13 de marzo de 2010

Rebelion. ¿Se puede juzgar a Aznar por la guerra de Iraq?

Rebelion. �Se puede juzgar a Aznar por la guerra de Iraq?


¿Se puede juzgar a Aznar por la guerra de Iraq?

María José Esteso Poves
Diagonal


Cerca de un millón de civiles muertos, cinco millones de desplazados y refugiados, un país invadido y destrozado donde miles de personas sufren las secuelas de la utilización de armas prohibidas... Ése es resultado de los siete años de ocupación militar iniciados el 20 de marzo de 2003.

En las islas Azores, George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar se tomaban la famosa foto que escenificaba la declaración formal de guerra contra Iraq. Fue una reunión “muy simple y tranquila”, declaró Aznar, años después, con Durão Barroso, primer ministro portugués, como anfitrión.

Aznar no contó con Naciones Unidas ni con el Congreso de los Diputados. La declaración unilateral de guerra y las mentiras que la justificaron abrieron un periodo de movilizaciones sin precedentes en la historia reciente del Estado español.

El entonces presidente del Gobierno buscaba desde hacía tiempo aproximarse al “amigo americano”. Tal para cual, Bush encontró en Aznar el aliado perfecto. El idilio se cerró en una conversación privada el 22 de febrero de 2003 en el rancho de Bush, en Crawford (Texas). Allí hablaron de la invasión a Iraq y de presionar a la ONU para que el Consejo de Seguridad diera su visto bueno en una segunda resolución.

Estas conversaciones fueron conocidas cuatro años después, el 26 de septiembre de 2007. La Casa Blanca no las desmintió, dijo que se trataba de una “conversación privada”. En ella queda claro que Bush iba atacar a Iraq con o sin resolución de la ONU.

Con la guerra, la barbarie se puso en marcha. El Estado español envió 900 militares y tres buques. Los aviones B-52 utilizaban territorio español como base logística y además repostaron en vuelo sobre ciudades como Bilbao, Pamplona y Barcelona. España fue cómplice del uso de armas prohibidas como el uranio empobrecido y las bombas de racimo. Miles de ciudadanos tomaron las calles. Las protestas se sucedieron y fueron calificadas como las más importantes desde la Transición. Se crearon varias plataformas, que movilizaron a miles de personas al grito de ‘No a la guerra’. El atentado del 11-M, donde murieron 190 personas y 1.200 resultaron heridas, consolidó la lucha en la calle contra una guerra ilegal. Jesús Abril, vicepresidente de la Asociación de Víctimas del 11-M, denuncia: “A mi hijo Oscar no lo mató Aznar, pero murió como consecuencia de una guerra ilegal que él declaró. Él quiso salir en la foto y las consecuencias fueron devastadoras para el pueblo iraquí y para nosotros. La mochila de mi hijo, que no llegó a la universidad, tenía todavía la pegatina del ‘No a la guerra’. Ellos tienen sus periódicos y sus púlpitos y aún hoy siguen lanzando basura sobre el atentado del 11-M”, afirma Abril. Para el catedrático Víctor Sampedro, autor del documental 13-M: Multitudes Online, las manifestaciones contra la guerra y, sobre todo, las del 13 de marzo de 2004 fueron “las más grandes de la historia contemporánea de nuestro país. Lo que ocurre entre el 11-M y el 14-M es un colapso de la esfera pública democrática porque fue incapaz de denunciar al mentiroso. Ahí cae el esquema de comunicación del miedo al intocable, el miedo a que una protesta cambie a las élites políticas que quieren controlar la esfera pública de sus ciudadanos. La gente tuvo que recurrir a la desobediencia civil del 13-M porque la manifestación del 12-M fue puramente institucional. El lema era: ‘Con las víctimas, con la Constitución y por la derrota del terrorismo’.



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