17 de mayo de 2009

PROCESO SEMANAL: CUANDO LA TROPA ASESINA

Cuando la tropa asesina...
RICARDO RAVELO


Eran 40 los militares que, la noche del 17 de marzo
pasado, “levantaron” a Miguel Alejandro Gama Habif y a sus amigos Israel Ayala Ramírez y Aarón Rojas
de la Fuente en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Aunque los familiares de los tres desaparecidos interpusieron denuncias y concitaron la solidaridad de organizaciones defensoras de derechos humanos, las autoridades no respondieron. Cinco semanas y media después aparecieron los cadáveres. La viuda de Miguel Alejandro, Dulce María López Duarte, exige justicia: si fueron 40 los elementos implicados, dice, todos deben ser castigados, no nada más 12, como pretende la Sedena.

La noche del 17 de marzo pasado, Miguel Alejandro Gama Habif invitó a cenar a su casa de la colonia Los Fresnos de Nuevo Laredo, Tamaulipas, a dos de sus amigos, Israel Ayala Ramírez y Aarón Rojas de la Fuente.
Dulce María López Duarte, esposa de Gama Habif, preparó la cena poco antes de las ocho de la noche: huevos con jamón, tocino frito y frijoles. “Todos cenamos y estuvimos muy a gusto por habernos encontrado”, refiere con nostalgia la mujer que cuatro horas después de ese encuentro vivió una pesadilla.
No era muy frecuente que su esposo y sus amigos se reunieran, dice, pues tenían trabajos diferentes. Miguel Alejandro era montacarguista, Israel trabajaba como ayudante de albañilería y Aarón era “pintor de casas”. Los tres se conocían por lo menos desde hacía una década.
Al término del convivio, Israel le pidió a su anfitrión que lo llevara a su casa, en la colonia Palmares, al tiempo que le urgió: “Anda, date prisa, porque quiero alcanzar a mi novia”. “Ahorita nos vamos, ten paciencia”, respondió Miguel Alejandro mientras se ponía la camisa. Aarón decidió quedarse aquella noche en la casa de la pareja para ir desde ahí a su trabajo la mañana siguiente, pero acompañó a Miguel Alejandro a llevar a Israel.
Los tres salieron a la calle y abordaron el auto de Miguel Alejandro, un Chrysler modelo 1999. Habían avanzado algunas calles cuando se toparon con un retén militar. Ahí había alrededor de 40 de los 150 soldados que realizaban un supuesto operativo para capturar a miembros del cártel del Golfo, cuya base de operaciones está precisamente en el estado de Tamaulipas.
–¡Alto! ¡Alto! –les gritaron unos militares mientras otros les apuntaban con sus rifles. Miguel Alejandro se detuvo y bajó del vehículo junto con sus dos amigos. Varios soldados se introdujeron a la unidad, abrieron la guantera y movieron los asientos; otros uniformados de verde olivo comenzaron a golpear a los tres jóvenes y los subieron a uno de los varios camiones militares que arrancaron a toda velocidad y se perdieron en la oscuridad de las calles, según relataron testigos de los hechos.
En entrevista con Proceso, la señora López Duarte cuenta que su esposo alcanzó a comunicarse con ella a través de su nextel y le dijo: “Nos llevan los militares, nos llevan los militares…”
“De inmediato –relata– escuché un ruido, como que le arrebataron el teléfono y lo apagaron. Fue lo último que oí. Era la voz de mi esposo que estaba muy desesperado. Desde entonces no sé de él ni de nuestros dos amigos.”
Aquel 17 de marzo, a bordo de camiones, jeeps y camionetas Hummer, soldados de la guarnición adscrita a Nuevo Laredo recibieron la orden de “peinar” varias colonias de esa ciudad, una de las plazas más boyantes del cártel del Golfo, encabezado por Eduardo Costilla, El Coss, quien ahora tiene a su servicio lo mismo a policías que a militares en activo.
Alrededor de la medianoche la crisis estalló en la casa de Miguel Alejandro Gama Habif. Mientras su esposa intentaba comunicarse con él y llamaba a sus familiares para que lo auxiliaran, un comando militar ingresó a su domicilio de la colonia Los Fresnos, en la calle Borneo 1223, y efectuó un cateo sin orden judicial.
–¿Qué pasó en ese operativo? ¿Usted fue golpeada o amenazada? –se le pregunta a la señora López Duarte.
–Eran como las 12 de la noche cuando me dirigí a un Oxxo que está cerca de mi casa. Acompañé a mi vecina Alejandra Guevara, quien está embarazada y se le antojó una hamburguesa. Cuando regresábamos nos percatamos de que tres vehículos militares se encontraban afuera de mi domicilio.
–¿Qué hizo usted? ¿Huyó del lugar? ¿Se escondió? ¿Qué sintió en ese momento?
–Sentí mucho miedo y me escondí en la casa de Alejandra. Desde ahí, a través de la ventana vi cuando varios soldados rompieron la puerta principal de mi casa. Tenían cubierto el rostro con pasamontañas negros y portaban cascos verde olivo.
Al día siguiente, la señora López Duarte dio aviso a la Policía Federal Preventiva (PFP) de la detención de su esposo y de Aarón e Israel. Dice que algunos de los agentes y comandantes le respondían: “No sabemos nada”; otros les recomendaban preguntar en la guarnición militar.

