DEL REFORMA:
René Delgado
La mecha y la bomba
Más allá del himno a la contradicción y el vals de la justificación que alegre entona y baila, día a día, el portavoz Rubén Aguilar, al presidente Vicente Fox muy poco le importa la herencia que deja a su sucesor.
Envuelta con la bandera nacional y con la banda presidencial hecha un moño -por no decir, un nudo-, Vicente Fox le deja por regalo a Felipe Calderón una monumental bomba de tiempo que será menester desactivar cuidadosa y rápidamente.
Esa bomba tiene tres mechas políticas cortas, tres mechas económicas medianas y una mecha diplomática un poco más larga, pero todas amenazan con estallar en el corazón de una sociedad desesperada.
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Una de las mechas cortas más peligrosas es el brutal desafío del narcotráfico al Estado mexicano. A un ritmo aproximado de tres ejecuciones por día vive el país y, a pesar de la evidencia, aún no se cobra conciencia de la verdadera dimensión de ese problema. El problema de la seguridad pública es hoy un problema de seguridad nacional.
Estructuralmente, el gobierno foxista nunca entendió la dimensión del asunto y, peor todavía, los pequeños avances en materia de seguridad fueron desmantelados. La creación de la Secretaría de Seguridad Pública fue un error y la persecución de los pocos cuadros que, en ese renglón, se habían formado fue un auténtico tiro en el pie. Se desarticularon las acciones de inteligencia, las preventivas y de persecución, dejando el peso de la responsabilidad en el Ejército. Por si ello no bastara, el foxismo metió a la Secretaría de Seguridad en el juego perverso de la baraja para acomodar a los amigos y, así, se fueron perdiendo los instrumentos para hacer frente al creciente desafío del narcotráfico.
Suena a burla, a verdadera burla que a dos meses de entregar la administración se anuncie que, por fin, hay acuerdo nacional en la estrategia para combatir al crimen organizado y que ese acuerdo sea el diseñado por el gobierno anterior. Que se haya deshecho más de lo que se hizo es una burla criminal, es un certificado de negligencia.
Hoy el desafío del narco al Estado mexicano pega y rebota en lo económico, en lo político, en lo gubernamental, en lo societal e, incluso, en lo diplomático con Estados Unidos y, aun así, el gobierno foxista juega con el problema. Extraditar a capos del narco, cuando se está por dejar el gobierno, es verdaderamente envolver para regalo una bomba de tiempo al sucesor.
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Otra mecha corta de esa bomba está en lo que ocurre en Oaxaca. Sólo a los ingenuos asombra que el destino de Ulises Ruiz sea una tragedia política.
Desde el origen mismo de su gobierno estaba escrito su destino. Bueno para armar su elección, malo resultó Ulises para armar su gobierno. No supo sacudirse la sombra de José Murat y lo confrontó, no supo tratar a sus adversarios, fuesen o no compañeros de partido, y los confrontó, no supo relacionarse con la sociedad y la confrontó, no supo tratar a los medios de comunicación y los confrontó. Y, aun hoy, Ulises Ruiz se pregunta por qué se cae.
En más de un sentido, Ulises Ruiz perdió la cabeza meses atrás. El absurdo, sin embargo, es que el PRI y el PAN así como el gobierno federal se empeñen en sostenérsela. La razón de ello es bien sencilla: algunos gobernadores y legisladores del PRI amenazan con que, si rueda la cabeza de Ulises, en el aire queda la integración del quórum para la sesión de Congreso del 1o. de diciembre, día marcado como el de la transmisión del poder presidencial.
Por eso, Vicente Fox y Carlos Abascal deshojan la margarita del uso de la fuerza pública. Saben que el problema que tienen es de costos y, mientras deciden qué hacer y cómo hacerlo, muy poco les importa que una entidad de la República pague los platos rotos de la negligencia con que, desde su origen, se manejó por los gobiernos federal y estatal la crisis en Oaxaca.
El verdadero problema de esa mecha es que revela el grado de descomposición del régimen, que ni con el pétalo de una leve reforma se atrevió a tocar Vicente Fox. Eso está detrás del problema de Oaxaca, el agotamiento del régimen. Fox todavía quiere sacarle jugo a la subcultura del chantaje que norma la relación con el PRI, porque a fin de cuentas sabe que la administración de la crisis de ese régimen le tocará a Felipe Calderón. En fila se ven venir las siguientes crisis, Puebla en primer lugar.
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Otra mecha política corta es la de los sindicatos. El conflicto con el sindicato minero fue el primer aviso de un asunto delicado: apoyar la política laboral en los viejos arreglos con el corporativismo sindical ya no era seguro. Sin embargo, el foxismo no se interesó mayor cosa en el problema.
Llegó a arreglos bajo cuerda con el sindicato petrolero, llegó a arreglos bajo cuerda con el sindicato magisterial, llegó a arreglos bajo cuerda con ese gángster que encabeza el Congreso del Trabajo, llamado Víctor Flores. Bendijeron el corporativismo sindical, bajo una mezquina idea: mantener el statu quo mientras ellos estuvieran en el gobierno y dejarle al sucesor el problema. En esas estamos, pero con un ingrediente extra: a pesar de los pesares, todavía juegan con la idea de ponerles una zancadilla a aquellas fuerzas sindicales, notoriamente el sindicato del Seguro Social, que no se ajustaron a los términos de la relación establecida con el foxismo.
Puede parecer que no, pero esas mechas son cortas, están encendidas y la bomba que activan es de enorme explosividad.
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Las mechas económicas que Vicente Fox deja encendidas, todavía no se ven pero ahí están, y probablemente adquieran fuerza de expresión dentro de dos años.
Más allá del precio del petróleo, la quiebra de la empresa estatal exige una acción rápida que la atmósfera política no favorece. Y a esa mecha se agrega el problema de las pensiones y los Pidiregas que, en un par de años, van a dar mucho de que hablar. Esos asuntos son importantes en extremo pero, como el gobierno federal se dedicó a paliar lo urgente y dejar de lado lo importante, a Felipe Calderón le va a tocar entrarle a esos problemas que, quizá, por su estado latente, no ocupan el espacio debido en las preocupaciones y ocupaciones del país.
Si esas mechas en vez de apagarse se combinan, su efecto sería devastador y, si bien Felipe Calderón trae claro el problema del empleo y la desigualdad, no se alcanza a distinguir el grado de prioridad que le concede a ese trinomio integrado por el petróleo, las pensiones y los Pidiregas. Un regalo más de la actual administración.
A esos problemas se agrega otro de orden económico-diplomático: el brutal endurecimiento de la política migratoria por parte de Estados Unidos. Si bien es decisión soberana del vecino hacer cuanto quiera en la materia, es negligencia nacional no haber tomado ni una sola medida preventiva frente al efecto económico y social que la disminución del flujo migratorio a Estados Unidos le puede acarrear al país. Los tres factores generadores de divisas -petrolero, remesas y turismo- se encuentran lastimados por razones económicas, migratorias o políticas. Una parte más de la herencia.
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Siempre estuvo claro que Vicente Fox quería aniquilar a Andrés Manuel López Obrador, también estuvo claro que Felipe Calderón no era su candidato, lo que no se sabía es que le fuera a dejar por herencia una bomba de tiempo con las mechas encendidas.
Correo electrónico: sobreaviso@latinmail.com
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