Operativo "Fast and furious" (o como crear un Estado fallido)
22.03.11 | 20:22. Archivado en Análisis y Opinión
Jorge Pérez Uribe / 21 de marzo
“En un mundo interrelacionado los Estados débiles y fallidos representan un riesgo para Estados Unidos y la seguridad global. Además, representan uno de los retos más importantes para la política exterior en la era contemporánea. Cuando el caos prevalece, el terrorismo, el narcotráfico, la proliferación de armas y otras formas de crimen organizado florecen.”(1)
Carlos Pascual. Embajador de Estados Unidos de América en México
Introducción
Adoptando el título de las péliculas de acción, protagonizadas por Vin Diesel y Paul Walker, la Oficina de Control de Tabaco y Armas de Fuego de los Estados Unidos (ATF, por sus siglas en inglés) implementó la operación encubierta Fast and Furious (Rápido y furioso), con la finalidad de pasar hacia México cerca de dos mil armas adquiridas por compradores de cárteles mexicanos.
Este operativo formaba parte de las acciones planeadas en el Proyecto Gunrunner, creado en 2005 por el Departamento de Justicia estadounidense para seguirle la pista a las armas de fuego compradas en tiendas de Estados Unidos que terminaban en manos de cárteles de la droga. Y que al parecer no es sino la punta del iceberg del jugoso negocio de la venta de excedentes de armamento de la industria norteamericana a los cárteles del crimen organizado que operan en México y Centroamérica.
Un ejemplo del apoyo logístico al crimen organizado
La operación Fast and Furious se realizó de manera encubierta aquí y allá; ya que no la conocían las agencias antidroga y de seguridad interior de Estados Unidos y menos aún los legisladores de ese país. Tampoco se dieron detalles o alguna noción general de lo que estaba ocurriendo a las autoridades mexicanas —civiles y militares— involucradas en el combate al narcotráfico y en operaciones binacionales de intercambio de información sensible sobre el tema.
La revista semanal Milenio documenta como se realizo el operativo: “Fast and Furious fue iniciada entre malos augurios. El primero de ellos lo fue el malestar que produjo entre los agentes de la unidad especial de seguimiento, que fue denominada Grupo VII, la que fue creada por el jefe supervisor de la ATF en Phoenix, Arizona, David J. Voth. Los agentes, encabezados por John Dodson, empezaron a deslizar ciertas inconformidades ante su jefe usando un argumento contundente: “Estamos dejando pasar armas de fuego que muy probablemente en unos meses o años van a cobrar vidas aquí o del otro lado de la frontera”, dijeron en su momento a Voth.
La presión entre los agentes fue en aumento en la medida en que el Grupo VII documentaba con detalle las acciones de los dealers, quienes continuaron realizando compras de armas largas y cortas, todas automáticas, a vendedores legalmente establecidos no sólo en las cerca de 12 mil tiendas ubicadas en el otro lado de la franja fronteriza, sino en varios estados del centro y noreste de Estados Unidos. El agente Dodson se fue quedando solo como la voz cantante del grupo de agentes de la ATF inconformes, porque aun teniendo todos los elementos para hacer las primeras detenciones antes de que las armas cruzaran la frontera, las órdenes de más arriba indicaban que la operación Fast and Furious debía continuar.
Entonces Dodson decidió acercarse al senador republicano Charles Grasley, líder del Comité del Senado para Asuntos Judiciales, a quien narró la situación derivada de la operación: sus objetivos, su desarrollo y los pobres y peligrosos resultados que hasta el momento se estaban logrando con su ejecución. Dodson recurrió al senador porque sus inconformidades y las de sus compañeros no sólo eran desoídas por Voth, sino que además, el supervisor de agentes de la ATF les hablaba directamente y enviaba oficios con amenazas veladas por las recurrentes protestas o comentarios negativos hacia la estrategia aplicada.
La operación, cuyo objetivo era ubicar y desmantelar una red de compradores y traficantes ilegales de armas hacia México —especialmente fusiles de asalto AK-47 y Barret calibre 50 mm—, permitió el cruce de al menos mil 765 armas automáticas durante 15 meses. Otras 223 piezas se sumaron al rastreo de la ATF para totalizar mil 988 armas largas y cortas que debieron ser rastreadas en territorio estadunidense y mexicano para dar con cada pieza de la red. Pero la operación fue atorándose, primero en Estados Unidos por problemas burocráticos —como la falta de presupuesto para acciones específicas de Fast and Furious, y la negativa a permitirles escuchas y grabaciones ocultas para dar seguimiento a determinados personajes— y, en México, como era de esperarse, la operación quedó truncada por su carácter secreto, que impedía informar a sus contrapartes mexicanas sobre el desarrollo de las acciones de seguimiento de la ATF.
Tras 15 meses de aplicación, la operación Fast and Furious arrojó una única detención, el 25 de enero de 2011, de Jaime Ávila, a quien sólo se pudo acusar de falso testimonio al haber negado conocer o tener conexiones con grupos de compradores de armas de fuego. A Ávila, quien se declaró inocente de los cargos, se le sigue proceso judicial en cortes federales estadunidenses.
