18 de abril de 2010

CUBA: La guerra que libramos | Cubadebate

La guerra que libramos | Cubadebate

La guerra que libramos
16 ABRIL 2010 2 COMENTARIOS
Por Jorge Ángel Hernández

La guerra mediática contra la revolución cubana no es, por supuesto, nueva; tiene cincuenta años de ininterrumpida experiencia. Han sido habituales además otros mecanismos de agresión, incluidos los atentados terroristas y la introducción de enfermedades a nuestra población. Son hechos a todas luces condenables, crímenes de paz (en guerra sucia) que no consiguen, en cambio, llegar a la justicia. Se confían a la efímera memoria global y a la distracción que genera el propio acontecer informativo, saturado de elementos espectaculares y al mismo tiempo carente de sentido crítico. Industria cultural que sólo a sí misma satisface. De acuerdo con un precepto de José Martí, quien presenciaba en calma un crimen se convertía en su comisor simbólico. ¡Qué diremos entonces para quienes no sólo se alían con los criminales sino que en nombre de sus aberradas ideas se confabulan para generar sus propios gremios de oposicionismo financiado por el departamento de estado de la más imperialista de todas las potencias en la historia humana! ¿Añadiríamos, bajo el mismo precepto martiano, algo acerca de esos paladines de la información, o de los politólogos y analistas diversos, que insisten en enjuiciar la historia a partir del propio hecho aislado, tergiversado y mutilado de acuerdo con los intereses particulares de los empresarios de la política estadounidense, o proestadounidense?

Los elementos inmediatos de la campaña que un buen número de monopolios de la información desata contra Cuba, conforman un capítulo más de esa ya larga saga. Se levantan acaso con la esperanza de que se deje pasar como si más de lo mismo nos viniera encima.

Pero este capítulo de hoy ha adquirido un franco carácter de guerra de invasión. Para que funcionen sus resortes, tanto la contrarrevolución interna como la propaganda al servicio del neoliberalismo, han decidido usurpar ciertos estamentos simbólicos que han sido patrimonio exclusivo de la izquierda y, en particular, de la revolución cubana: la defensa de igualdad de derechos con independencia de razas, credos y tendencias culturales. No se trata, quiero asumir el criterio, de una verdadera oposición, con un mínimo de características de partido opositor para la más elemental de las democracias representativas. Tampoco son, siquiera, grupos de presión social, pues sus miras y alcances no van más allá de paquetes de reclamaciones de tipo incidental, apenas extensivas al propio círculo de reclamantes. Sus críticas tampoco rebasan un elemental análisis sistémico: son si acaso síntomas magnificados por el apoyo de una propaganda de estricta ideologización que, en demagogia de campaña, declara haber rebasado las ideologías.



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