11 de marzo de 2010

Reynosa: violencia y sociedad « Lydia Cacho

Reynosa: violencia y sociedad « Lydia Cacho

Reynosa: violencia y sociedad 11 Marzo, 2010 por ricardo Publicado en Noticias | Sin comentarios » Plan b Lydia Cacho Doña Guadalupe no se da por vencida, por eso hace siete semanas se dedica a coordinar a las amiguitas de su hija para que den aviso si alguna está en problemas. Por eso las adolescentes que hacen reuniones de seguridad en su hogar tampoco se amilanan y salen juntas todas partes. Ni don Carlos a quien le pidieron mil pesos al mes por “derecho del piso”, se dejó vencer. Reunió a los otros tenderos, el taquero, el de la tlapalería y la papelería, acordaron sentarse con los narcos y decirles que no tienen nada contra ellos, son ciudadanos de la misma tierra, no les sobra el dinero y sus hijos van juntos a la escuela, propusieron una tregua y los narcomenudistas aceptaron. No se insultaron, ni se liaron a golpes o a balazos, dialogaron. Los buenos saben que los malos necesitan estabilidad para vender, los malos lo saben también. Tampoco los chavos y chavas del CETIS de Reynosa se cuadran; Adrián coordinó a sus amigos y rápidamente se fueron uniendo los y las estudiantes. “No les compramos drogas a estos tipos, no los vamos a mantener para que aterroricen a nuestra ciudad”, les dijo sin imaginar que comenzaría una cadena luminosa de fuerza adolescente que se rehúsa a ser una estadística más entre los adictos, dentro de los que se rinden. Ni el grupo de Carolina y las 72 mujeres que, luego de la última balacera, decidieron dar pláticas en su iglesia dos veces a la semana para subir el ánimo de la gente que cree que como todo está perdido —según algunos—, lo mejor es sumarse a la ola de violencia y robar, drogarse o simplemente abandonar la escuela. Ni los ocho colegas periodistas que fueron secuestrados en Reynosa y sus alrededores por atreverse a fotografiar, a investigar quiénes son y qué planean esos hombres de espíritu pequeño, mente limitada y dueños de una ira largamente contenida que eligieron pertenecer a los cárteles. Nuestros colegas, algunos golpeados, otros secuestrados durante horas, otros desaparecidos, no pensaron siquiera en dejar de hacer lo suyo, porque lo hacen bien y es su tarea revelar y opinar sobre la realidad. Sabían, sabemos, que en México decir la verdad y ser buen periodista puede costarte la vida, pero es momento de seguir, cada quien en lo que sabe y puede. Habremos de honrar a nuestros colegas y seguir con y por ellos y ellas. Y acompañar a las familias de esas y esos periodistas, que por miedo a que las autoridades descalifiquen la labor de los desaparecidos, ya no quieren hablar.

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