El agua del molino
Luis K’Fong
En una conversación en la que ni siquiera era parte, oí:
—¿Por qué no viniste a la Kaminata del sábado?, ¿que no estabas muy indignado por el feminicidio de Maricela?
—No, pues yo no le caí porque, ¿qué tal si alguien se aprovecha y lleva agua a su molino?
“Hacer el juego”, “llevar agua al molino ajeno”, “engordar el caldo”, “sacar las castañas del fuego con la mano del gato” y otras expresiones que seguramente han de haber, pero que no conozco, dan cuenta de un verbo ahora muy conocido, tanto que creo que se ha vuelto un lugar común: manipular.
La Tv, las buenas conciencias, el sentido común y a veces hasta los mismos políticos, han dicho y repetido una y mil veces que cualquier acto colectivo, de preferencia los que salen a la calle a protestar, son actos perversos y malignos de manipulación.
No lo demuestran, claro está, pero con cuanto recurso encuentran a la mano, filtran la idea de que, de seguro, anda por ahí algún “pseudo líder”, “lidercillo”, “lidereza”, “grillo”, o vaya usted a saber qué cosa peor que quiere llevar-agua-a-su-molino. Y ahí lo dejan, la paranoia natural de cada quién y la nefasta experiencia en esto de hacer política desde arriba hacen el resto.
Pues bien, yo ahora no voy a defender las marchas, kaminatas, mítines, protestas, plantones, volanteos, brigadas y performances negando esta posibilidad. Ahora quiera hacer un ejercicio distinto:
Supongamos, sin conceder —como dicen los abogados— que a nuestras kaminatas haya llegado un abusón de ésos que dicen que pululan en las concentraciones; supongamos también que quiera ser diputado y que en su imaginación piense que si se le ve kaminar con nosotros el partido o la cúpula de su partido va a voltear a verlo…
¿Y…?
Si consigue sus fines, efectivamente, nos habrá utilizado. Pero en el camino ¿no habrá puesto él su propia persona, el posible prestigio que tenga, recursos y discursos para nutrir nuestra causa?
La cuestión ahora se nos plantea en la forma clásica de los dilemas: si voy a la kaminata, le-hago-el-caldo-gordo-a; si no voy, continúan las matanzas, el gobierno fortalece su idea de que está bien, desprestigio los intentos colectivos y…
O sea que de todos modos perdemos.
Visto de otra manera, si voy a la kaminata, pongo mi grano de arena para detener la barbarie, doy la impresión de unidad en la protesta al estado y éste comienza a considerar que no las tiene todas consigo…, mientras que si no voy, detengo las nefastas intenciones del manipulador/abusón que anda ahí.
Es decir, de las dos formas gano.
Mi problema ahora se ha transformado y se plantea así: si de todas maneras pierdo, ¿cómo pierdo menos?; o bien, si de todas maneras gano, ¿cómo gano más?
Si todavía no ha dejado de leerme, usted hará su elección y nosotros la vamos a respetar.
Pero déjeme compartirle la mía: prefiero kaminar, así ganaré —cuando menos— la satisfacción de decir después: “lo hicieron sin mi consentimiento”, “jamás se mató a alguien con mi anuencia o paciencia”, “cuando vinieron por ellos, yo estaba ahí intentando decir que no; ahora que vienen por mí, exijo que salgan a defenderme los que queden”.
—¡Pero le-sacaste-las-castañas-del-fuego-a! —podrán gritarme. Y sin problemas, contestaré:
—Quién sabe… kaminando aprendí a discutir con los míos, a decidir, a consensar, a construir la unidad. Cuando conseguimos más o menos hacer esto, ya no había posibilidad para los oportunistas… ni siquiera para los verdaderos líderes, porque nosotros comenzamos a gobernar nuestra kaminata colectiva y democráticamente, tal cual gobernaremos el país y el globo, cuando consigamos la unidad de las y los de abajo.
¡AMLO 2012!
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