Los abusos cercan al Vaticano
La jerarquía católica considera que sufre una "campaña radical y demencial" - Las víctimas exigen que se acabe con la política de ocultamiento y reclaman justicia
MIGUEL MORA - Roma - 28/03/2010
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El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede y número dos del Vaticano, ha dicho esta semana que un "anticristianismo radical y demencial se está difundiendo por Europa de una forma rastrera". El grito desesperado ante las informaciones de los escándalos de pederastia que la Iglesia ha ocultado en el pasado (Alemania, Austria, Estados Unidos) revela la angustia de la Curia ante la crisis de credibilidad generada por la plaga de la pederastia.
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La consigna de tolerancia cero, transparencia y justicia para las víctimas lanzada por el Papa en la carta a los católicos de Irlanda ha topado con la testaruda realidad. La cúpula de la Iglesia católica, según muestran los últimos casos, ha sido tolerante con los abusos. El Vaticano no ha reaccionado lo suficiente, mientras un infierno arruinaba la vida a miles de niños. Y tanto el compromiso de Ratzinger con las víctimas como su astucia política para liderar el cambio que la Iglesia necesita están siendo erosionados.
¿Podrá el Papa cambiar la línea de silencio que ha marcado históricamente la actitud de la Iglesia hacia los abusos clericales en particular? ¿Podrán los obispos y cardenales habituados a lavar durante décadas los trapos sucios en casa, con una simple firma del traslado del culpable a otra diócesis, llevar los casos a los tribunales?
La semana trágica de Ratzinger parece demostrar que la cultura del silencio marca todavía la actitud de la Iglesia hacia los abusos. Bertone, que en 2001 reivindicaba el secreto profesional frente a las denuncias a la justicia, elige una vez más el victimismo. En plena batalla por la verdad, el Papa deja caer que se condena el pecado pero no el pecador.
La pederastia clerical es antigua. De hecho, el Concilio de Elvira ya la censuró en una época, años 300 a 324, en que la gente se casaba adolescente y moría a los 40. Pese a ello, el miedo al escándalo y las enormes garantías que ofrece a los acusados el Código Canónico han impedido que la Iglesia frenara o castigara eficazmente la pederastia.
El fiscal del ex Santo Oficio, Charles J. Scicluna, encargado de procesar a los pederastas y hombre afable al que algunos curas y víctimas conocen por su pasividad, arguye en su defensa que el sistema legal y la costumbre dificultan su trabajo. "La cultura del silencio, sobre todo en Italia, está muy extendida", explica. "El derecho canónico nos obliga a ser muy cautos y garantistas, porque protege al máximo los derechos y la intimidad de los acusados. Aunque eso no significa que hayamos evitado que en los casos más graves actuara la justicia civil, no es justo decir eso".
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