31 de mayo de 2009

el rejego 3a entrega

C:\Documents and Settings\LLUVIAPURPURA\Mis documentos\Mis imágenes\th_1229185388_what[1].jpgEL REJEGO

Tan solo mi opinión (espero no quedarme sólo con ella).

Año 1, 3ª entrega, Domingo 24 de mayo de 2009 (¡Casi a mitad del año!)

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   Hola de nuevo. No morí con la epidemia de influenza; aquí sigo opinando y ahora me pregunto si la sociedad es realmente consciente de lo que sucede a su alrededor, específicamente hablando, ¿es la sociedad mexicana realmente consciente de lo que ocurre a su país, su mundo y sus personas? La conciencia es definida como la capacidad que tiene el cerebro de conocer su propia existencia, la existencia del mundo externo y sus vínculos recíprocos a través de sus órganos de los sentidos y de sus  capacidades intelectuales. Esta es la diferencia entre un animal y un ser humano. Muchos filósofos a lo largo de la historia han hablado de otros tipo de conciencia; yo me referiré a esa conciencia que reconoce la degeneración de la naturaleza por causas humanas y la decadencia de la sociedad como resultado de sus errores económicos y políticos, que sabe que sus conductas siempre traerán alguna consecuencia, que se conmueve ante el sufrimiento de los demás y trata de promover una ética para la calidad de vida y la sobrevivencia de la persona y la sociedad. El día de hoy, voy a transcribir un artículo de una publicación que trata de temas relacionados con la ecología, la política, la economía e incluso de la conciencia transpersonal y la espiritualidad libre. Me pareció que dicha revista era magnifica. No obstante nunca pude contactarme con ellos. Su correo electrónico no existía y no tuve oportunidad de encontrar la dirección que aparecía en el ejemplar. La obtuve en un autobús de transporte público suburbano y la vendía un muchacho que dijo cosas muy lógicas y bien dichas. Costaba $10 .00 pesos Nunca volví a saber nada de esta publicación que trataba de la conciencia social.   

  

  Cuatro economías

   Por Frei Betto

    La globalización  provoca tan enorme desigualdad socioeconómica  entre la población mundial, que los datos son escandalosos:

   Cuatro americanos –Bill Gates, Paul Allen, Warren Buffet y Larry Elisson- poseen juntos una fortuna superior al PIB de 42 naciones con 600 millones de habitantes. En El Real Madrid, equipo español de fútbol, tres jugadores –un brasileño, un inglés y un francés- reciben, juntos, salarios anuales de 42 millones de dólares, equivalente al presupuesto anual de la capital de El Salvador, con cerca de 1.8 millones de habitantes.

 

    No es verdad que todos nacemos iguales, como dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Somos desiguales antes incluso del parto. La gestación de una mujer pobre no se puede comparar con la de una rica. Basta comparar el peso de sus bebes y sus defensas orgánicas.

Desde el punto de vista del comportamiento, podemos hablar hoy de cuatro economías: de la necesidad, de la suficiencia, de la superfluidad y de la opulencia.

Dos terceras partes de la población mundial -4mil millones de personas- viven inmersas en la economía de la necesidad, pues ni siquiera disponen de alimentación  en calidad y cantidad suficiente. En 1960 había en el mundo 1 rico por cada 30 pobres; hoy la proporción es de 1 a 80. Millones de personas sobreviven en función de sus necesidades básicas inmediatas: acceso a lo mínimo de alimentos, de agua, de salud y de vivienda. Tienen suerte cuando encuentran empleo y educación. Es un pueblo condenado al éxodo, a la diáspora, emigrando de una región a otra, llevando consigo todas sus pertenencias. De entre ellos mueren cada día por hambre 24 mil personas (*1) entre las cuales hay miles de niños.

