12 de diciembre de 2009

LO QUE ENVUELVE EL MITO GUADALUPANO

LO QUE ENVUELVE EL MITO GUADALUPANO



Por Armando Maya Castro





Se puede demostrar, con toda claridad, que los primeros frailes católicos que arribaron a México jamás evangelizaron a los indios. El catolicismo fue impuesto por aquéllos de manera arbitraria. La orden de proceder así venía de la alta cúpula clerical romana, interesada en una rápida “evangelización”, sin importar la calidad de la misma. Frailes como Alonso Herrera consideraban los métodos de “conversión” utilizados por la Iglesia católica como heterodoxos, pues, afirmaban, “a menos que los indios comprendieran las cosas de la fe y a menos que pidieran ser bautizados, el sacramento en sí no significaba nada”.



A pesar de la oposición de algunos religiosos, la imposición del catolicismo siguió adelante. La demolición arbitraria de teocalis e ídolos se llevó a cabo durante años a lo largo y ancho del Valle de México. Los frailes, patrocinados por la espada intimidante de los invasores hispanos, lograron en poco tiempo lo que a la predicación le hubiera llevado siglos conseguir.



Cuenta la leyenda guadalupana que, en ese tiempo, cuando se llevaba a cabo la imposición despótica del catolicismo en México, la virgen de Guadalupe se apareció en diversas ocasiones al indio Juan Diego, ordenándole que fuera enseguida “a la ciudad de México, al palacio del Obispo, a decirle que le edificara allí [en el cerro del Tepeyac], un templo”. El señor Zumárraga, que no creía al dicho del indio macehual, pidió como prueba alguna señal. Cuando la virgen se enteró del requerimiento del Obispo, dijo a Juan Diego: “Sube a las cumbres del cerro y corta las rosas que allí hallares, trayéndomelas”. Juan Diego puso aquellas rosas en su tilma, y se dirigió a la ciudad de México, siguiendo las indicaciones de la virgen. “En presencia, por fin, del Obispo, Juan Diego dio el recado, y desplegando su manta, se regaron las rosas por el suelo, y se vio al mismo tiempo que la imagen de María [?] se hallaba pintada en la tilma”. Todo esto, según el Testamento de Juana Martín y la Relación de Valeriano, documentos que, según algunos escritores, “son invenciones del clero católico para incrementar el culto a la Guadalupana”.



¿Es verdad que Zumárraga fue el primer testigo del estampado milagroso en el ayate de Juan Diego? No, veamos por qué. Leoncio Garza-Valdez dice que “es imposible que un español aceptara la aparición de la ‘madre de Dios’ a un indio en 1531, ya que, hasta el 2 de junio de 1537, los frailes consideraban al indio como un ser carente de alma, es decir, irracional y, por lo tanto, “incapaz de entender los valores teológicos”.



En 1794, el historiador Juan Bautista Muñoz, quien analizó minuciosamente “muchísimos papeles del obispo Zumárraga” terminó su investigación sin haber hallado “tan siquiera una letra, una alusión acerca del caso”. Tiempo después, en 1883, Joaquín Icazbalceta, a petición de Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, arzobispo de México, realizó una importante investigación sobre el tema. El 8 de octubre del mencionado año, Icazbalceta envió al prelado sus conclusiones, de las que extraigo el doceavo punto:



“El primer testigo de la Aparición debería ser el Illmo. Sr. Zumárraga, a quien se atribuye papel tan principal en el suceso y en las subsecuentes colocaciones y traslaciones de la imagen. Pero en los muchos escritos suyos que conocemos, no hay la más ligera alusión al hecho o a las ermitas; ni siquiera se encuentra una sola vez el nombre de Guadalupe”.


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