El problema de los conflictos armados es que, tarde o temprano, se convierten en polarizaciones, en reducciones al mínimo, en blanco contra negro, bueno contra malo, correcto contra incorrecto. Este juego antitético aparece, tarde o temprano, en boca de los que promueven la batalla, sea para unir a las tropas o para denostar al enemigo. “Estás conmigo o estás contra mí”, resuena en los labios y estalla en los oídos, porque en las guerras no hay puntos medios.
Las declaraciones del Almirante Francisco Saynez deben entenderse bajo esa retórica, la del que ve en la crítica a un enemigo y en la disidencia a un obstáculo. En ese sentido, la sociedad civil estorba para términos militares. Los ejércitos están acostumbrados al orden del aparato castrense, a la obediencia irrestricta y a acatar sin cuestionar. Están entrenados para eso. Pero al entrar en juego en un tablero donde la población también participa, entran en shock. Porque al decir “¡deténgase!” esperan que el civil cumpla sin rechistar, cuando en la mayoría de los casos, volteará a preguntar los porqués. Y en una guerra con tantas dudas como la emprendida contra el narcotráfico, resulta ingenuo creer que no habrá quienes cuestionen en lugar de asentir.
Las organizaciones no gubernamentales son esa piedra en el zapato en una batalla cuya principal apuesta ha sido la militarización. Su participación ha sido importante para que tópicos como la violación a derechos humanos sean tratados con responsabilidad. Por supuesto, en términos de la milicia, estas quejas entorpecen, tropiezan y estorban. Para ellos no es problema de ética sino de logística. En el máximo esplendor del cinismo, el general Carlos Bibiano Villa Castillo lo señaló sin tapujos:
El personal militar está adiestrado para el combate. No se raja. Hemos tenido civiles que a la hora de los chingadazos se les frunce. Antes aquí correteaban a los policías, ahora ni madres, los correteamos a ellos y donde los alcanzamos los matamos. Aquí hay que romperle la madre al cabrón que ande mal.
Es claro que, ante tantas pausas forzadas por culpa de la ONG, venga el ataque. Saynes ha dicho que el narcotráfico manipula a estas asociaciones para desprestigiar a las fuerzas armadas. Y, sin desearlo, ha terminado por manchar más la imagen con una dosis de intransigencia y cerrazón. Menciona que, mediante engaños —porque, ¡oh, pobre sociedad ingenua!— orientan estos movimientos sólo hacia el daño a las instituciones. Ante el señalamiento, las organizaciones se han levantado de la mesa para suspender el diálogo, en un escenario que no beneficia a nadie.
No, Almirante Saynez, las ONG no están del lado de los narcotraficantes. En su inmensa mayoría, son grupos que presionan por las causas que consideran justas. Lo que es cierto es que hay un componente de hartazgo que es imposible de ignorar, un resentimiento contra una estrategia que suma más muertos que éxitos palpables. Podrá acusárseles —si quiere— de torpeza política, pero hay un trecho enorme de eso a la criminalización. Porque si los mismos civiles somos parte del problema, ¿a quién están protegiendo de qué?
No, Almirante Saynez: las ONG no están del lado del crimen organizado escrita en Vivir México el 28 July, 2011 por Pepe Flores
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