NOTA DEL REFORMA:
Guadalupe Loaeza
El 'góber horroroso'
"...reyezuelo despótico", lo llama Jorge Zepeda Patterson en su editorial (El Universal, 24/09/2006). "Un patán de la política", comentó al aire, Raymundo Riva Palacio, en el programa de Víctor Trujillo de ayer por la mañana. Por mi parte, yo lo llamo el góber-horroroso... Pero, ¿qué opinarán las y los oaxaqueños a propósito de la forma de gobernar de Ulises Ruiz?
Si algo nos queda claro es que Ulises, impuesto por Madrazo, llega a la gubernatura de su estado sumamente cuestionado. Incluso su supuesto triunfo fue llevado al Trife, 15 días antes de que tomara posesión. Sin embargo, hoy en día la mayoría de los oaxaqueños afirma que ganó Gabino Cué. En otras palabras, el todavía gobernador de Oaxaca empezó muy mal. Entre las muchas torpezas que ha cometido el góber-horroroso a lo largo de su gestión, mencionaremos algunas. En primer lugar cambió la sede de los poderes al municipio de Santa María Coyotepec, justo al lado de la Secretaría de la Protección Ciudadana. Es decir, que lo que era el Palacio de Gobierno lo convirtió en museo. Después se le ocurrió mudar el Congreso local al teatro Álvaro Carrillo. Después construyó un edificio en San Raymundo Jalpan y a partir de entonces estuvieron cambiando de sede debido a las innumerables protestas de los maestros. Hay que decir que ya regresaron a su sede original en donde, por cierto, el domingo pasado anunciaron una reforma de Estado. Por su parte, el Congreso del estado se convirtió en el teatro Juárez. Bueno pero, ¿qué decía la gente respecto a todos estos cambios? Todo el mundo se indignó. Decían que el de Ulises era un gobierno que no daba la cara, que se estaba escondiendo. Nadie entendía por qué muchas oficinas del gobierno estatal habían sido cambiadas sin previo aviso. Esto, naturalmente, generó una gran confusión. ¿Se debía a que el gobernador no quería gobernar frente al pueblo? Ulises se negó a dialogar, especialmente con la sociedad civil. Su gobierno se empezó a caracterizar por una terrible cerrazón. No contento con todos estos cambios y las protestas, al góber-horroroso todavía se le ocurrió remodelar el zócalo de la ciudad. Con esta nueva iniciativa, Ulises incurría, una vez más, en la prepotencia, es decir, en el más puro estilo priista. Jamás consultó a la ciudadanía. Un buen día el zócalo amaneció sitiado para que las máquinas pudieran levantar el piso de cantera. "Es que el gobernador quiere modernizar el Centro Histórico. Vamos a poner un nuevo alumbrado, estacionamientos y hasta pasos a desnivel", comentaban funcionarios de su gobierno. El costo político fue elevadísimo, así como el financiero. Nada más la remodelación del zócalo ascendía a casi 800 millones de pesos. ¿Para qué tanto gasto en algo que no era tan indispensable en tratándose de un estado tan pobre y con necesidades tan apremiantes como por ejemplo el agua? Muchos municipios (Oaxaca tiene más de 500) no tienen agua. Toda esta confusión, pero sobre todo indignación por parte de la sociedad oaxaqueña se daba en el mes de abril 2005. A partir de todas estas arbitrariedades, se inició una movilización ciudadana en Defensa del Patrimonio Histórico. Se suponía que estos trabajos estarían terminados en el mes de julio para la Guelaguetza. Finalmente no lograron terminar. Para colmo se pusieron unas esculturas en el zócalo que costaron una fortuna y que fueron muy criticadas. "Es una exposición itinerata. Recorrerá otros estados de la República", decían sus achichincles. Pero no era cierto. Al cabo de unos meses estas mismas esculturas fueron abandonadas en el parque El Tequio, en calidad de chatarra. Pero sin duda lo que más molestó a las y los oaxaqueños fue el impedimento para realizar cualquier tipo de manifestación, incluso cultural, en el zócalo. He allí una limitante al derecho de la libertad de expresión. La policía municipal, es decir, los llamados "jaguares", estaban encargados de evitar cualquier tipo de manifestación. Una vez que pasó la Guelaguetza durante todo 2005, la policía preventiva se encargó de evitar que llegara cualquier manifestación ya sea de mujeres, de estudiantes o de otras comunidades.
Todo lo anterior ha contribuido al profundo enojo e indignación de la ciudadanía. En Oaxaca no quieren a Ulises. No lo quieren por su forma tan autoritaria que tiene para gobernar. La diferencia entre Murat y Ulises es que con el primero sí había posibilidades de negociación, de diálogo, y con el segundo, es todo lo contrario. Todo es a puerta cerrada. Las últimas semanas se la ha pasado en la Ciudad de México. Estaba desaparecido. No daba la cara. Nadie sabía dónde estaba. Cuando las y los oaxaqueños se topaban con el góber-horroroso, era porque lo veían por la tele.
Y al hablar de Ulises no podemos dejar de hablar de los actos de corrupción. Para todas y todos los oaxaqueños es sabido que los recursos que se dieron este año para Oaxaca fueron canalizados para la campaña de Madrazo. Muchos de los funcionarios públicos que no llevan ni dos años en el gobierno cuentan ya con mansiones. Algo que resulta muy evidente para la sociedad civil oaxaqueña es que en la obra pública prácticamente no existen licitaciones. Se simula que las hay, pero no es así. Como que licitan una obra pero todo el mundo sabe que de antemano ya se decidió qué empresa será contratada. Como que llaman a un conjunto de empresas para que presenten sus cotizaciones, pero es una mera simulación. Por ejemplo, en relación a la obra del zócalo, que representó un costo tan elevado, lo que hicieron fue fraccionarla. Es decir que la dividieron en 30 partes, aunque se hubiera tratado de una sola obra. Esto lo hacen con el objeto de evitar una licitación pública nacional.
Una gran parte de la sociedad oaxaqueña tiene miedo de decir lo que piensa verdaderamente. Teme unirse al clamor general que a gritos pide: "¡Fuera Ulises!" En un gobierno represor es natural que se tema por las represalias. Oaxaca es una ciudad pequeña, todo el mundo se conoce. No hay familia que no tenga un pariente en el gobierno. Es normal que se tema a sabiendas de que el gobierno tiene la consigna de fotografiar a todas aquellas personas que se manifiesten en contra de Ulises. Toman videos de las marchas. Hay un grupo enorme de paramilitares que circulan por toda la ciudad. Rondan las oficinas de las ONG. Hay mucha intimidación.
Seguramente muchas lectoras y lectores pensarán ya ha habido demasiadas pérdidas por culpa de los manifestantes de la APPO, que los niños llevan sin escuela casi cuatro meses, que ya no hay turismo, y que por consiguiente urge que intervengan las fuerzas del gobierno federal. Como Jorge Zepeda Patterson, me pregunto también: "¿A quién pueden recurrir los movimientos populares para protestar contra un gobernador que actúa como reyezuelo despótico?".
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