17 de julio de 2010

ApiaVirtual: ¿dejaréis morir a estos hombres y mujeres que ofrecen su vida para salvar a vuestro país?

ApiaVirtual � ¿dejaréis morir a estos hombres y mujeres que ofrecen su vida para salvar a vuestro país?


¿dejaréis morir a estos hombres y mujeres que ofrecen su vida para salvar a vuestro país?

Un día quise contar la historia de Pablo Esparza Flores. Lo conocí una semana antes de que se lo llevaran al hospital, el mismo día que López Obrador acudió a la carpa. Me acuerdo que Pablo vino a estrecharme la mano y quiso hacerse una foto conmigo, quién sabe por qué. Le dije que gustosamente me haría la foto con él a cambio de una entrevista y él, divertido, aceptó el intercambio.

Alguien me susurró entonces: ese es el hermano de Martín Esparza. Yo no sabía que el hermano del líder sindical estuviera en huelga de hambre y mucho menos que hubiese entrado con el primer grupo de huelguistas, el 25 de abril. Por motivos diversos, nunca pude hacer su entrevista. Nunca le di más ni menos prioridad a su entrevista que a la de otros huelguistas, porque desde un inicio escogí contar la historia de los trabajadores, no la de lo que los medios de comunicación, en su simplificación del mundo, llaman “sus líderes”, creando la ilusión de un falso borreguismo, de que uno manda y el resto obedece. No son sus líderes. Son tan solo sus representantes. Pero ¿quién quiere entender eso?

No le di prioridad a su lazo de sangre con Martín Esparza y tal vez hoy tengo que arrepentirme de ello, porque aunque yo, en lo personal, no le dé más valor –ni menos- a la hazaña de Pablo que a la de sus cuarenta compañeros que ya han tenido que salir, sé que los medios, ansiosos de líderes, sí se la dan. ¿La historia de Pablo, hubiese cambiado algo? ¿O habría sido ignorada como todas las demás? No lo sé. Me contaron rumores, supe que en su pueblo se habían sufrido brutales represiones. Palizas. Amenazas de desapariciones. Nunca pude comprobar la veracidad de aquellas historias, porque un día llegué y Pablo Esparza Flores ya no estaba. ¿Cuántos saben, a día de hoy, que el hermano de Martín Esparza estuvo allí, muriéndose también de hambre? Nunca estuvo en los periódicos. El silencio más espeso, el más interesado, cubrió su hazaña. Soy culpable de no haberlo entrevistado a tiempo. Tenía planeada ya la entrevista. No iba a preguntarle nada sobre su hermano. Le preguntaría sobre su pueblo, sobre su vida. Y luego, al final de la historia, desvelaría quien era. Era un buen plan. Pero no pudo ser.

Nada queda de él excepto el vacío y el recuerdo de que un día estuvo ahí. Pablo está probablemente en su casa ya, recuperándose de tanta inanición. ¿Quién fue a hacerle una entrevista? ¿Qué medio mencionó su salida de la huelga de hambre? Ninguno. Como él, decenas de huelguistas tuvieron que retirarse ya de la carpa. Nunca pude contar la historia de ninguno de ellos. Créanme que lo siento. Mientras tanto, los medios celebraban los desayunos de Martín Esparza, obviando, a propósito o por ignorancia, que entre aquellos que luchan exponiendo su vida estaba también su hermano. Fue inútil. La historia se disolvió en el olvido y yo no tuve tiempo de rescatarla. Nada puedo contar sobre Pablo, excepto que estuvo aquí. Hoy no hablaré, pues, de Pablo. Hablaré de todos ellos. Hablaré de mí. Hablaré de ustedes.



¡Es un Honor Estar con Obrador!

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