Las denuncias

Dulce María López Duarte sostiene que el 19 de marzo, dos días después del levantamiento de Miguel Alejandro y sus amigos por parte de los militares, puso una denuncia ante el Comité de Derechos Humanos de Nuevo Laredo:
“La señora Dulce María López Duarte, residente de la colonia Los Fresnos… acusó a elementos del Ejército Mexicano de haber detenido y desaparecido a su esposo Miguel Alejandro Gama Habif, de 25 años de edad.
“Refiere que su esposo fue detenido la noche del pasado martes 17 de marzo, aproximadamente a las 10 de la noche, mientras conducía un auto Chrysler, modelo 1999, con placas del estado de Texas, Estados Unidos.
“La quejosa relató que la misma noche del martes, soldados del Ejército Mexicano allanaron su domicilio particular, robándose algunos artículos personales como computadoras, teléfonos celulares, identificaciones oficiales, dinero e incluso alimentos de la despensa.”
Así mismo, presentó una demanda ante la Agencia Cuarta del Ministerio Público en la que mencionó el cateo de los soldados a su domicilio y relató que tiraron los muebles, se llevaron una computadora, un televisor, 200 dólares, una bolsa, un monedero con 4 mil pesos.
Según el documento, cuya copia consultó Proceso, “se robaron las pocas joyas que tenía López Duarte, mi visa láser, mi credencial de elector y arrasaron hasta con unas sopas Maruchan que estaban en la alacena, algunas de las cuales ya las tenía yo preparadas. Revolvieron la ropa y esculcaron por todas partes. No sé qué buscaban”.
López Duarte asegura que ella y sus amigas María del Carmen y Monserrat, hermanas de Israel y de Aarón, respectivamente, “nos dimos a la tarea de buscarlos en las agencias del Ministerio Público, en los reclusorios y fuimos a parar hasta la guarnición militar. Nadie nos daba una señal del paradero de mi esposo ni de sus amigos”.
La entrevistada cuenta que el 20 de marzo, cerca del anochecer, encontró en la puerta principal de su casa un sobre amarillo tamaño oficio. Dentro había un video acompañado de un mensaje que decía: “Esto es para que lo encuentres a Miguel Alejandro.”
López Duarte explica que no quiso ver el video. “Pensé que el contenido serían imágenes de torturas o algo muy feo –dice–. Entonces se lo di a mi primo y cuando lo vio me dijo que en la grabación se ve que los militares traían mi carro, el mismo en el que fue interceptado mi esposo. Otras imágenes de la cinta, copia de la cual tiene este semanario, son aún más elocuentes: Se observa, por ejemplo, el patrullaje de los convoyes militares la noche de ese 17 de marzo como parte del operativo Nuevo Laredo. Los soldados portan las armas levantadas.
Ante la falta de apoyo de las autoridades, las tres comenzaron una campaña para localizar a sus familiares. Colocaron mantas y cartulinas con las fotografías de los desaparecidos en diferentes lugares de Nuevo Laredo; recorrieron diversas calles de la ciudad, incluso realizaron pintas en bardas y colocaron cartelones en centrales de autobuses y negocios en los que hacían señalamientos directos contra el Ejército y exigían información sobre el paradero de Israel, Aarón y Miguel Alejandro: “Se los llevaron los militares y no aparecen. Ayúdenos a localizarlos”.
Lo único que lograron fue que los militares la hostigaran. López Duarte sostiene que varios soldados fueron a su casa y la amenazaron. Se quejaban, dice, por los cartelones y mantas que había puesto en las calles. Ellos insistían en que no habían desaparecido a su esposo y a sus amigos.
–¿En qué consistió el hostigamiento de los militares? –se le inquiere a la esposa de Miguel Alejandro.
–A mi casa fueron como 25 soldados a bordo de tres camionetas Cheyenne y una Hummer. Me dijeron que dejara de andar haciendo denuncias porque ellos no habían detenido a mi esposo. Luego, un militar de nombre Andrés Foullán Palizún, uno de los jefes de la guarnición de Nuevo Laredo, me empezó a intimidar. Me decía que no exhibiera mantas y cartulinas, me insistió en que dejara el caso en paz porque perjudicaba al Ejército.
Tres semanas después del levantamiento de Miguel Alejandro, Israel y Aarón, López Duarte y sus amigas viajaron a la Ciudad de México y visitaron las instalaciones de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) para preguntar sobre el paradero de sus familiares.
Relata que en las puertas de la dependencia empezaron a distribuir fotografías de los desaparecidos y preguntaron a los agentes si sus familiares estaban arraigados o detenidos. Horas después les dijeron que los nombres no aparecían en ningún registro de la subprocuraduría.
“Pregunten en la Sedena (Secretaría de la Defensa Nacional)”, les respondieron.
Las tres acudieron a la dependencia. No las atendieron. Ante el silencio oficial, López Duarte decidió promover un amparo en el que sostenía que se estaban violando las garantías individuales de su esposo Miguel Ángel Gama Habif, quien, aclaró, “no tiene antecedentes penales”, así como una queja ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). El ombudsman nacional, dice, se abocó de inmediato a la investigación del caso.

