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Foto:Staff/El Diario,
Esposo e hija lloran la pérdida de Rosalía Esther Vázquez Holguín
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Balean carrozas de obreras asesinadas
Berenice Gaytán
El Diario | 31-10-2010 | 00:46
Cuando se dirigían a Praxedis para recoger los cuerpos de Rosalía Esther Vázquez Holguín y Rosa Escajeda Galindo, empleadas de la maquiladora Eagle Ottawa asesinadas por un comando armado que atacó los camiones en que se trasladaban luego de la jornada laboral la madrugada del pasado jueves, dos carrozas de la funeraria Perches fueron atacadas a balazos.
Los hechos ocurrieron justo a la salida del poblado de Guadalupe, Distrito Bravos. Las unidades trasladarían ayer mismo a la iglesia y al panteón, los restos mortales de las mujeres para que amigos y familiares les dieran cristiana sepultura.
Fueron al menos cuatro disparos los realizados en contra de los vehículos funerarios por un sujeto que salió de entre los arbustos que se encuentran a la orilla de la carretera, según dijeron los conductores de las unidades atacadas.
“Seguramente fue para amedrentarnos, pero aquí seguimos al pie del cañón, es el trabajo y hay que hacerlo”, expresó uno de los choferes, mientras enseñaba uno de los agujeros de bala que quedó en un costado de la carroza.
Los hechos se registraron alrededor de las 11:30 de la mañana, cuando pese a que las autoridades anunciaron que habría vigilancia en los funerales de las víctimas, las carrozas se trasladaban completamente solas al poblado de Praxedis.
Una sola patrulla, perteneciente al poblado de Praxedis G. Guerrero, estuvo a cargo de la vigilancia al funeral de Rosalía Esther Vázquez Holguín y Rosa Escajeda Galindo, los agentes estatales y federales brillaron por su ausencia.
La unidad, con notorias fallas mecánicas, visibles impactos de bala y tripulada tan solo por dos agentes, encabezó la seguridad en la iglesia donde se llevó a cabo la misa y el traslado al panteón.
“Estamos solos, mire nomás, aquí no hay nada, ¿cuál vigilancia? ¿Dónde está? ¿Esa patrulla?, no, aquí no hay policías ni vigilancia, esos nada más están de adorno”, dijo una de las residentes del poblado, quien indignada por la tragedia, acudió a la misa para solidarizarse con las familias de las mujeres asesinadas. Los féretros de color gris y con una cruz blanca entraron a la parroquia Ignacio de Loyola empujados por los familiares de las víctimas, quienes luchaban por controlar los gritos de dolor, pero no podía contener las lágrimas.
La misa estuvo ambientada por rezos y cánticos provenientes principalmente de mujeres que fueron las que asistieron mayoritariamente a la misa, mientras que fueron pocos los hombres que se animaron a ir, prefirieron esperar afuera formando una especie de guardia por la posibilidad de un ataque, comentó uno de ellos.
Al salir de la parroquia, pocas fueron las personas que se acercaron a los féretros, pues por temor optaban por observar la escena a la distancia, mientras entre murmullos decidían si iban o no al sepelio.
“Yo si quería ir, de hecho venía preparada, pero ahorita que me enteré que rafaguearon las carrozas ya no voy a ir, ya no, ya me dio miedo; imagínese que ocurra eso otra vez”, dijo una madre de familia angustiada, mientras observaba como subían los féretros a las carrozas.
“Cuántos de éstos no van ya”, dijo un hombre al referirse a la cantidad de funerales que habían tenido lugar en ese poblado, de personas que murieron en hechos violentos, como es el caso de Rosalía Esther y Rosa.
Gritos desgarradores
“¡Por qué a mi mamá, por qué a mi mamita, se escuchaban los gritos de una menor que, frente al féretro reclamaba a Dios haberse llevado a su madre, Rosa Escajeda Galindo.
Los lamentos de la niña retumbaban en los oídos de los ahí presentes, al igual que los del esposo Rosalía Esther Vázquez Holguín, que sufría inconsolablemente por haberla perdido.
“¡Por qué, por qué me la quitaron”, gritaba el hombre frente al féretro de quien fuera su esposa y a quien estaba a punto de enterrar en el panteón del pueblo donde ambos residían.
Pese al temor de presenciar un ataque, fueron decenas de familiares y residentes del poblado de Praxedis los que decidieron acompañar los restos mortales de las mujeres y a los seres queridos de éstas, para darles junto con ellos el último adiós.
En fila, uno a uno fueron pasando a ver por última vez a las mujeres en sus féretros, en señal de respeto. “¡Se va a hacer justicia Rosa, nunca te voy a olvidar, Dios va a hacer justicia y ellos van a pagar”, exclamaba entre lágrimas el esposo de Rosa Escajeda Galindo, mientras familiares trataban de brindarle apoyo.
“¡Ya m’ija, ya, ya contrólate, te puedes poner mala, hazlo por los niños”, decía a manera de consuelo una persona que intentaba ayudar a una de las familiares de las victimadas.
De último momento dos unidades de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), asignadas a la vigilancia de esa zona del Valle, llegaron al sepelio. Ya para qué, dijo un hombre al tiempo que se encogió de hombros y movió la cabeza en señal de reprobación.
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