 

La economía de la suficiencia habrá de predominar cuando se hayan reducido las desigualdades y la humanidad conquiste, como anunció el profeta Isaías hace 2800 años, “”la paz como fruto de la justicia” (32:17). Esa economía asegura a cada ciudadano los derechos básicos inmediatos: alimentación, salud, educación, vivienda, trabajo, transporte, cultura, información y diversión. Es la economía que predomina en los monasterios y conventos, donde nadie es condenado a pasar necesidad y nadie tampoco posee cosas superfluas. Todos los bienes, excepto los de uso personal, son socializados –lo que es de uno es de todos-, conforme a lo que dice la Biblia respecto de los primeros cristianos: “Nadie consideraba exclusivamente suyo lo que poseía, sino que todo entre ellos era común… Entre ellos nadie pasaba necesidad” (Hechos de los Apóstoles 4:32-34). L a economía de suficiencia debería servir de parámetro y norma para el desarrollo sustentable de las naciones.

L a economía de lo superfluo es orquestada por el poderoso engranaje publicitario y favorecido por el acelerado avance tecnológico, que vuelve el producto de hoy obsoleto y descartable mañana. Cuando la tecnología  no es capaz de dar un paso adelante en lo que ya está inventado –como se ve en los ejemplos del paraguas y del sacacorchos- recurre a las variantes de “diseño”, de modo que pueda conquistar al consumidor por el aspecto, ya que el mecanismo en sí es invariable.

Eso sucede especialmente con el consumo de vehículos de paseo, cuya estética atrae mas a los compradores que la potencia del motor, la economía de combustible la estabilidad y otros aspectos a los cuales la mayoría ni les presta atención.

El papel de la publicidad es hacer famosa una mercancía  y a continuación convertir lo superfluo en necesario e incluso en indispensable. De ese modo, miles de de consumidores ya no pueden prescindir de ese champú o de aquella marca de refrigerador, recargando sus presupuestos con el consumo innecesario y muchas veces hasta perjudicial para la salud (*2).De esa manera la publicidad invade nuestro universo psíquico, que llega a invertir la relación persona-mercancía. Ésta, realzada por una marca, pasa a darle valor a su comprador. Es como un caballo apreciado por la belleza de sus arreos. El producto pasa a tener más valor que la persona, y ésta solo es valorada socialmente, y así se siente subjetivamente, en la medida que muestra la marca del producto.

Quizá la más avasalladora economía de lo superfluo hoy día sea la industria de la estética corporal. El culto a la esbeltez del cuerpo, una anticultura deshumanizante, desencadena un enorme gasto de tiempo y de dinero, a causa de la preocupación de parecer hermoso a los ojos ajenos. En una sociedad en que belleza, fama y riqueza son consideradas valores fundamentales, sólo queda la belleza como posibilidad, ya que la riqueza y la fama están restringidas a un círculo hermético.

Son la riqueza y la fama, y también el poder, quienes posibilitan la economía de la opulencia, al alcance del pequeño grupo de privilegiados que hace de su consumo superfluo una forma de ostentación, gastando fortunas con productos y manteniendo un estilo de vida sofisticado. Esa Hartura contrasta de tal modo con el nivel de vida medio, que obliga a los opulentos  a protegerse del asedio, del asalto y de la envidia, con un fuerte entorno de seguridad. La economía  de la opulencia fetichiza la mercancía, idolatra el mercado, pone el dinero en el lugar de Dios. Y controla el juego de poder en este mundo en el que la política es siempre dirigida por la economía. (Traducción: José Luis Burguet)”

 

   La revista se llama “PARIKSIT La revolución de la conciencia”, No 2 de febrero/abril de 2008. Su director editorial es  Dharmaraj Das. Email:   revistapariksit(arroba)hotmail.com, aunque nunca pude contactarme con ellos.     

                                                                                               EL REJEGO

       

 

Contrastes

 

 

 

 

 

*1 Creo que esta cifra es más alarmante que cualquiera de las que se manejaron en la presente epidemia en todo el mundo. (N. de EL REJEGO)

*2 Como las bebidas alcohólicas, los cigarrillos o las tarjetas de crédito. (N. de ELREJEGO)

                              

 

                                 

 

 


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