CALDERON VS PASCUAL
por Dolia Estevez Nenninger
El encuentro Obama-Calderón, el quinto desde 2009, según el tablero de Presidencia, se armó cuando Hillary Clinton visitó Los Pinos el 24 de enero. En esa ocasión, Calderón comunicó a Clinton su profundo malestar por la forma negativa en que Pascual describe al gobierno mexicano y muy particularmente a la Sedena en los cables de WikiLeaks. Clinton dijo a Calderón que Washington no puede substituirlo por el asunto WikiLeaks, pues sentaría precedente y tendría que cambiar a 100 embajadores más.
Pero no lo convenció. En reciente entrevista con El Universal, Calderón volvió a la carga. Las comunicaciones de WikiLeaks firmadas por el embajador estadounidense, alegó, han “hecho mucho daño” y acusó a Pascual de ignorante. Remató diciendo que lo que el presidente de México hace o no hace, no es de la incumbencia de “ese señor”.
El comentario sorprendió en Washington, por “bajo” e “inapropiado para un presidente”, se dijo. Sabido es que entre Calderón y Pascual nunca ha habido química. En año y medio que lleva de embajador, Calderón no lo ha recibido una sola vez. WikiLeaks fue la gota que derramó el agua. Hasta ahora, la rabieta del panista no ha surtido efecto. No hay que ser vidente para adivinar el destino que correría el embajador mexicano si Obama lo acusara públicamente de patán e ignorante. Pero, en el caso de Pascual, es improbable que Obama lo destituya para complacer el berrinche de un presidente lame duck.
Primero se va Calderón que Pascual. Como sea, no deja de ser paradójico que en la llamada era de la “responsabilidad compartida”, en la que según los gobiernos el dialogo bilateral ha alcanzado niveles sin precedente, el emisario de Obama a México tenga clausuradas las puertas de Los Pinos.
La columnista fue formada en la escuela de cuadros del troskista-cuaquero Lyndon LaRouche Jr, casó con su guarura, es cuñada de Ceci Soto de Estevez,
primas del comediante Charly Sheen Estevez; y Dolia es la corresponsal en Washington DC de Carmen Juana de Arco Aristegui, todas ellas agentes del
magnate Carlos Slim,
co-dueño entre otros de
The New York Times.
Como en la película clásica Casablanca, las autoridades mexicanas, imitando al corrupto capitán Renault, reunieron a los sospechosos de siempre. Con moretones y heridas en el rostro, testimonios de los golpes que recibieron para que “confesaran” haber asesinado al agente estadounidense Jaime Zapata, una célula de zetas, bajo el mando de El Piolín (Tweedy, traduce la prensa de EU), fueron exhibidos como trofeos de la eficacia primermundista de la Sedena en la lucha contra el crimen organizado, la misma que cuestionó el embajador Carlos Pascual en los cables secretos de WikiLeaks. El Piolín y su pandilla, dijo el coronel Ricardo Trevilla, vocero de la Sedena, no sólo son los presuntos asesinos materiales del aduanero, sino admitieron haber “confundido” la camioneta en la que viajaba con el vehículo de un cartel rival. ¿Si El Piolín confesó haber ejecutado a Zapata, por qué cuando fue arraigado por un juez no se le fincó el cargo de homicidio?
La espectacular noticia, avalada por la PGR, coincidió (¿o la hicieron coincidir?) con el anuncio de la entrevista de Felipe Calderón con Barack Obama en Washington. Tan oportuno resultó el momento de las detenciones que Calderón llamó de inmediato a Obama para darle las buenas personalmente. Pero más tardó Obama en colgar que los escépticos en disputar la versión mexicana. El congresista republicano de Texas Michael McCaul, fue al grano: “no me creo el cuento de que fue confusión. Nuestra estrategia (antidrogas), no está funcionando. Y si los traficantes ganan, vamos a terminar con un Estado fallido en nuestras puertas”. Phill Jordan, ex director de EPIC de la DEA, secundó: “los narcos no conducen autos con placas diplomáticas. Me gustaría saber si El Piolín rindió voluntariamente la ridícula declaración de que fue confusión. Desde los días de Pancho Villa, el gobierno mexicano no ha resuelto un asesinato, ¿y de repente, en sólo tres o cuatro días, resuelve el homicidio de Zapata? No me la creo”.
El show de El Piolín puso al descubierto, por quincuagésima vez, la duplicidad, parcialidad y politización de la disfuncional justicia mexicana. Cuando los muertos son activistas, periodistas, estudiantes o ciudadanos mexicanos promedios, nadie hace nada. Pero cuando es un agente del gobierno estadounidense, ni Sherlok Holmes supera la destreza de los mexicanos para encontrar o fabricar culpables.
Dolia Estévez Today 03.03.11
¡AMLO 2012!
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