Cochabamba, la guerra del agua y el cambio climático
Por Amy Goodman
Publicado el 20 de abril de 2010
COCHABAMBA, Bolivia— En esta pequeña nación andina de diez millones de habitantes, los glaciares están sufriendo el deshielo, amenazando el suministro de agua de la mayor zona urbana del país, El Alto y La Paz, con tres millones y medio de personas que viven a más de tres mil metros de altura. Viajé desde el Aeropuerto Internacional El Alto, el aeropuerto comercial más alto del mundo, a la ciudad de Cochabamba.
El Presidente boliviano Evo Morales llama a Cochabamba el corazón de Bolivia. Fue aquí donde hace diez años, como dijo un observador, tuvo lugar “la primera rebelión del siglo XXI”. En lo que fue denominada la Guerra del Agua, la gente de todo Bolivia se congregó en Cochabamba para exigir que se pusiera fin a la privatización del sistema público de agua. Como me dijo Jim Shultz, fundador de la organización Centro para la Democracia, con sede en Cochabamba, “A la gente le gusta una buena historia del estilo de David y Goliat, y la revuelta del agua es David no sólo golpeando a un Goliat, sino a tres. Los denominamos las tres B: Bechtel, Banzer y el Banco”. Shultz explicó que el Banco Mundial coercionó al gobierno boliviano del entonces Presidente Hugo Banzer, que había sido dictador en la década del 70, para que privatizara el sistema de agua de Cochabamba. La empresa multinacional Bechtel, la única licitante, asumió el control de la gestión pública del agua.
El domingo caminé por la Plaza Principal, en el centro de Cochabamba, con Marcela Olivera, que participó en las protestas callejeras hace diez años. Le pregunté acerca de la pancarta original del movimiento, que fue colocada para el aniversario y dice “¡El agua es nuestra, carajo!”. Bechtel estaba aumentando las tarifas del agua. Los primeros en sentirlo fueron los campesinos, que dependen del riego. Solicitaron el apoyo de los trabajadores fabriles de la ciudad. Oscar Olivera, el hermano de Marcela, era su líder. Proclamó en una de las manifestaciones: “Si el gobierno no quiere que la empresa de agua se vaya del país, la gente los echará”.
Marcela recordó: “El 4 de febrero convocamos a la gente a una movilización aquí. La llamamos ‘la toma de la plaza’. Iba a ser el encuentro de la gente del campo, el campo viniendo aquí para reunirse con la gente de la ciudad, porque era una demanda de la gente del campo y una demanda de la gente de la ciudad. Todos reunidos aquí al mismo tiempo. […] El gobierno dijo que no iba a permitir que eso sucediera. Varios días antes de que esto fuera a suceder, enviaron policías en patrullas y motocicletas que rodearon la ciudad, tratando de sembrar el miedo en la gente. Y el mismo día de la movilización no permitieron que la gente caminara siquiera diez metros y comenzaron a lanzarles gases. Muchos de nosotros, estoy segura, regresamos a nuestras casas y vimos en la televisión lo que estaba sucediendo en la mañana y lo que aún estaba sucediendo. Dijimos que esto no puede suceder. Estaban golpeando a las mujeres, estaban golpeando a los niños, les lanzaban gases a la gente, entonces nos alzamos y salimos a las calles”.
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