5 de julio de 2010

ApiaVirtual - La mafia se vuelve gobierno

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La mafia se vuelve gobierno

¿Por qué la mafia del narcotráfico se mantiene tan campante? ¿Por qué la guerra que le declaró el gobierno no le hace ni cosquillas? Aventuro una respuesta audaz: gradualmente se transforma de mafia en gobierno. Sí. Los capos se convierten, paso a paso, en mandamases en estados de la República, una autoridad que adoptan con más o menos desagrado los ciudadanos. Pero paradójicamente empiezan a ganarse la credibilidad y confianza de la gente.

¿Cuál es la razón?

Por ejemplo, en algunas regiones del país, La familia ya cayó en la cuenta que las personas requieren trabajo y paz. Y justo es lo que brinda a las poblaciones. En los territorios donde domina, en los que grupos rivales no tienen cabida o no son competencia, lograron o están en vías de lograr, eliminar muchos delitos comunes: robos, asaltos, secuestros, etcétera. Para ello organizan brigadas de vigilancia en los pueblos y rancherías. Los brigadistas reciben un salario que no obtendrían de otra forma en la informalidad ni dejando su tierra.

A su modo, La familia limpia, mediante esos cuerpos de vigilancia, de malandrines a poblaciones y regiones enteras. A su vez, brinda ocupación a la gente común que no tiene otra opción. Con estas credenciales, dicha agrupación se acerca a organizaciones de comerciantes, de productores agropecuarios y a particulares para pedirles su colaboración y así pagar la nómina de los vigilantes, y claro, de los jefes, lugartenientes y demás mandos de su estructura. Se trata de la encarnación de Chucho el roto: quita a los ricos para darle a los pobres. A su manera forjan un Estado paralelo que brinda bienestar. Que se entienda: no justifico nada. Sólo explico un hecho.

Mientras ese fenómeno acontece a ras de suelo, los mexicanos sufrimos cotidianamente cómo se las gastan nuestros gobernantes: son impunes ante crímenes, se enriquecen a costa de nuestros impuestos, trafican influencias, cometen todo tipo de tropelías y nada pasa. Además, los servicios públicos son deficientes; la inseguridad es rampante, amén de cacicazgos y falta de oportunidades para emprender un negocio o encontrar un trabajo suficientemente remunerado. Y para colmo, los grandes empresarios tienen permiso para gravar a los mexicanos: por su condición monopólica cobran impuestos disfrazados de precios cuando usamos la banca, al comprar pan procesado, harina de maíz, productos de acero, telecomunicaciones, cemento, bebidas y un largo etcétera.

Cuando vemos la descomposición del gobierno mexicano y de las elites gobernantes (empresarios y políticos), que hicieron de México su botín, que compran la injusticia, esquilman a los mexicanos y no garantizan seguridad, entendida como salvaguarda de la integridad física y patrimonial, así como satisfactores sociales mínimos, como empleo, acceso a la salud, jubilación, seguro de desempleo, podemos preguntar: ¿así quieren combatir a las llamadas mafias, que están construyendo redes sociales y de seguridad física y patrimonial? Lo que vemos es el surgimiento de otro Estado, de pronóstico reservado, pues el enorme número de mafias balcaniza al país. Si las elites no cambian ni reforman las instituciones con carácter urgente, se podría estar gestando el fin de lo que hasta este momento es México.

Héctor Valencia Barragán

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