5 de marzo de 2011

Ema, ¿feminicidio o violencia doméstica?

Ema, ¿feminicidio o violencia doméstica?: "
Guadalupe Lizárraga*

Citlali Guerrero, diseñadora gráfica en Los Ángeles, recuerda a Ema. Una supervisora de no más de veinte años de edad, que laboraba en una maquiladora de Ciudad Juárez. Era mayo de 1988, tiempo en que ya se perpetraban los primeros feminicidios, sin ser todavía parte de espectáculo sangriento de los medios, ni tema de legitimidad lucrativa para las autoridades por el Día internacional de la mujer.

Ema era una morena sonriente, delgada, de baja de estatura, pelo oscuro, y rostro afinado, “muy trabajadora”, cuenta Guerrero. “Nos hicimos muy amigas, porque trabajábamos juntas en la misma maquiladora como supervisoras. Ella vivía muy lejos de ahí, atrás de unos cerros, en un camino empolvado, sin pavimento. Yo llegué a insistirle en que se cambiara a un lugar más cercano, pero su esposo no quería”.

Guerrero se refiere a la zona de Nuevo Hipódromo, un vecindario miserable, repleto de casas de concreto, en las afueras de Juárez, donde después aparecerían otros cuerpos de mujeres.

“Ema llegaba al trabajo muchas veces golpeada. Yo, por hacerle la vida un poco más ligera, le decía «Ema-toma», en relación a los moretones del rostro que no podía disimular con el maquillaje”, continúa Guerrero. “Y nos reíamos, pero mis bromas intentaban hacerle conciencia de que estaba en peligro. Ella era muy reservada y hablábamos de todo, menos de «eso».”

Las maquiladoras funcionaban con horarios de 24 horas, y las jornadas, en las líneas de montaje, eran de diez y doce horas. Algunas todavía operan de la misma manera, y el acoso sexual a las trabajadoras era “pan de todos los días”, dice Guerrero. Trascendía también que las trabajadoras tenían que mostrar su toalla sanitaria para confirmar que no estaban embarazadas y que podían continuar en la fábrica.

“Varias veces nos quedamos, Ema y yo, hasta muy tarde conversando en algún bar sobre todos estos problemas de la fábrica. Y cuando le insistía en llevarla de regreso a su casa, porque ya era entrada la noche, ella nunca aceptó. Incluso, le ofrecía que se quedara a dormir en mi departamento, para que no hiciera toda la travesía, pero ella ni siquiera lo pensaba. Le tenía miedo a su esposo. Y me partía el alma, de saber que al llegar con él, volvería a golpearla”.

“Un día Ema faltó al trabajo. Al día siguiente también. Al tercer día, pregunté por ella, si se había reportado enferma o porqué no venía. Nadie sabía nada. Nadie quiso decir nada. En esa semana, mi corazón andaba con susto por ella, hasta que una de las trabajadoras, un par de días después me dijo: «A Ema la mataron, dicen que por su casa». Nunca se investigó si fue el esposo, si fue alguien más. Nada. Y no fue la única. Como supervisora me enteraba: las jovencitas empezaban a desaparecer sin más explicación que un «dicen que la mataron». Y sus cheques de la semana eran enviados a sus familias”.

La violencia doméstica en Ciudad Juárez ha sido uno de las justificaciones más recurrentes para que las autoridades ignoren los casos de mujeres asesinadas. Al juzgar el caso como asunto de violencia entre la pareja, se evita la investigación y los asesinatos quedan impunes, envueltos en una maraña de terror. La impronta de los feminicidios en Ciudad Juárez se creó desde 1993, cuando aparecían los cuerpos destrozados de mujeres, con rostros totalmente desfigurados. Pero para entonces, ya habían desaparecido varias.

Ema, como muchas jóvenes, no existe en el registro de las estadísticas de los feminicidios, ni hay fotografía de su rostro. Forma parte de un montón de casos de identificados sin investigación judicial como "violencia doméstica" y no como parte de los feminicidios a los se les asocia con las mafias de trata de mujeres. Los apellidos de Ema, se guardan en el anonimato por su familia que, como Citlali Guerrero, prefiere guardarla en su memoria. Hoy sale a luz sólo como un acto de justicia simbólica, porque la justicia del Estado, nunca llegó a su casa.


*Este texto forma parte de un conjunto de casos y anécdotas que intentan recuperar la historia de nuestras muertas anónimas.
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¡AMLO 2012!

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