DEL UNIVERSAL:
El pizarrón de lo privado y lo público
Carlos Monsiváis
01 de octubre de 2006
¿Qué son las "universidades" patito? El término, surgido o implantado hace una década, alude a "centros de enseñanza superior" que son en rigor simulacros, placebos educativos que se improvisan al calor de las colegiaturas y la desesperación de los padres o las madres de familia, reacios a la desaparición del porvenir de sus hijos, y todavía creyentes fervorosos de las resonancias del vocablo "universidad", al margen de la institución o del colegio improvisado que lo ostente. En estos años las universidades patito desbordan las expectativas de crecimiento exponencial, alquilan o construyen edificios no muy amplios, agotan el catálogo de nombres fantásticos (Universidad de la Perla del Pacífico, Universidad de la Sultana del Norte, Centro de Estudios Filosóficos Reverberación, o títulos semejantes), dispensan títulos profesionales como indulgencias de la Edad Media, y teatralizan el proceso en el que la credulidad de las familias es otra muestra del autoengaño gigantesco que distingue a la sociedad que, entre otras alucinaciones, admira la eficacia de los manuales de autoayuda, la amenidad de la televisión abierta, la conversión de los reality shows en universidades del comportamiento y el IFE de Luis Carlos Ugalde.
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No toda la educación privada, desde luego, se vincula a la magia académica de las universidades patito, con su planta mínima de profesores que, por así decirlo, enseñan sin problemas y en la misma mañana biología molecular y literatura europea, ni tampoco toda la enseñanza privada es campo del sectarismo, su puerilidad "filosófica" y sus búsquedas policiacas de la herejía. Pero lo que sí ha cundido en este medio es la Teoría del Es-tado como mayordomo y almacenista, una tendencia no tan reciente que quiere hacerse de los recursos de la educación pública.
Ahora se da a conocer (Ovaciones, 25 de septiembre de 2006) una propuesta de la Asociación de Universidades e Instituciones de Educación Media Superior y Superior (AUIEMSS) que, por lo pronto en relación a Puebla, demanda de los gobiernos federal y estatal lo que consideran obligado: subsidios para las instituciones privadas "a través de rigurosos esquemas de calidad" (no se insinúa siquiera en qué consisten). La ra-zón de la exigencia no se prueba pero se declara: las universidades públicas. Como las escuelas tecnológicas y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) atienden sólo al 37% de los estudiantes de nivel superior.
En México la educación primaria y secundaria depende del Estado en más de un 90%, y las universidades públicas albergan a más del 60% del alumnado, pero concédasele a Puebla la condición excepcional promovida por la multiplicación de universidades patito; ¿ésta es la prueba tajante de que la enseñanza privada amerita el apoyo federal? Hay evidencias numerosas del sacrificio de un número significativo de familias ansiosas por alojar a sus vástagos en universidades donde los contactos sociales son por lo menos la mitad de las ventajas educativas, ¿pero eso despoja a la enseñanza privada de su dimensión comercial, con frecuencia exorbitante? ¿Y no es verdad, como lo es, que para un gran número de familias el pago de las colegiaturas no es problema alguno?
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El presidente de la AUIEMSS, Gustavo Santín Nieto, es tajante: "El actual sistema educativo es obsoleto, no atiende las verdaderas necesidades sociales por lo que urge un cambio que consolide todas las instituciones". ¿Y cuáles son las verdaderas necesidades sociales? No las que podrían enumerarse, sino las concentradas en una declaración de fe: la educación privada en Puebla debe recibir apoyos económicos del gobierno, pues la BUAP y los tecnológicos instruyen apenas a una minoría apoyada en exceso. Y aun en este momento del auge de lo pri-vado, ¿por qué el Estado debe entregar recursos a quienes, hasta el momento, no los han necesitado, porque el número de instituciones educativas (valga la generalización) se amplía, no obstante el aumento del gasto de cada familia? ¿Por qué nada dice Santín de la mayoría de jóvenes que no consigue cupo en las universidades públicas?
El argumento de Santín es tremolante: el objetivo social de las integrantes de la AUIEMSS "es la formación de capital humano para el desarrollo de la sociedad". Así es o así sea, ¿pero no le toca al empresariado, en la hora de la suprema acumulación de la riqueza, aumentar las becas en aquellas universidades privadas que comprueben rigurosamente no pertenecer al circuito patito?
¿Y quiénes decidirán cómo se traduce lo de "rigurosamente"? Hace unas semanas, en Ciudad Neza, la Universidad La Salle inauguró una filial con -aseguraron- 40% de los estudiantes con becas sostenidas por empresarios); entonces, ¿no es asunto de la muy próspera iniciativa privada ampliar el Programa Nacional de Becas (Pronabes) destinadas a sostener a las instituciones que participan de su ideal "de formación de capital humano"?
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En la reunión de la AUIEMSS, el director de la Escuela Superior de Turismo Roberto Cañedo, señor Javier Ojeda Sosa, declaró: "Otra forma de apoyo a las universidades privadas es que el pago de la colegiatura sea deducible de impuestos, con lo que las familias podrían invertir más en la educación de los hijos". ¡Electrizante! Esta propuesta no es muy novedosa. Corresponde a la euforia privatófila de la temporada y revela características notables o, si se quiere acudir al len-guaje de la gastronomía, suculentas: a) la enseñanza privada es un certificado de ventajas sociales. Entonces, el Estado tiene la obligación de sostener económicamente una zona de privilegios; b) Al ahorrarse el gasto en colegiaturas, los súbitamente menesterosos padres de familia podrán mandar a sus hijos tres veces al año a Europa en viajes culturales; c) Acto seguido, si la lógica aún tiene sentido, el pago de impuestos de los provistos de fortuna regular o enorme será deducible de impuestos, y así se invertirán más recursos en la consolidación de las empresas de los padres de los alumnos.
Todo el poder para el poder.
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La explicación no incluida en estos alegatos es la que, desde hace décadas, circula en las clases medias, para ya no hablar de la oligarquía: la educación pública es "zona de catástrofe" y nadie sensatamente enviará a sus retoños (expresión de cariño vegetalizado aún a la disposición) a las escuelas y universidades públicas. La polarización comienza en las ideas prevalecientes sobre los proce-sos educativos, y en la conversión de un hecho (la insuficiencia notoria de los re-cursos asignados a la enseñanza pública, muy en especial la elemental) en una predestinación: "Abandona toda esperanza de progreso, oh, tú que ingresas a una escuela pública".
Al dogma determinista le sucede la galería de reacciones hoy casi inescapables: las familias clasemedieras palidecen al imaginarse a sus niños y jóvenes sometidos al trato diario con esa mayoría de sus condiscípulos que nunca la harán en la vida; la angustia se vuelca en la desesperación y las familias son incluso capaces de la hipoteca con tal de garantizarle a los suyos la salvación pedagógica y, en su ruta de escape de la desdicha, se abstienen de examinar con mínima decisión crítica, el tipo de enseñanza que reciben sus hijos, por ejemplo en las universidades patito... Y así el tiempo termina: las familias no pudientes se alojan definitivamente en el espejismo, las familias ricas se entristecen al ver a sus hijos en universidades monolingües y las empresas de la educación privada lo demanden todo, que al fin el Estado es un guarura eficaz.
Escritor
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