Drama y muerte

Las protestas de Dulce María, María del Carmen y Monserrat ante organismos defensores de los derechos humanos, además de la colocación de carteles, mantas y las fotografías de los desaparecidos tuvieron su efecto cinco semanas y media después del levantamiento.
El 24 de abril, la Sedena informó que había iniciado la averiguación previa GN/LAREDO/02/2009 “para determinar la participación de personal militar… en relación a la presunta desaparición de Miguel Ángel Gama Habif, Israel Ayala Ramírez y Aarón Rojas de la Fuente”.
Pero la incertidumbre continuó. El jueves 7 de mayo, López Duarte recibió una llamada en la que le comunicaron el hallazgo de tres cuerpos en Piedras Negras, Coahuila. Le dijeron que, por las características físicas, uno de ellos coincidía con las de su esposo desaparecido. Tuvo que ir al Servicio Médico Forense (Semefo) a identificarlo. Para su alivio, dice, ninguno de los cadáveres correspondía al de su marido ni a sus amigos.
Sin embargo, horas más tarde tres cuerpos más fueron llevados al hospital universitario de la ciudad de Monterrey. Habían sido exhumados en el rancho Alto Bonito, ubicado en el kilómetro 13 de la carretera Monterrey-Nuevo Laredo.
Cuenta: “Se trataba de mi esposo y sus amigos. Tenían cinco semanas y media de haber sido asesinados. Estaban quemados y los tres habían sido torturados. Los mataron a balazos, incluso tenían el tiro de gracia.”
El viernes 8, la Sedena reconoció en un escueto boletín que personal militar participó en la desaparición y muerte de Miguel Gama Habif, Israel Ayala Ramírez y Aarón Rojas de la Fuente, por lo que “se ejercitó acción penal en contra de un jefe, tres oficiales y ocho elementos de tropa”. La Sedena omitió los nombres de los presuntos implicados.
López Duarte señala que las autoridades pudieron localizar el lugar donde estaban sepultados los cuerpos “por las mismas declaraciones que rindieron los militares consignados”, aunque afirma que los soldados detenidos no son todos los que participaron en el operativo ni en la desaparición y muerte de su esposo y sus dos compañeros.
–Según la información que usted tiene, ¿cuántos militares se llevaron a su esposo y a sus amigos?
–Eran como 40. Es claro que no quieren castigarlos a todos. En el Ejército hay mucha impunidad y parece que no hay autoridad. En aras de combatir a la delincuencia arrasan hasta con vidas inocentes, mientras los delincuentes están bien protegidos por ellos.
El sábado 9, después de realizar los trámites de reconocimiento de los cuerpos, los deudos de Gama Habif, Ayala Ramírez y Aarón Rojas procedieron a velarlos. El domingo 10 fueron sepultados en el panteón Jardín de los Ángeles de Nuevo Laredo, Tamaulipas.
López Duarte relata que poco antes de efectuar los funerales, la Sedena envió a dos mayores de justicia militar –Antonio Mendoza Sánchez y José Rafael Cruz Contreras–, quienes le ofrecieron a ella y a los familiares de Israel y Aarón una indemnización de 60 mil pesos a cada uno de los ejecutados.
–¿Aceptaron el dinero de la Sedena?
–Sólo aceptó la familia de Aarón Rojas. Los hermanos de Israel y yo la rechazamos.
–¿Por qué rechazó usted la ayuda?
–Porque quiero que la investigación continúe y se castigue a todos los soldados. No voy a permitir que me quieran tapar la boca con dinero. Quiero justicia y castigo para el resto de los culpables.

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