22 de marzo de 2011

CHIHUAHUA: Con una conciencia más

Con una conciencia más
Luis K’Fong

Me vio con ojos de verdadero dilema. Fue poco el tiempo, pero a mí me parecía demasiado largo, los semáforos no perdonan y los autos en movimiento menos. Así que le volví a insistir:

—Entonces… ¿se lo pegamos, señora?
—Mire, mejor démelo —simultáneamente me extendió una moneda de diez pesos y me explicó—. Es que yo no le pego nada a mi carro, me parece naco. Pero quiero ayudarlos, me lo llevo y lo pongo en el aparador de mi negocito ¿sí?
—Órale —entregué el engomado de No más Sangre, extendí mi bote ranurado para que introdujera su cooperación y cerré uno de los tantos tratos que hicimos en el crucero de Juán Escutia e Industrias este sábado 12 de marzo de 2011.
Luego me fui pensando a parapetarme en el camellón que compartimos con trabajadores de la franela y la botella con agua enjabonada. Mis camaradas, todos más jóvenes que yo y con mejores recursos corporales y energéticos, ya habían atendido a la totalidad de automovilistas que hicieron el alto y formaron nuestro grupo de interés por uno o dos minutos, lo que dura el cambio de luces.
“Fue duro para ella” me dije a mí mismo. En otros tiempos, mucho más luminosos que los actuales, el abigeato —robo de ganado mayor— era mucho más castigado que, por ejemplo un homicidio cruzado por la pasión de los celos o la ofensa al honor; es decir que una vaca, un burro o un caballo valían más que una mujer sorprendida en adulterio.
“Los tiempos han cambiado—me seguí diciendo—: ahora los automóviles valen mucho más que las mujeres, aunque confieso no sé si menos o más que las vacas.
Lo cierto es que el robo de automóvil es punido con un rigor que para mí es exagerado, nada más y nada menos que con la pena de muerte, y ésta aplicada sin haber ganado ni siquiera una batalla legislativa; un consenso expreso o un programa de partido triunfador, espurio o no…
Pero tácitamente así se razona: “pueden haber todos los feminicidios que se quieran, siempre habrá una manera de justificarlos: ‘en algo andaba’, ‘ella misma se expuso al salir a esas horas’, ‘se juntaba con malandrines, ¿qué podía esperar la poetiza?’, ‘de activista, nada. Movida, eso sí, movida’… y así, hasta que las náuseas no le permitan a uno seguir leyendo.
“Ah pero que no vean a alguien circulando en un auto con-reporte-de-robo, porque sin averiguación previa ni póstuma, todo mundo tiene derecho a dispararle, como a los abigeos en el lejano oeste —vivos o muertos—, para cobrar la recompensa que en la actualidad no es más que la aprobación de las llamadas buenas conciencias… o quién sabe… igual y alguien está pagando para hacer la limpia”.
Por fortuna, la señora del cuento que ya se nos hizo largo dudaba: ¿qué será superior? ¿la pintura de mi elegante y tentador automóvil o la inútil, desperdiciada y malbaratada vida de los presuntos —porque luego de muertos ya nadie se preocupa por probar nada— malandros ejecutados día con día? Salomónica, recibió el engomado sin ensuciar su parabrisas y mucho menos su carrocería y apoyó nuestra campaña en contra de la muerte violenta.
Al resto de camaradas les fue mucho mejor, volteo y veo los parabrisas defensas y hasta cajuelas con el engomado “No más Sangre”, gritan ahora muchos carros con su trasero.
Por eso al otro sábado, el 19 de marzo de 2011, repetiremos ese crucero —repito: el de Industrias y Juan Escutia—, llegaremos a las 4 de la tarde, extenderemos la manta, sacaremos los volantes y los engomados. Con otra conciencia que hagamos dudar nos daremos por satisfechas y satisfechos.


¡AMLO 2012!

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