3 de noviembre de 2010

ELECCIONES VECINALES: SIMULACIÓN DEMOCRÁTICA

ELECCIONES VECINALES: SIMULACIÓN DEMOCRÁTICA

“El mérito está en hacer lo que se debe, no lo que se puede.”
Séneca.

Por: José Alfonso Suárez del Real y Aguilera.

Gracias al otorgamiento de facultades legislativas a favor de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, en 1995 este órgano de representación ciudadana pudo emitir la primera Ley de Participación Ciudadana, en cuyo cuerpo se contempló la sustitución de la antigua red vecinal de 1977, por la elección de Consejos Ciudadanos por Delegación.
El espíritu libertario que campeaba en esa primera legislatura capitalina llevó a reconocer un alto grado de politización de los habitantes del Distrito Federal, y con base en ello se contempló que la estructura vecinal se ciudadanizara, en consonancia con la pluralidad social de la capital y por ende explícitamente se prohibió la participación de los partidos políticos en la conformación de planillas de candidatos y en cualquier paso del proceso electoral.
Evidentemente este “candado” fue hábilmente burlado por los institutos políticos, quienes encontraron la manera de intervenir y colocar candidatos y planillas “a modo” para fortalecer sus estructuras electorales. La jornada del 12 de noviembre de 1995 fue calificada de  “parodia electoral”.
El abstencionismo se ubicó en el 79% del padrón electoral y de los sufragios depositados un 20% de ellos fueron anulados por los participantes, quienes así patentizaron su repulsa al amañado proceso.
Años más tarde, en 1999 y bajo la figura de Comités Vecinales la contienda electoral repitió, con mayor número, el desencanto y rechazo social. En esa ocasión la participación vecinal descendió a tan sólo el 9.5% y el número de votos anulados se ubicó en un 22%.
El 18 de febrero de este año, un grupo de vecinos promotores de la democracia participativa,  alertamos a los legisladores y a las autoridades sobre los riesgos que conllevaría repetir aquellos añejos errores.
A través de la Red Vecinal, planteamos la urgencia de generar un proceso transparente y equitativo cuya premisa básica fuese el respeto irrestricto a la autonomía vecinal por parte de las autoridades y los legisladores a efecto de generar certidumbre y que la confianza vecinal se tradujera en una participación convencida de los ciudadanos en las urnas.
En aquella ocasión condenamos la “simulación de participación democrática”, que caracterizó a los dos procesos del siglo pasado, y en el que a la postre se reconoció  representatividad a planillas “apadrinadas” por partidos, y ganadoras con tan sólo un 5% de votos a su favor de una ya por sí exigua votación general.
Para el proceso de 2010 exigimos mecanismos abiertos y candidaturas transparentes de representantes de organizaciones vecinales, de ciudadanos independientes y de partidos políticos, y consideramos que la legislación y la autoridad debían de garantizar la igualdad de condiciones para los candidatos en recursos sin importar origen y procedencia, lo cual, consideramos, debía obligar al legislador a decretar un código de ética, topes de campaña y a garantizar un proceso electoral ágil y concreto.
El resultado del proceso del 24 de octubre nos demostró una vez más el enorme abismo que separa a la clase política de la sociedad civil. Pese a las puntuales advertencias y a las razonadas concesiones de las organizaciones vecinales para abrir la participación de candidatos de partido en igualdad de circunstancias al resto de los candidatos, la elección vecinal de 2010 calcó todos y cada uno de los vicios denunciados desde hace casi tres lustros.
Sólo el 8.9% del padrón acudió a sufragar, es decir 1 de cada 100 habitantes de la capital de la República asistió a un proceso que nos costó $ 75 millones de pesos, monto por cierto exorbitante para tan magros resultados.
Quienes en febrero de este año vaticinamos esta debacle democrática, alertamos que la misma pondría en evidencia, una vez más, la incapacidad legislativa, partidaria y gubernamental de hacer lo que se debe hacer y no lo que se puede, como sentenció Séneca, y que en este caso se debió responder a la exigencia vecinal de instaurar la democracia participativa que los habitantes del Distrito Federal nos merecemos, y no hacer lo que se puede para imponer débiles y endémicas redes de apoyo electoral para 2012.

¡Es un Honor Estar con Obrador!

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