Mario Galvez escribe:
Seguridad o miedo
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1.- Una constante en todos los actos en los que participa Calderón es el aparato de seguridad que utiliza, que de acuerdo a los conocedores no lo trae ni el propio Fox.
Un ejemplo de ello se dio aquí el pasado fin de semana, cuando más de un centenar de agentes de agentes del Estado Mayor Presidencial, amén de decenas de soldados, policías federales, estatales y preventivos se hicieron cargo de su seguridad.
En tales condiciones ni quien se le acerque.
¿Así pensará gobernar, alejado totalmente de la gente, del pueblo llano, de las personas comunes y corrientes?
Lo cierto es que al respecto Calderón ha sido enfático:
“No voy a descuidar un ápice la seguridad de los míos y la mía propia.
No tanto por mi persona, sino por lo que represento.
Que sepan los mexicanos que habrá un Presidente decidido a hacer valer la institución presidencial, porque en ella está representado el Estado mexicano y la posibilidad de un futuro mejor para todos.”
Pero sin contacto con la gente y separado por una muralla de policías y agentes de seguridad el mensaje que envía Calderón no es de seguridad, sino de miedo.
Miedo a la gente, no a un posible atentado.
Por lo demás, tan en serio se toma el asunto en el equipo calderonista que se destinaron 20 millones de pesos al Estado Mayor encargado de su seguridad y la de su familia; esto como parte del fideicomiso creado por la Secretaría de Hacienda para los trabajos de transición.
Calderón habla de acuerdos y de consenso con todas las fuerzas políticas, pero sólo se reúne con la estructura de su partido.
Hay pues un divorcio entre sus dichos y los hechos.
2.- Mientras la crisis oaxaqueña se profundiza, Fox se reúne con los gobernadores priístas en privado en Los Pinos.
El encuentro fue para analizar el conflicto y proponer soluciones, pero de entrada -según lo advirtió Carlos Abascal, titular de Gobernación- la renuncia de Ulises Ruiz no estuvo en la mesa de negociaciones, o sea que el asunto ni siquiera se discutió.
La reunión fue pues de autoconsumo y totalmente inútil pues el obstáculo principal para encontrar una solución negociada a la crisis era y es el gobernador.
Pero sucede que Fox tampoco interviene, lo que no ha hecho más que profundizar la crisis y la descomposición social y política que se vive en la entidad.
Lo cierto es que la renuncia de Ulises es condición sine qua non para destrabar el conflicto y que el diálogo político no sólo prospere, sino que arroje resultados tangibles en beneficio de la población.
Por lo pronto Jorge Zermeño le puso ya el casacabel al gato.
Aunque no fue explícito, dijo que en el caso oaxaqueño se deben analizar todas las opciones, incluyendo la renuncia del gobernador.
Lo cierto es que la salida de Ulises es indispensable para comenzar a resolver los problemas de la entidad.
Esto lo sabe todo el mundo, pero el gobierno federal y el PAN se niegan a reconocerlo por intereses y compromisos pactados con el viejo PRI, el que representa el oaxaqueño.
Ulises llegó a la gubernatura a través del fraude, fraude que avalaron las instituciones electorales estatales y la federal, y allí están las consecuencias:
la permanente ingobernabilidad de la entidad, que puede ser un foco de contaminación para el resto de la región sureste, donde se ubican las reservas más importantes de hidrocarburos y donde se genera más de la mitad de la electricidad del país.
Todo el mundo coincide en que la solución debe ser negociada, el problema es que el gobierno foxista no ha movido un dedo para resolver el conflicto.
¿Querrá Fox ver incendiado el sureste?
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