Judith Torrea: la reportera alegre en el infierno de Ciudad Juárez
México | Ciudad Juárez | Judith Torrea
Imagen de archivo de Judith Torrea
Mundo | Agustín Rivera - 03/07/2011 (06:00h)
El infierno despierta a las seis de la mañana con el cielo más bello posible. Avanzan las horas y el azul intenso se va tiñendo de rojo, de horror. Los muertos. Entre 6 y 27 diarios. Es Ciudad Juárez, la urbe más peligrosa del planeta, el escenario de trabajo de Judith Torrea (Ilarregui, Navarra, 1973) desde hace 14 años.
Medir 1,82 centímetros y ser la única periodista extranjera no ayuda para cubrir crímenes, seguir el rastro de los fallecidos y familiares y denunciar la ruta del narcotráfico. Poco le importa. Tras ganar el Premio Ortega y Gasset y el BOB-Reporteros Sin Fronteras, el Óscar de los blogs, esta bloguera sigue contando las historias desde su querido Juaritos en su primer libro, Juárez en la sombra (editorial Aguilar), idéntico nombre de su galardonada bitácora.
En la obra, subtitulada Crónicas de una ciudad que se resiste a morir, busca “el porqué de las personas y las cosas”. La narración mantiene un ritmo de balacera y precisa contando cómo le atrapó la “alegría por vivir de los juarenses, que disfrutan la vida como un instante fantástico que se puede acabar en cualquier momento”. Aunque este modo de vivir (¿sobrevivir?) sufre de grandes riesgos y sacrificios. No practica la natación (“antes nadaba todos los días”) y no camina por la calle, “ni para ir a comer tortillas frente a mi casa”.
“Soy muy localizable. La gente me conoce. Las autoridades, también. Lo que intento es no tomar riesgos en mi vida personal. Cuando termino de trabajar nunca voy por la noche a cenar porque los pocos restaurantes que quedan abiertos están vacíos y son muy peligrosos”, narra la periodista a El Confidencial tras degustar coquinas y fritura de pescado en la calle Comisario de Málaga.
Judith Torrea recala en la ciudad andaluza para asistir al simposio para las tecnologías para la acción social que organiza la Fundación Cibervoluntarios. Sorprende por lo que cuenta y cómo lo cuenta. Jamás con suficiencia. Siempre con pasión. Su silueteada boca grande y labios rojos conceden espacio para sonrisas y carcajadas. También compromiso por un territorio y compasión por los débiles, por los más necesitados, como heredera contemporánea de uno de sus grandes referentes en la profesión: Kapuscinski. “No lo conocí por muy poco”, se lamenta.
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