ESCRIBE MARIO GALVEZ:
Esquizofrenia política
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De esquizofrénica, así puede definirse la política foxista en relación al conflicto de Oaxaca, pues si el lunes anunciaba que las policías estatales y la municipal de Oaxaca pasaban al control de la Federación, y específicamente de la Secretaría de Gobernación, lo que llevó al repudiado Ulises Ruiz a declarar que su titular, Carlos Abascal, no era un interlocutor válido, ayer éste se reunió durante 90 largos minutos con el gobernador y al final del encuentro declaró muy quitado de la pena que habían zanjado cualquier diferencia y de manera pública ambos manifestaron su disposición “de trabajar de manera coordinada en la solución de la crisis de gobernabilidad que aqueja a la entidad.
No hay rompimiento, sino una total coordinación”, aseguró el mandatario oaxaqueño.
Es el colmo.
Con ello se confirma que el gobierno foxista no busca ni pretende solucionar el conflicto, sino sólo darle largas; que no le interesa el tan socorrido “Estado de Derecho”, sino respaldar a un gobernador que ya no gobierna nada ni a nadie, a quien incluso se le retiro el control de las fuerzas del orden para que no llegara a hacer mal uso de ellas, lo que evidencia la total desconfianza que tienen de él en el gobierno federal.
Lo que pretende el gobierno foxista no es solucionar el conflicto pues si esa fuera su intención desde hace mucho tiempo hubiese desplegado esfuerzos políticos convincentes en tal dirección, pero nada de eso ha ocurrido porque como lo ha evidenciado Fox el caso Oaxaca le tiene sin cuidado.
Las señales que envía Abascal no pueden menos que desconcertar a los maestros y a los integrantes de la APPO, con quienes apenas antier había fumado la pipa de la paz, pues a menos que se trate de un estilo político de alta escuela, lo cierto es que recibir por espacio de hora y media al repudiado gobernador -quien dicho sea de paso se la vive desde hace meses en el D.F. ya que en Oaxaca es un cadáver político- sólo puede provocar irritación y extrañeza entre los opositores a Ruiz, y más cuando al final del encuentro declara que ya se limaron asperezas y hay total coordinación entre ambos gobiernos.
Una burla.
¿Cuál es entonces el juego que sigue el gobierno federal en este conflicto?
Todo indica que lo que pretende es darle largas al asunto a fin de que se agote el tiempo en que se tenga que llamar a nuevas elecciones a fin de que el Senado designe al sucesor de Ulises y el PRI mantenga, pese a todo, el control de la entidad; o peor aún, de darle largas a fin de que el conflicto termine por estancarse y finalmente el gobernador se salga con la suya…al menos en el sexenio de Fox y se le herede a Calderón como bomba de tiempo.
El temor de unos y otros es que el caso oaxaqueño pudiera repetirse en otras entidades, pero ese temor sólo puede provenir de quienes se sienten inseguros en el cargo y tienen largas cuentas pendientes con sus gobernados.
Pero además, el caso Oaxaca es irrepetible por diversos motivos; no sólo porque Ulises es el resultado de un proceso electoral fraudulento, sino porque los actores principales de la oposición -la sección 22 del SNTE y las organizaciones que conforman la APPO- llevan no menos de 10 años en un activismo político permanente.
Es decir, sólo en Oaxaca se dan esas condiciones políticas objetivas.
Empero, el mensaje que el gobierno envía a la población es que los intereses de la delincuencia política hecha gobierno están por encima de cualquier noción de Estado de Derecho.
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