Recovecos del lenguaje
Opinión
Dicen las malas lenguas (el diputado priísta César Augusto Santiago) que un acuerdo similar al de no alianzas por más impuestos, fue el mecanismo a través del cual se instaló Felipe Calderón en la silla presidencial. Dicen además, que este tipo de acuerdos son la esencia de la construcción de la “democracia”. La democracia, que originalmente significa el gobierno del pueblo, es precisamente lo opuesto a estas actividades secretas, a puerta cerrada, a través de las cuales se negocia, ya sea la consolidación de un fraude electoral como el que dio el triunfo a Felipe Calderón, o un aumento generalizado en el cobro de impuestos para todos los ciudadanos. ¿Por qué ahora resulta que existen personajes facultados para elegir, a nuestras espaldas y sin nuestro consenso, el destino de todos? Y aún más, ¿desde cuándo se les ocurrió llamar a esto, democracia?
La verdad, es que nos han robado el lenguaje. En la vida política de otros países de América Latina, no se le teme a la palabra y no se ha degradado de manera tan aberrante como sucede en nuestro país. Hasta hay partidos políticos que incluyen la palabra “socialismo” en su nombre, y esto no significa que estén tocados por el diablo.
Hemos llegado a ser una sociedad tan conservadora, que llamamos “modernización” al retroceso en la lucha laboral y la desnacionalización de los recursos naturales; ya no sabemos reconocer lo que sí resultaría novedoso o aquello a lo que pudiéramos llamar radical. En México, tenemos tres partidos de izquierda, ninguno de los cuales contiene en su nombre la palabra “socialismo”, “comunismo”, “popular”, ni nada parecido. Y sin embargo, el ala del PRD en la que se encuentra inscrito Andrés Manuel López Obrador, es considerada por muchos, de izquierda radical. ¡Un proyecto social-demócrata, que no descarta al capital, es considerado radical! Suena extraño, para un país que siempre ha estado en la vanguardia de los procesos sociales en el continente; fuimos de los primeros en conformarnos como nación independiente, y nuestra revolución fue inspiración para diversos movimientos sociales en América Latina por más de tres décadas después de su inicio. Tuvimos tiempos de prosperidad y hoy tenemos menos crecimiento económico que Haití.
Junto con esto, viene el conservadurismo. El partido revolucionario institucional ha hecho de todo por alejarse de los ideales revolucionarios que le dieron origen y el partido de izquierda más grande se hace llamar “moderno” porque está dispuesto a compartir candidaturas con el partido de la derecha más recalcitrante y anti-laica del espectro político. Las garantías constitucionales y la protección que brinda la carta magna a los sectores estratégicos de la economía nacional, son “obsoletas” y la “libertad de expresión” es la bandera que izan los oligopolios de la comunicación en el país, que se hacen cargo de “informar” al 90 por ciento de los mexicanos (Jenaro Villamil, “Democratizar los medios” Regeneración, no. 3), mientras utilizan esta únicamente para reprender ferozmente a los movimientos sociales, sin derecho a réplica. La política, esa palabra tan ultrajada, azotada y manoseada, es simplemente algo con lo que no queremos tener nada que ver, una actividad propia de personajes macabros y corruptos que intercambian cacahuates por posiciones.
Así mismo, uno no es libre de expresar ideas diferentes o contrarias a lo que se promueve en los medios, sin temor a reprimendas, de tal manera que si a alguien se le ocurriera decir en un salón que está de acuerdo con la legalización de las drogas para resolver el problema de la violencia del narco, más de uno se persignaría y lo echaría a patadas más rápido de lo que el cuate alcanza a articular una frase para iniciar su argumentación. Si tú dices que la pobreza es una condición dolorosa para todos y que no debería existir, el juicio sobre tu persona se elabora a la velocidad de la luz: seguramente eres un huevón sin aspiraciones, iletrado y “pejista”. Dios no quiera que a alguien se le ocurra considerar que pensar diferente y expresarlo, no sólo no es un delito, sino que podría aportar nuevos elementos de análisis y enriquecer las pláticas de banqueta.
Como sea, seguramente quien escribe todo esto es una comunista cegeachera que se formula teorías de complot por todo y no quiere trabajar, ¿no?
“El diccionario también ha sido asesinado por la organización criminal del mundo. Ya las palabras no dicen lo que dicen o no saben lo que dicen.”
Eduardo Galeano en “El Orden Criminal del Mundo”, TVE.
¡Es un Honor Estar con Obrador!
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