Más caro pagaron los acusadores: para lograr la atención efectiva del Senado, y que ésta a su vez se tradujera en reacciones serias y abiertas hacia la labor de la ATF, Dodson tuvo que asumir el estatus de “denunciante” y revelar a la postre su identidad a fin de darle toda la credibilidad a sus revelaciones sobre Fast and Furious. El agente Dodson sigue en servicio en la ATF, pero reconoce que en cualquier momento lo darán de baja por haber revelado los pormenores de la operación. El Fiscal General de Estados Unidos, Erick Holder, ordenó la semana pasada una investigación a fondo sobre la operación de la ATF y la creación de un grupo de legisladores y expertos para analizar el trabajo reciente de la agencia, sus alcances, su naturaleza y metodologías, así como los logros obtenidos por ésta; al final, de las mil 988 armas de fuego cuyo tráfico ilegal fue permitido por la ATF, se recuperaron 797 que estuvieron involucradas en ejecuciones, enfrentamientos entre sicarios y de éstos con militares y fuerzas federales mexicanas. Otras piezas aparecieron abandonadas o fueron halladas en cateos. La ATF no logró desmembrar, en México o Estados Unidos, a ninguna banda o grupo dedicado al trasiego ilegal de armas de fuego adquiridas dentro o fuera del marco de las leyes estadunidenses.”(2)
Se ha construido el llamado “muro de la ignominia”, en la frontera entre México y Estados Unidos, mismo que tiene como finalidad impedir el paso de ilegales a los Estados Unidos, pero no impide el tráfico ilegal de droga de aquí para allá, ni de armamento de allá para acá.
La Historia nos recuerda como a lo largo de nuestra vida independiente Estados Unidos ha intervenido para apoyar a los gobiernos o caudillos afines a sus intereses, mediante la venta de armamento y el reconocimiento diplomático. Obviamente movimientos insurgentes como el de los “cristeros” (1926 a 1938), nunca recibieron la ayuda logística de la que si gozan los cárteles del narcotráfico; lo que nos lleva a cuestionarnos sobre el motivo de este hecho, -independientemente del beneficio económico por la venta del armamento-: ¿Se trata de poner al gobierno mexicano de rodillas? ¿Se trata de llevar a México a ser un “estado fallido”?
La denuncia de la Iglesia Católica
La misma Iglesia Católica ha denunciado con energía que: “El cinismo de algunos gobernantes de la superpotencia económica y bélica que tenemos como vecino del norte, no tiene límites. Podríamos detenernos a analizar la actitud de algunos gobernadores o legisladores, pero hablemos de lo más cercano: hemos sabido que los comentarios de su embajador en México dicen que ya no podemos controlar la violencia en las fronteras y que está por fracasar la política del gobierno mexicano al respecto. Independientemente de la verdad o no de esta afirmación, más bien deberíamos enterarnos de la responsabilidad que tienen ellos en este grave problema.
¿Podríamos escuchar del mismo embajador alguna expresión de autocrítica, antes que descalificar el enorme esfuerzo que se ha realizado en nuestro país contra el crimen organizado en los últimos cuatro años? ¿Qué han hecho de efectivo en los Estados Unidos de Norteamérica en el mismo lapso para tratar de contener las adicciones y el desordenado consumo de drogas de sus ciudadanos? ¿También están a punto de perder el control sobre esta situación o simplemente no les importa controlarlo? Más grave todavía: ¿Qué hacen para detener el tráfico de armas hacia nuestro país? Se ha comprobado, por ejemplo, que uno de los estados más reacios a la inmigración mexicana, Arizona, es uno de los que más permiten el paso ilegal de armas que vienen a parar en manos de los criminales mexicanos, pero lo mismo podríamos decir de Texas, Colorado o California: ¿Tampoco pueden ya controlar sus fronteras para evitarlo o simplemente no tienen ningún interés en ello?
Desafortunadamente estas armas son las responsables de más de treinta mil muertes de mexicanos en cuatro años, miles de ellos delincuentes, sin duda alguna, pero muchos otros ciudadanos sin ninguna responsabilidad, incluso niños inocentes. Por lo visto, sólo se preocupan cuando algún funcionario estadounidense es afectado por las armas que ellos mismos venden, sin que les represente nada la vida de tantos miles de hombres y mujeres víctimas de su irresponsable actitud ante este comercio infame.
Un país que cierra sus fronteras cuantas veces quiere -con tratados de libre comercio o no- a los productos que representan el trabajo de mexicanos excepcionales (sea el atún, el camarón, el tomate, el aguacate y tantos otros), pero que mantiene todas sus puertas abiertas -las 24 horas del día- al tráfico de enervantes, no debería sentirse ajeno a la violencia que provoca el combate al narcotráfico; más aún, es el verdadero culpable. Por ello esperaríamos una actitud más firme del gobierno mexicano ante los Estados Unidos, y una actitud más digna de su embajador en nuestro territorio” (3)
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(1)Revista Foreign Affairs, julio-agosto 2004
(2) Revista Milenio Semanal, 12 de marzo de 2011, Más furiosos que rápidos
(3) Semanario desde la fe, 15 de marzo de 2011, Editorial
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