NOTA ORIGINAL MILENIO DIARIO
Qué pasará, qué misterio habrá en la laberíntica mentecilla de Gamboa Patrón como para que afirme que Ana Teresa Aranda, titular de Sedesol, es una “grosera”; él, cuyas conversaciones telefónicas con Kamel Nacif son de un nivel lingüístico que ha hecho sonrojar a más de un trabajador de la industria de la vulcanización.
Digo, si bien la secretaria no es de las que escucha, escribe y calla, y su comportamiento en lo que los cursis denominan como “la máxima tribuna de la nación” fue de una mala imitación de Lucerito encabritada (nomás le faltó decirle a los opositores que no le creían –quién sabe por qué— que el presichente entregará un país con 4.8 millones de pobre menos: “¡¿Y?!” “!¿Y?!”), deberían nuestros diputados de la oposición comprender que la secretaria, quien en realidad no es bilingüe sino bífida, tenía una misión casi imposible: demostrar que las políticas sociales de Fox no sólo sirvieron para demostrar que El Peje es un peligro para la nación y que Jelipillo Calderón es nuestro salvador.
Lo que sí era para asustar, no sólo al tiquis miquis de Gamboa Patrón sino a la gente decente en general, fue el presidente de la Cámara, el panista Enrique Zermeño –otro gran académico de las lengua– quien al ver que perredistas, petistas y tricolores se salían de la sesión para no ser regañados por una Ana Teresa que estaba injertada en una godzillesca maestra Canuta, les gritó cual novia dejada, “!A la chingada, váyanse a la chingada!”.
¡Ave María purísima! ¡Ya no se pelíense!
Ay, don Zermeño, no sea asté tan groserote, tan ordinario, tan macuarro porque me lo van reclutar los de la APPO.
Lo bueno es que Zermeño ya ofreció disculpas al ritmo de “es mi voz pero no mi léxico” y nomás falta que Adal Ramones me lo depile por patanazo como a Tiziano Ferro. Lo malo es que en vez de mantenerse en su papel de Elba Esther Gordillo II, a Ana Teresa le brotó el melodrama ranchero y casi se puso como Chachita en Nosotros los pobres cuando se le muere la abuelita al acusar a los diputados resentidos de que la discriminan por no tener un título universitario. Sob, poor litle lady! Digo, ¿por qué no, para que esa bola de malos mexicanos la dejen de molestar, les da lección inscribiéndose en el INEA y de paso supera el trauma?
¡Sí se puede! ¡Sí se puede!
Si Jesús Kumate le ganó la Belisario Domínguez a Monsi y a Luismi, cualquier cosa es posible.
Qué pasará, qué misterio habrá en la laberíntica mentecilla de Gamboa Patrón como para que afirme que Ana Teresa Aranda, titular de Sedesol, es una “grosera”; él, cuyas conversaciones telefónicas con Kamel Nacif son de un nivel lingüístico que ha hecho sonrojar a más de un trabajador de la industria de la vulcanización.
Digo, si bien la secretaria no es de las que escucha, escribe y calla, y su comportamiento en lo que los cursis denominan como “la máxima tribuna de la nación” fue de una mala imitación de Lucerito encabritada (nomás le faltó decirle a los opositores que no le creían –quién sabe por qué— que el presichente entregará un país con 4.8 millones de pobre menos: “¡¿Y?!” “!¿Y?!”), deberían nuestros diputados de la oposición comprender que la secretaria, quien en realidad no es bilingüe sino bífida, tenía una misión casi imposible: demostrar que las políticas sociales de Fox no sólo sirvieron para demostrar que El Peje es un peligro para la nación y que Jelipillo Calderón es nuestro salvador.
Lo que sí era para asustar, no sólo al tiquis miquis de Gamboa Patrón sino a la gente decente en general, fue el presidente de la Cámara, el panista Enrique Zermeño –otro gran académico de las lengua– quien al ver que perredistas, petistas y tricolores se salían de la sesión para no ser regañados por una Ana Teresa que estaba injertada en una godzillesca maestra Canuta, les gritó cual novia dejada, “!A la chingada, váyanse a la chingada!”.
¡Ave María purísima! ¡Ya no se pelíense!
Ay, don Zermeño, no sea asté tan groserote, tan ordinario, tan macuarro porque me lo van reclutar los de la APPO.
Lo bueno es que Zermeño ya ofreció disculpas al ritmo de “es mi voz pero no mi léxico” y nomás falta que Adal Ramones me lo depile por patanazo como a Tiziano Ferro. Lo malo es que en vez de mantenerse en su papel de Elba Esther Gordillo II, a Ana Teresa le brotó el melodrama ranchero y casi se puso como Chachita en Nosotros los pobres cuando se le muere la abuelita al acusar a los diputados resentidos de que la discriminan por no tener un título universitario. Sob, poor litle lady! Digo, ¿por qué no, para que esa bola de malos mexicanos la dejen de molestar, les da lección inscribiéndose en el INEA y de paso supera el trauma?
¡Sí se puede! ¡Sí se puede!
Si Jesús Kumate le ganó la Belisario Domínguez a Monsi y a Luismi, cualquier cosa es posible.
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