NOTA ORIGINAL:
ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
NO DEBE OLVIDARSE
ESTE 2 DE OCTUBRE es, por muchas razones, distinto al de los 38 años anteriores. Porque, a partir de 1969 --un año después del sangriento episodio de la tlatelolca Plaza de las Tres Culturas-- y hasta el año anterior, la fecha ha tenido una connotación de dolor y de frustración que contrasta enormidades con el ánimo optimista con el que, estoy seguro, hoy será recordado ese oscuro episodio de la historia nacional.
No faltarán, por supuesto, quienes –en el pesimismo de sus ataduras a un pasado que nadie quiere que se repita--, condene el camino que en general los grupos derivados del legendario movimiento estudiantil decidieron tomar, por la vía de la lucha política institucional.
No faltarán tampoco quienes en un permanente oscurantismo, decidan festejar, como lo han hecho, la represión de la que fueron objeto quienes en aquél entonces demandaban la destitución de los jefes policíacos de la capital y la indemnización a los familiares de los muertos del encontronazo entre dos preparatorias que fue disuelto de manera violenta, cual si hubieran sido, como desde el poder se dio a entender, miembros de una conspiración "del comunismo internacional", que por lo tanto debían ser aniquilados.
Tampoco faltarán quienes desde la visión del poder, vean como un acto de valentía el que el entonces Jefe del Estado haya armado todo un tinglado en el que ni las propias fuerzas militares y policíacas bajo su mando --al igual que las víctimas en cuestión-- supieron nunca a dónde y a que las enviaron aquella noche de Tlatelolco. Cual si hubiera sido la única vía para sostener la sacrosanta estabilidad de la Nación y la supuesta paz política de la que había gozado durante los últimos doce años. Quienes admiran al régimen por su actuación en 1968 en realidad añoran las épocas en las que el Estado no debía ni tenía por que dar razones de sus actos, y podía actuar a sus anchas y hasta confesar que así lo hacía, regodeándose en el autoritarismo que lo arropaba y que nadie estaba en condiciones de impugnar.
Por fortuna, este 2 de octubre, a 38 años de distancia del que se rememora, ninguna de estas tres posiciones fundamentalistas y radicales, desde las extremas izquierda y derecha así como desde la tradición autoritaria y fascista del poder, podrán ver que esa fecha adquirió una dimensión distinta para la sociedad mexicana y para las fuerzas democráticas.
La diferencia se encuentra por ejemplo en el hecho de cómo algunos de los líderes del Comité Nacional de Huelga están ahora encumbrándose como figuras políticas con cargos y capacidad de decisión, como producto de su lucha política y no por haber sido cooptado por el Estado. El caso más visible es Pablo Gómez quien de haber sido perseguido, reprimido, torturado y desaparecido por el régimen después de su participación en el movimiento estudiantil, es uno de los personajes que desde la máxima tribuna tiene ya uno de los papeles decisivos en el proceso de transición política.
Otro de los líderes históricos del 68, el fallecido Heberto Castillo, recibió hace 10 años, la medalla Belisario Domínguez, de manera póstuma.
Los caídos del dos de octubre no deben ser olvidados.
Pero su legado será más valioso en tanto se les ubique como parte de lo que ahora somos, en términos de política democrática. ¿O no?
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