30 de julio de 2011

MARTÍN VELEZ: EL GATO MAURICIO Y LOS INDIGENTES EN HERMOSILLO.

EL GATO MAURICIO Y LOS INDIGENTES EN HERMOSILLO.

Mauricio se llamaba el gato de la tía Blanca. Era un gato gris, no por falta de talento gatuno; su pelo todo era de ese color. Como buen gato, era de caminar garboso y lento; pero era raudo cuando acometía sus ratoniles obligaciones de caza, o cuando acosaba a alguna gata ronrroneadora. Mauricio era atendido a cuerpo de rey. Todavía no se inventaban las croquetas, así que Mauricio le entraba con esmero a los restos del caldo de hueso preparado por la tía Blanca. ¡Qué caldos eran aquellos! Definitivamente, Mauricio era un gato feliz, o al menos no tenía motivos para no serlo.
Pero una mala tarde, Mauricio habría de comprender que ninguna felicidad dura para siempre. Esa tarde el tío Antonio llegó a bordo de “La Loca”, que así se llamaba su troca, pero no llegó solo; en la caja de “La Loca” traía un cachorro pastor alemán. Los primos se entusiasmaron con su nueva mascota; le llamaron Hércules. Había llegado el nuevo rey. El perro Hércules, que era muy perro, entró por la puerta; la felicidad de Mauricio salió por la ventana.
Las relaciones entre Mauricio y Hércules nunca fueron buenas. Cualquiera diría que pertenecían a tribus perredistas rivales. Hércules era un perro doble cara: era todo juego, todo gracia con los primos, que no tardaron en encariñarse con él; pero en tratándose de Mauricio, Hércules era una fiera incontenible, era, pues, perro como él solo. Con los primos era Hércules, con el gato era herculero.
La situación se fue saliendo de control. Las relaciones entre el par de cuadrúpedos se fueron violentando (les digo, eran perredistas). La casa de la tía Blanca, como las de antes, era grande; pero resultó pequeña para los dos. Un día funesto, la tía Blanca tomó una decisión que quiso ser salomónica: sobras tú, le dijo al gato Mauricio.  
Y sí. Aquel domingo subieron a Mauricio a “La Loca”, o sea la troca. La numerosa prole de la tía Blanca y el tío Antonio, a bordo de la troca loca, agarró monte con rumbo al Canal Alto (*). Así fue que Mauricio fue abandonado a su suerte en medio del monte. Con tal de que regresara la paz a aquella casa, Mauricio fue abandonado a muchos kilómetros de distancia, lejos de la mancha urbana de Cd. Obregón.
Hércules, entonces, quedó como amo y señor. Pasaron uno, dos, tres, muchos meses. Mauricio se convirtió en un habitante del olvido. Hasta que un día, al abrir la puerta de su casa, la tía Blanca se encontró con un bulto de pelo gris. Ahí estaba Mauricio, bueno, lo que quedaba de él. Le faltaba un ojo, había perdido gran parte de su pelambre, antes lustroso, estaba flaco hasta los huesos, sus patas temblorosas apenas lo sostenían. Daba pena aquel animal; y cuántos remordimientos llegaron con su regreso.

El gato Mauricio regresó, pero lo hizo sólo para morir. Nunca se recuperó; duraría acaso un mes, cuando estiró sus cuatro patas pardas para siempre. Pero, con la hazaña de su regreso, Mauricio se ganó un lugar en la memoria familiar. Ahora es, y para siempre, un gato inolvidable.
Disculpará usted, amable e imaginario lector, esta larga introducción de gatos y perros. Esta historia que el tecleador quiere relacionar con la suerte que espera a los indigentes que abundan en las calles de Hermosillo. Pues la noticia de estos días es que el Ayuntamiento pretende retirarlos de la vía pública.
No crea Usted, lector, que Hermosillo es una gran ciudad que ha dispuesto una solución al problema de la indigencia. Ni por asomo piense que se  han construido albergues y comedores, tal como los hay en Nueva York, en París, y hasta el la Ciudad de México. No crea, usted, que se han construido nuevos hospitales psiquiátricos para atender el drama humano que hay en cada persona “en situación de calle”. No. Lo que importa al gobierno municipal  es que esas personas, esos seres humanos ¡dan muy mal aspecto! ¡perjudican la imagen de la ciudad! El delito es grave: fealdad reincidente.
Por eso la pregunta cobra pertinencia ¿Qué van a hacer con aquellos indigentes que “retiren” de la vía pública? ¿Los van a tirar en el monte, como al gato Mauricio? ¿Dispondrán de cámaras de gases y crematorios, como recomendaba el alemán del bigotito? ¿Les rociarán gasolina y les prenderán, como hacen los narco juniors sinaloenses? ¿Qué harán ustedes con ellos, señor y señora Gándara?
Dice el encargado de “retirarlos” que los arrestarán 36 horas. ¿Y luego, señores Gándara? ¿Otras 36 horas? ¿Y luego? Y todavía hay quién dice que la derecha no existe. ¡Eso es la derecha! La derecha gobierna con una sola neurona, una neurona que se preocupa por la “imagen urbana”, una neurona estilo Shakira: ciega, tonta y sordomuda.
Martín Vélez

(*) Ese canal cuyas aguas, que bajan del Novillo, y luego del Oviachic, son motivo actual de envidias, enconos, y abierto enfrentamiento entre sonorenses. Todo por que el gobernador Padrés se quiere comer esa tuna con todo y espinas. Mala idea, se espinará la boca, luego la garganta, luego el esófago, y así, hasta llegar a donde las arañas tejen su nido.


¡AMLO 2012!

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