5 de octubre de 2006

PUMITA NOS ENVIA UN ARTICULO DEL MAESTRO HUMBERTO MUSACCHIO

¿Jaripeo o política laboral?
Por: Humberto Musacchio



El gobierno foxista creyó que imponer otro charrito era cosa fácil y decidió emplear la violencia en la planta de Sicartsa



En medio de tantos fracasos, con sectores estratégicos considerados como zonas de desastre político, parece que poco importa el ramo laboral, ése que el presidente Vicente Fox encargó a Carlos María Abascal, lo que constituyó una provocación a los sindicatos, pues el funcionario había sido presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana y, como es explicable, su proceder iba a ser —y fue— en provecho de sus representados.



Abascal se empeñó en dar respiración de boca a boca al zombi llamado charrismo, se hizo retratar una y otra vez junto a los líderes del gansterismo sindical y obró con evidente disimulo ante las mafias vendedoras de protección. En un caso extremo, pese a su declarada piedad cristiana, propició la impunidad de Salvador Gámiz Fernández, el sujeto que maneja 1,500 contratos de protección, el mismo que fue procesado por estupro, pues para conseguir empleo a las jovencitas les ponía como condición que participaran en sus francachelas y compartieran las sábanas con él o con sus amigotes.



Mientras rezaba, el señor Abascal cerró los ojos ante las atrocidades de ese individuo y el sector laboral mantuvo intocada la estructura de los organismos tripartitos, en los que la representación "obrera" está a cargo de sujetos de oscuro origen, pues no se sabe si vienen del PRI, del PAN, de la empresa privada o del gobierno.



Igualmente, el antes secretario del Trabajo y Previsión Social mostró un sorprendente respeto por la vieja política de negar sistemáticamente el registro a los nuevos sindicatos y no tomar nota cuando los dirigentes sinvergüenzas eran sustituidos por auténticos representantes de los trabajadores.



Cuando don Carlos María pasó a Gobernación, le dejó el cargo a su viejo colaborador Francisco Javier Salazar, un individuo que, para su fortuna —que es mucha—, no es de madera, pues de serlo tendría varios metros de prominencia nasal, pues ha hecho de la mentira su modus operandi: sus inspectores debían revisar las instalaciones en la mina de Pasta de Conchos, y no lo hicieron o, si fue así, no reportaron el inmenso peligro que corrían los obreros por las fugas de gas, las improvisadas instalaciones eléctricas y el desbarajuste existente en los socavones. El resultado, decenas de muertos.



Como el líder del sindicato minero, Napoleón Gómez Urrutia, denunció algunas irregularidades, el gobierno foxista, con el señor Salazar al frente de la STPS, decidió quitar a un líder y poner a otro. Gómez Urrutia es indefendible, pero ante la pretensión de Salazar de quitarlo para poner a uno de sus peones, un tal Elías Morales, los trabajadores, temerosos de que les vaya todavía peor con otro líder impuesto, salieron en defensa, no de este Napoleón, sino de su sindicato, de su organización, que a final de cuentas es lo único que tienen para defenderse.



El gobierno foxista creyó que imponer otro charrito era cosa fácil y decidió emplear la violencia en la planta de Sicartsa en Lázaro Cárdenas. Para su sorpresa, los trabajadores se mostraron como un grupo valiente y disciplinado y, pese a que dos operarios murieron, el ataque policiaco-militar fracasó ante la resistencia de los obreros, lo que debería ser una lección para quienes quieren "resolver" a balazos el conflicto de Oaxaca.



En los últimos días, Excélsior ha hecho un seguimiento del sector laboral y de las autoridades del trabajo. La conclusión para cualquier lector avisado es que persisten los viejos vicios del régimen priista, aumentados aunque no corregidos. La forma de elección es modificada al gusto de los dirigentes y los estatutos se acomodan para permitir lo mismo la reelección que cualquier barbaridad.



En el caso de los petroleros, los trabajadores son explotados por sus líderes desde antes de ingresar a la empresa. La venta de plazas es una costumbre tan añeja como la complicidad de toda clase de autoridades y el resultado de ese sindicalismo es que Pemex está en los últimos lugares entre las empresas petroleras del mundo en materia de productividad. Insistamos, no por culpa de los trabajadores, sino de sus caporales.



Esa libertad de los líderes para hacer lo que les viene en gana ha dado casos como el de Salvador Barragán Camacho, cliente asiduo de Las Vegas, quien perdía hasta cien mil dólares en una noche. Los charritos de hoy quizá tengan otras distracciones, pero seguramente causan igual o peor despilfarro.



La Secretaría del Trabajo, ante la reelección de Carlos Romero Deschamps, emitió un comunicado en el que asegura que está impedida por la ley para objetar, cambiar o descalificar decisiones como la reforma estatutaria del sindicato petrolero. Por supuesto miente, porque en el sindicato de mineros está metida hasta la cocina. Está impedida, sí, pero no por las leyes mexicanas, sino por la maraña de intereses en la que están metidos Salazar, los Mouriño, la charrería sindical y todos aquellos empeñados en ordeñarle hasta la última gota a Pemex para acabar de arruinarla y en el próximo sexenio venderla al extranjero con el argumento de que no servía. En eso están.

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