10 de octubre de 2010

MARTÍN VELEZ: EL ESTADO, SEGÚN PASCUAL.

EL ESTADO, SEGÚN PASCUAL.

“El Estado…que no es más que un charco pestilente en el que saltan los renacuajos ambiciosos y ajolotes oportunistas”.  La definición del Estado que usted acaba de leer es de Carlos Pascual.  Así se llama el embajador gabacho en México. El tecleador de estas teclas muere de envidia, pues la fuerza de la definición del tal Pascual empequeñece cualquiera otra, salida de estas grises teclas. Vale la pena leerla nuevamente: “El Estado…que no es más que un charco pestilente en el que saltan los renacuajos ambiciosos y ajolotes oportunistas”. Qué bárbaro, Carlos Pascual, eres grande.
Carlos Pascual,  el embajador de Estados Unidos en México, es, dicen, especialista en Estados fallidos. Su especialidad en Estados que están en serio peligro de valer chetos, fue determinante para que el buen Barack lo mandara a cuidar el patio. Pero se equivocó Obama. El mexicano no es un estado fallido. No es un estado que esté en proceso de perder el control de zonas geográficas o áreas de poder. En realidad nunca lo ha tenido a plenitud. Allí donde mandan los narcos, siempre han mandado. Allá donde se imponen los “poderes fácticos”, siempre se han impuesto.
El Estado mexicano no ha fallado, ni está a punto de fallar. Un Obama mejor informado no hubiera mandado a un especialista en Estados Fallidos, no. Hubiera mandado a un especialista en Estados Guangos. Un Estado guango es aquel que está al servicio de poderes extralegales. Su policía y fuerzas armadas combaten a los narcos, pero no a todos. Es incapaz, el Estado guango, de hacer que las grandes empresas paguen impuestos. Dice combatir a la corrupción, al tiempo que la promueve premiando a corruptos, como César Nava,  haciéndolos millonarios demasiado explicables.
El Estado guango se rinde ante el poder de grandes empresas como las televisoras, regalándoles franjas del espectro radioeléctrico, propiedad de la nación; o ante empresarios como los Larrea, regalándoles las riquezas del subsuelo, sin exigirles siquiera el cumplimiento de las leyes y normas que procuran la seguridad de los trabajadores y empleados. El Estado guango construye puentes y carreteras, que son barridas al primer ciclón; mientras que, extrañamente, puentes y carreteras construidos hace cuarenta o cincuenta años siguen, como la Puerta de Alcalá, viendo pasar el tiempo… y los ciclones.
El Estado guango hace puentecitos como el que hizo Gándara, presidente municipal de Hermosillo, para cruzar el vado del río. Por ese puente debe pasar primero la mitad del carro, y luego la otra mitad, un novedoso reto para la industria automotriz: el auto bifurcado, divisible. Gracias, Gándara, tú también eres grande.
Como usted debe comprender, amable lector, los Estados Guangos no fallan: se doblan, se hacen chicle y se pegan en el zapato de algún potentado, se estiran, se gelatinizan, en fin, se hacen como quieren los mafiosos de las mafias que mandan. Pero no fallan.
Pero ¡Oh, sorpresa! ¡Oh, desilusión!: el tal Carlos Pascual, que define al Estado como un charco pestilente en donde saltan aquellos y aquellas, no es el embajador gringo. Se llama Carlos Pascual, pero es un escritor y dramaturgo mexicano, brillante él, lástima tocayazo. Acaba de publicar un libro titulado “La Insurgenta” (Ed. Grijalbo, 2010), que es la historia novelada de quien fuera heroína de nuestra   independencia: Doña Leona Vicario. Ella fue, seguramente, la primera periodista mexicana; además, en las muchas virtudes de doña Leona deben encontrarse las raíces del feminismo mexicano. Para darle sabor al caldo hay que resaltar tres características no despreciables de Doña Leona: su indomable carácter la hacía fiera entre las fieras; siendo además  entre las bellas, bella, y chichona entre las chichonas.

Martín Vélez

¡Es un Honor Estar con Obrador!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

#Dontriananews gracias por escribirnos