VENTANA ABIERTA
El orden y el bien común
Los medios de comunicación cada vez hacen más énfasis en la violencia; se constata la presencia de los “jueces del papel impreso y de la TV” que se yerguen como tendenciosos moralizadores de los hechos y que, en última instancia, constituyen una conciencia normativa.
El lenguaje utilizado no es, ni mucho menos, neutral, va dirigido a crear un sistema de reflejos emocionales que actuarán en valores-palabras-fetiche que desencadenarán una intensa emocionalidad que se traducirá más tarde en un alto y jugoso nivel de audiencia.
Los que mandan son los que controlan la producción, los medios de comunicación, los que hacen las leyes…, otros obedecen, producen y acatan las leyes y la autoridad, Esto es el orden y el bien común. El Estado nos cuida para que el mundo no se sumerja en el caos y la anarquía: establece así la norma. Frente a esta sociedad ordenada, de individuos normales y obedientes, se levantan la “antisociedad y el mal”. No se sabe, ni por otro lado interesa saber, de donde procede este grupo de transgresores, pero el poder ha de combatirlos y extirparlos del mundo del orden, porque ponen en peligro el bien común y los intereses del sistema.
Tras el bombardeo continuo sobre situaciones de asesinatos, ejecuciones, asaltos, secuestros y robos, nos invade un sentimiento de inseguridad total que nos lleva a reclamar la presencia de un poder que controle, vigile, castigue y garantice el “bien” amenazado y el “orden” transgredido. La jugada que se efectúa a través de los medios es perfecta: reclamamos nosotros mismos lo que el poder ejecutivo y el sistema desean establecer.
La frustración que crea el desequilibrio entre el deseo incrementado por la publicidad y la capacidad adquisitiva solo tiene dos salidas: endeudarse para toda la vida o el delito.
La delincuencia proviene de la clase más desfavorecida, de ahí salen los candidatos a saturar las celdas de nuestras cárceles.
Basta ya que el actual gobierno Federal trate de sostenerse no solo con las armas, sino con la complicidad y la indolencia de una buena parte de nuestra sociedad.
Gerardo Moscoso Caamaño
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