21 de septiembre de 2006

RUBÉN MARTÍN: CONTRADICCIONES

NOTA ORIGINAL PÚBLICO MILENIO

Mientras miles de jaliscienses preparaban la noche del viernes 15 sus mochilas para partir en autobuses a la ciudad de México y participar en la Convención Nacional Democrática (CND) dos legisladores del Partido de la Revolución Democrática (PRD) preparaban sus maletas para partir en un vuelo a una gira de de quince días por cuatro países de Asia.


Mientras militantes de base del PRD o simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador acudían a uno de los actos más importantes en las movilizaciones en contra de la imposición de Felipe Calderón, dos diputados perredistas no sólo ignoraban ese acto sino que gustosos marcharon al viaje al extranjero, travesía pagada por el Congreso del Estado, una de las instituciones a las que supuestamente habría que mandar al diablo.

Este ejemplo muestra que a la hora de la congruencia y de la coherencia con el discurso que ha ido planteando López Obrador y que es respaldado por cientos de miles de seguidores, muchos políticos prefieren vivir bajo el jugoso paraguas institucional antes que ir a fondo en este movimiento político.

Este es uno de los principales flancos que tiene el movimiento político en contra del fraude: la fácil compra de voluntades y lealtades de cuadros políticos por parte de quienes detentan el poder. En las próximas semanas el cálculo mercantil se irá imponiendo entre políticos profesionales y algunas organizaciones que hasta ahora han seguido a López Obrador. Ahora el calderonismo está a la caza de cualquier perredista que quiera aceptar un puesto en el gabinete. Esta es una de las debilidades de este movimiento, las tendencias negociadoras, pragmáticas y corruptas que existe siempre en el ámbito de la política.

Aunque importante no es la única contradicción que padece el movimiento que encabeza López Obrador. La contradicción principal es la tensa relación entre el llamado a cuestionar las instituciones y refundar la rRpública y el uso de las mismas instituciones para hacer política o simplemente para vivir del presupuesto. Otra cosa sería si los políticos de la coalición que resultaron electos hubieran renunciado a asumir como representantes populares.

Pero el movimiento de resistencia civil en contra del fraude electoral, como toda acción política colectiva, no es y no puede ser una fuerza químicamente pura. No obstante sus múltiples contradicciones, tiene a su favor un saldo importante y un capital que podría ser relevante a favor de un cambio radical del orden político en el país. Uno de estos saldos a favor es que mantuvieron las movilizaciones después del 2 de julio. En las cuatro concentraciones en el Zócalo, que culminaron en esta fase el pasado 16 de septiembre con la CND, participaron millones de personas de manera ordenada y pacífica. Las movilizaciones ni en las acciones de resistencia civil, entre ellas el plantón en la ciudad de México, tuvieron saldo blanco. Además durante estas movilizaciones se consolidó una base social popular, y se educó cívica y políticamente a miles de ciudadanos en todo el país. Las movilizaciones en contra del fraude de 2006 son equivalentes al movimiento estudiantil de 1968, a las que encabezaron los electricistas por la democracia sindical en 1976 y las movilizaciones en contra del fraude electoral de 1988. En cada una de estas acciones políticas colectivas se formaron miles de cuadros que han sido decisivos para pelear por la conquista de derechos sociales y políticos en el país.

Lo más relevante, sin embargo no es esto, sino que ese movimiento logró mantener la iniciativa política y de un modo u otro sigue imponiendo una agenda. Ahora Felipe Calderón ya no ofrece mano firme ni ser el presidente del empleo, sino una agenda supuestamente social e incluso rebasar a López Obrador por la izquierda. Las banderas del combate a la pobreza y la desigualdad que levantó el tabasqueño ahora son levantadas por el michoacano. Lo más significativo de la agenda de temas que ha logrado imponer el movimiento en contra del fraude, es el debate sobre la necesidad de cuestionar y cambiar las instituciones políticas del país. Antes del 2 de julio se presumía al IFE incluso como aparato electoral de exportación; ahora todos coinciden en que muchas cosas deben cambiar ahí, al tiempo que está en discusión pública el resto de instituciones y procedimientos políticos del corte liberal en el país. No es poco lo que ha conseguido esta movilización ciudadana en apenas dos meses y medio.

rmartin@publico.com.mx

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