal de trabajadores mexicanos a la
agricultura y al tendido de vías férreas en Estados Unidos, pero también
originó un flujo de trabajadores "sin papeles". Cuando en 1964 se dejó
expirar el acuerdo de braceros, ese movimiento de trabajadores
indocumentados continuó y, con altas y bajas, se mantiene.

  ¿Cuántos mexicanos se encuentran sin documentos en el mercado laboral
norteamericano? Obviamente no hay un censo, pero un informe publicado este
mes por el Immigration Policy Center del American Immigration Council, de
Washington, señala que el 55% de los migrantes mexicanos en Estados Unidos
son ilegales y que de todos los indocumentados en ese país el 59% son
mexicanos. Si se supone que hay entre 11 y 12 millones de indocumentados en
Estados Unidos, entonces los mexicanos de esa condición rondan entre los
6.5 y 7 millones.

  La migración de mexicanos hacia el norte se aceleró en tiempos recientes,
pero en los últimos años la desaceleración de la economía norteamericana y
el aumento en las medidas para impedir el ingreso de ilegales ("Patrulla
Fronteriza", muro, deportaciones), más las actitudes de una buena parte del
público norteamericano que exige su expulsión -el caso más conocido es
Arizona- han reducido notablemente el número de mexicanos que buscan
ingresar sin documentos a Estados Unidos. Por otro lado y por las mismas
razones, también ha disminuido el número de mexicanos que retornan
voluntariamente a su país. El viejo ciclo de migrar al norte, regresar a
casa con ahorros, volver a partir y volver a retornar, se está secando:
para quien no tiene visa es caro y muy arriesgado intentar un regreso
temporal a México; es preferible quedarse allá incluso si el trabajo es
escaso, la persecución se agudiza y la separación familiar se prolonga.

  Poco puede hacer México por sus trabajadores indocumentados en Estados
Unidos, pero Estados Unidos tampoco parece dispuesto a confrontar realmente
el problema, pues se mueve entre el rechazo a los indocumentados
("violadores de la ley") y la necesidad de retenerlos, pero sin cambiar su
estatus irregular. Y es que por un lado la economía norteamericana está
mal; las cifras oficiales ponen en 13.9 millones a los desempleados. Por
ello, y para personajes como la gobernadora de Arizona Jan Brewer o el
sheriff del condado de Maricopa en ese estado, Joe Arpagio, adoptar una
actitud dura contra los indocumentados significa una ganancia política;
Brewer, Arpagio y muchos otros niegan que su motivación sea racista sino
una actitud legítima para evitar que los indocumentados le quiten empleo a
los ciudadanos norteamericanos y sean una carga para el erario. Sin
embargo, la realidad es que los norteamericanos desempleados no desean
ocupar el lugar de los deportados, (un millón en la administración de
Obama).

  Las Contradicciones. En una sección de The New York Times, titulada Room
for Debate, del 18 de agosto, varios conocedores discuten la viabilidad de
una medida que se estudia en el Congreso en Washington: una que obligaría a
de todos los empleadores en empresas agrícolas a verificar la autenticidad
de los documentos de sus trabajadores y dejar sin trabajo a los
indocumentados. Philip Martin, un economista de California, asegura que si
se pagara a los trabajadores agrícolas el sueldo normal y no el muy bajo
que realmente reciben los indocumentados, el costo promedio para el
consumidor norteamericano de frutas y verduras aumentaría apenas 15 dólares
al año, es decir, el costo de dos entradas al cine. Visto así, prescindir
de los indocumentados debiera ser fácil.

  Sin embargo, Tamar Jacoby, presidente de una organización de pequeños
empresarios, dice que ese argumento es irrelevante: los indocumentados son
importantes no por lo bajo de su salario sino porque son los únicos
trabajadores de los que disponen los agricultores. Ni el aumento del sueldo
ni la mejora en las condiciones de trabajo harían que los desempleados
norteamericanos regresaran a las labores agrícolas intensivas en mano de
obra. Y si nadie levanta las cosechas, la vida en las granjas se vendría
abajo, pero como por cada empleo directo en ellas sostiene otros tres o
cuatro en la escala inmediata superior -vendedores de maquinaria y
fertilizantes, procesadores de alimentos, transportistas, etcétera- y esos
empleos, menos duros y mejor pagados, ya los ocupan norteamericanos. Echar
fuera a los indocumentados no mejoraría la situación de desempleo en
Estados Unidos, la empeoraría. Lisa García Bedolla, de la Universidad de
California, en Berkeley, reafirma este punto con un caso empírico: en
Georgia se endureció la política contra indocumentados, faltaron
trabajadores en los campos y para subsanar el problema se exigió a personas
en libertad bajo palabra, norteamericanos, que se presentaran a ocupar las
vacantes: los así forzados desertaron de inmediato, aduciendo "lo
intolerable" de las condiciones de trabajo.

  Transformar las actividades agrícolas intensivas en mano de obra en
actividades mecanizadas va a tomar tiempo en Estados Unidos. Por eso,
señala Michael J. Roberts, profesor de la North Carolina State University,
si finalmente el Congreso en Washington pasa una legislación que obligue a
los granjeros a verificar los documentos de sus trabajadores, esa
legislación le ganará apoyo a los legisladores, pero con toda seguridad va
a contener loopholes, es decir, cláusulas que permitan a granjeros e
indocumentados darle la vuelta al objetivo de la ley, pues por ahora el
campo norteamericano no puede darse el lujo de prescindir de los
indocumentados. Y lo que pasa en el campo también sucede en otras
actividades mal pagadas y sin prestigio en la vida urbana del vecino del
norte.

  En Suma. Todo indica que los empleadores que los necesitan seguirán
contratando a los indocumentados, pues si socialmente son "indeseables",
económicamente son insustituibles. En el futuro inmediato no se prevé que
se acelere el otorgamiento rápido de visas de trabajo para los que quieren
emigrar ni que se adoptará una legislación que legalice a los ilegales ni
tampoco una que realmente los impida; todo seguirá irregular pues el
prejuicio del votante -para explicarlo hay que recurrir al estudio de las
mentalidades- se contrapone a la necesidad del empleador y los políticos no
resuelven la contradicción. Con leyes como las de Arizona o redadas para
capturarlos a los "sin papeles", la vida del indocumentado se hará aún más
difícil pero el problema persistirá.

¡AMLO 2012!

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