1 de mayo de 2010

PROCESO: RABINOS JUDÍOS LAVADORES DE DINERO DEL CHAPO EN SUDAMERICA

La conexión judía



A través de por lo menos 26 “agencias financieras ilegales”, el cártel de Sinaloa realizó 46 mil 169 operaciones bancarias y extrabancarias con dinero procedente de Argentina, Chile y Uruguay. Un par de periodistas judíos lograron establecer un nexo entre líderes ortodoxos del judaísmo argentino y los jefes del cártel de Sinaloa.

La pista que éstos siguieron surgió cuando se detectó el blanqueo de capitales operado por el rabino ortodoxo Samuel León Levín y las casas de inversión que, según la autoridad argentina, pertenecen al cártel de Sinaloa. Jorge Boimvaser y Daniel Schitman, que tienen el portal en internet La Voz y la Opinión, fueron los periodistas que lograron establecer la alianza financiera entre el rabino de Argentina y los sinaloenses.

Según fuentes de inteligencia mexicanas y organismos financieros internacionales, el rabino León Levín operaba mediante una bien estructurada y poderosa red de testaferros.

El sistema utilizado consistía en declarar donaciones recibidas en organizaciones y colegios, derivándolas luego para su manejo en mesas de dinero, desde donde entraban a circuitos financieros que terminaban por desembocar en las casas operadoras de capitales del cártel de Sinaloa. “Esta forma de manejo y triangulación fue difícil de detectar”, escribió el analista Expresión Ciudadana de Argentina, a lo que añadió: “Pero una vez que los investigadores hallaron la punta del ovillo, fueron descubriendo la red internacional tejida entre el rabinato judío ortodoxo de Buenos Aires, sus pares de Uruguay y Chile, y los poderosos barones de la droga en México”.

El lavado de dinero a través del cártel de Sinaloa no augura buenos resultados para la colectividad judía ahorradora de Buenos Aires. Y anota que hay antecedentes: “Realiza una actividad muy similar el grupo religioso que comanda el evangelista Luis Palau”, que se presenta cada cuatro años en distintos escenarios, mueve multitudes de fieles, en su mayoría llegados de sectores muy humildes, y dice recaudar, mediante el concepto de donaciones, millones de dólares.

Orejano concluye que “los cultos religiosos (judíos, católicos, evangélicos o de cualquier denominación) son una buena forma de lavar dinero, pues en general los organismos de control financiero prefieren no indagar demasiado en las finanzas de las colectividades religiosas”, por miedo a ser acusados y hostigados por perseguir la fe

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