Con analogías bélicas y religiosas, Calderón se compara con Churchill
Arturo Rodríguez García
MÉXICO, D.F. 13 de mayo (apro).- El presidente Felipe Calderón retomó los reclamos airados contra sus críticos, advirtió que combatirá a los criminales --a los que consideró peores que los nazis-- con “la fuerza y la fortaleza de Dios”, y se asumió como Winston Churchill, el estadista británico, pues como aquél contra los nazis, advirtió que lo único que él busca en su propia guerra, es la victoria.
Atrás quedaron los llamados al diálogo a los organizadores de la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad; también, el rechazo a que su estrategia contra el narco haya sido bautizada por él como “una guerra” y, la atención a los llamados de organismos internacionales que en los últimos días han señalado las violaciones a derechos humanos. Hoy, Calderón sostuvo que su gobierno es humanista.
El contexto era propicio. Tras las marchas y reclamos ciudadanos, así como de organismos internacionales, al mandatario lo arroparon aquellos que encontraron empleo en su gobierno: el gabinete en pleno, los funcionarios más destacados de su gobierno, los delegados de las dependencias federales en los estados, fueron convocados hoy a un ágape presidencial.
La comilona fue en el Centro Banamex de esta ciudad, en un salón utilizado los domingos por la congregación evangélica Casa Sobre la Roca, vinculada con el mandatario y cuyos dirigentes son funcionarios panistas.
A ellos, los funcionarios panistas del país reunidos hoy, en un discurso de 45 minutos y con marcada entonación de predicador, Calderón les pidió difundir los logros de su gobierno y, especialmente, que está peleando por los mexicanos, confrontando y venciendo a los criminales; y luego, asumió otro aspecto bíblico en su discurso, como en la parábola del Buen Pastor:
“Que el miedo que siembran aquí (los criminales), cae en tierra infértil, porque estamos decididos a rescatar a nuestro pueblo y a nuestras familias y a nuestro México, de las garras de la criminalidad.”
Luego, con analogías bélicas, prosiguió justificando su guerra. Por ejemplo, dijo -como lo hizo el pasado martes en Nueva York al criticar la invasión de Estados Unidos a Irak--, que su gobierno no está enviando tropas a otro país, sino que sus tropas, sus soldados, marinos y policías federales, están aquí luchando por México.
A cada expresión del presidente, los funcionarios rompían en aplausos.
En el contexto de la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezada por el poeta Javier Sicilia, realizada el domingo pasado, Calderón había lanzado severos reclamos a sus críticos, acusándolos de atacar a su gobierno y a las fuerzas armadas, “de buena o de mala fe”; pero de repente, el jueves 5 de mayo, asumió un discurso conciliador y el lunes 2, invitó a los marchistas a dialogar.
Hoy reincidió en su postura original ante la crítica: la calificó de “titubeante” ante el crimen; hasta confesó sentirse acosado, se comparó a sí mismo con Churchill en su papel previo a la Segunda Guerra Mundial y, a los criminales, con los nazis:
“Cuando Winston Churchill era, también, acosado y señalado en medio de un mar de titubeos, de una corriente de opinión titubeante de las decisiones de aquellos terribles años del 39 y del 40; cuando, al igual a Churchill le exigían, incluso, y no sólo insinuaban, que lo mejor que podía hacer era ignorar el avance de los nazis, incluso, someterse a ellos. Cuando le exigían cuál era, precisamente, su política o su estrategia, Winston Churchill hablaba así a su pueblo y a su Parlamento:
“Ustedes preguntan cuál es nuestra política y nuestra estrategia. Y yo diré: Es combatir por mar, tierra y aire, con toda nuestra fuerza y con toda la fortaleza que Dios pueda darnos. Luchar contra una tiranía monstruosa, nunca rebasada en el catálogo lamentable de los crímenes de la humanidad. Esa es nuestra política y esa es nuestra estrategia.
“Y ustedes preguntan: Y cuál es el objetivo, qué buscas. Puedo contestar con una sola palabra, decía Churchill: ‘La victoria. La victoria sin menoscabo del terror, la victoria cuan largo y duro pueda ser el camino para alcanzarla, la victoria, porque sin victoria no hay futuro para Inglaterra’.”
La arenga de Calderón también fue motivacional: Llamó a sus funcionarios reunidos a asumirse como factores de cambio, a ejercer el poder del gobierno y a difundir que ese cambio es producto de su gobierno. Básicamente, Calderón expresó que quiere ser recordado “como un punto de cambio, como un punto de inflexión, como un gran esfuerzo de transformación en todos los ámbitos de la vida nacional”.
También, les dijo que deben ser “los ojos y los oídos” del gobierno, y que deben denunciar hasta a sus compañeros y amigos que sean deshonestos.
Una y otra vez, Calderón insistió en que hay ataques, calumnias; y les ordenó a sus funcionarios --alzando la voz--, a defender al gobierno de la República.
Apocalíptico, les dijo:
“Les instruyo también de que sean portavoces de una señal, de un mensaje de esperanza y de una información que es fundamental que la conozcan las mexicanas y los mexicanos en todo el país”, esto ultimo en alusión a que su gobierno sea percibido con “justeza”, pues afirmó que la ciudadanía debe saber la verdad. Esto es, según el mandatario, “saber y reconocer lo que se hace”.
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