Haití: ¿Donaciones para pagar una deuda odiosa?
por Éric Toussaint*, Sophie Perchellet*
Mientras que los EEUU aprovechan del caos en Haití a consecuencia del terremoto para invadir y ocupar militarmente el país, como lo hicieron ya de 1915 a 1934, la prensa internacional compara su pobreza como una fatalidad más al igual que el terremoto que ha golpeado a sus habitantes. Los investigadores Sophie Perchellet y Eric Toussaint nos recuerdan que no es así. Desde el siglo XIX, los esclavos tuvieron que indemnizar a sus colonizadores, pasando por los abusos del Fondo Monetario Internacional, la pobreza es el fruto de la explotación.
23 DE ENERO DE 2010
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SouthCom : Control de la América Latina
Una de las más grandes operaciones de ayuda de la historia podría resultar muy similar a la realizada después del tsunami de 2004, salvo que el modelo de reconstrucción adoptado sea radicalmente diferente. Haití ha quedado en parte destruido a consecuencia de un violento terremoto de magnitud 7. Todo el mundo gimotea y los medios de comunicación, ofreciéndonos imágenes apocalípticas, repiten los anuncios de ayuda financiera que los generosos Estados aportarán.
Escuchamos que hay que reconstruir Haití, ese país abatido por la pobreza y «el infortunio». Los comentarios no van más allá del terrible cataclismo. Nos recuerdan precipitadamente que es uno de los países más pobres del planeta pero sin explicar las causas de esa pobreza. Nos dejan creer que esa pobreza se abatió sobre Haití porque sí, que es un hecho irremediable: «Es la desgracia que los golpea.»
Es indiscutible que esta nueva catástrofe natural ha causado daños materiales y humanos tan enormes como imprevistos. Una ayuda de urgencia es por lo tanto necesaria y todo el mundo está de acuerdo con eso. Sin embargo, la pobreza y la miseria de Haití no provienen de ese terrible temblor de tierra. Es necesario reconstruir el país porque éste ya había sido despojado de los medios para construirse. Haití no es un país libre ni siquiera soberano. Durante los últimos años, la política interior es realizada por un gobierno que está constantemente bajo la presión de las órdenes llegadas del exterior y de las maniobras de los grupos de poder locales.
Haití ha sido tradicionalmente denigrado y a menudo descrito como un país violento, pobre y represivo en el mejor de los casos. Casi no hay comentarios que nos recuerden la independencia conquistada en 1804 tras una cruenta lucha contra las tropas francesas de Napoleón. En vez de subrayar la gestión humanitaria y el combate por los Derechos Humanos, serán el salvajismo y la violencia las características asignadas a los haitianos. Eduardo Galeano habla de la «maldición blanca»: «En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes. [1]»
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