Revista EMET. Plenitud en la verdad
Presidente Lula a Chávez: Hicimos en 8 años tres veces más que lo hecho en cinco siglos
Brasil sí que avanza en serio
martes, 02 de noviembre de 2010
Mientras Brasil demostró con hechos por qué es ya el país líder de América Latina, y realiza un proceso electoral demostrativo de sus firmes avances democráticos, sin alharacas propagandísticas, en México vamos con paso firme a convertirnos en la nación más injusta y desigual del subcontinente. Afirmarlo no significa complacerse en criticar al país, como le gusta decir a Felipe Calderón de sus críticos, sino por hacer hincapié en el imperativo de que el Estado sirva a los intereses de la nación, no sólo a los de una selecta minoría. Al ganar la segunda vuelta con 56.05 por ciento de los votos, Dilma Rousseff se convierte en la primera presidenta de Brasil, la tercera en el Cono Sur, lo que favorece avances en materia de género que mucho habrán de contribuir al fortalecimiento de la sociedad.
Llama la atención la transparencia y legitimidad del proceso electoral, que contrasta de manera notable con las últimas elecciones en México, marcadas por signos retrógrados que patentizan el desinterés de las elites en favorecer un progreso no sólo más dinámico, sino más equitativo, como ha estado sucediendo en Brasil en los últimos diez años. Caminamos en reversa, razón por la cual somos ahora la vergüenza de Latinoamérica, cuando debería ser al contrario por el portentoso pasado de México, y porque ocupamos el segundo lugar en materia demográfica. La vecindad con la principal potencia del mundo debería ser también un factor favorable a los mexicanos, pero en los hechos es todo lo contrario, porque la burocracia dorada sólo se preocupa por mantener viva y provechosa su alianza con la elite empresarial.
Los países del Cono Sur avanzan con paso firme hacia mejores niveles de vida, en un marco de libertades democráticas, porque los asuntos públicos están manejados por verdaderos políticos con sensibilidad social, no por burócratas y tecnócratas sin compromisos con la sociedad, como en México. Brasil es ahora lo que fue nuestro país en las décadas del desarrollo estabilizador, con la gran diferencia de que el sistema político mexicano se fincó sobre bases corporativas, no democráticas, como sí está sucediendo en la inmensa nación sudamericana. Brasil es la admiración del mundo y el presidente Lula pasará a la historia como un gran estadista. Mientras que México se sumerge en el descrédito mayúsculo por la incomparable violencia e inseguridad que son su principal característica en la actualidad.
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