15 de diciembre de 2013

Tiempos de ignominia | LUIS JAVIER VALERO FLORES

Tiempos de ignominia | Opinión | El Diario:
LUIS JAVIER VALERO FLORES | 2013-12-14 | 19:38
Hoy recordamos a Don Víctor Cisneros, esforzado militante de la izquierda. Desde el mítico Partido Comunista Mexicano, hasta el Morena actual.

Se nos adelantó.

A sus familiares, amigos y compañeros vaya un abrazo solidario.



En tan sólo 10 minutos, como si fuera el trámite de cualquier otra cosa, y no de la ratificación de una trascendental modificación constitucional, el Poder Legislativo de Querétaro aprobó la reforma energética. Con ello, se convirtió en la figura emblemática del apresuramiento de la clase política para finiquitar la entrega del petróleo y la electricidad a los intereses globales.

Junto con el congreso queretano, otros diez más aprobaron la reforma entre viernes y sábado. No batallarán, seguramente en el curso de la semana obtendrán la mayoría necesaria para que se convierta en reforma constitucional. La soberanía de las entidades y la existencia de un pacto federal son, ya, letra muerta, sólo importa el acatamiento fiel, obtuso y silencioso para cumplir con la tarea encomendada.

Quedará, como siempre, en lo muy privado, la oposición de los priistas y su rechazo a modificación tan lamentable.

Tendremos tiempo para dolernos de lo realizado en el curso de la semana que termina.

Paradójicamente, el día en que se celebra a la principal figura religiosa de los mexicanos, la utilizada por Miguel Hidalgo para llamar a los mexicanos a luchar contra el dominio español, la nueva derecha mexicana ejecutó la mejor de las entregas realizadas en el curso de las 3 últimas décadas, justamente de cuando Miguel de la Madrid inició “la reconversión industrial”, aplaudida y, como ahora, respaldada en todo lo alto por el panismo, con la cual se inició la aplicación a rajatabla de todo el modelo neoliberal en el país.

Si ya en diciembre de 1946, con la creación del derecho de amparo a los terratenientes se había consumado el fin del proceso revolucionario de 1910-1917, con la reforma energética de Peña Nieto se habrá dado fin a los principios que dieron origen a la Constitución de 1917. Nada queda de los principios animadores de la nueva nación que emergió de las balas, el humo, las llamas y los muertos de la Revolución Mexicana.

Hoy solo quedará plasmada en los nombres de calles, colonias, monumentos y frisos, como el recientemente inaugurado en Chihuahua.

Quienes hoy gobiernan, lo hacen bajo esquemas conceptuales totalmente contrarios a sus antecesores, aquellos que gobernaron a México hasta 1946 y que posteriormente, con altibajos, respetaron todo el entramado ideológico y económico que hizo posible el surgimiento de México como una de las naciones que en muy poco tiempo (desde el punto de vista histórico) había alcanzado metas de carácter social inimaginables a principios del siglo XX.

En ese desarrollo fue fundamental la industria petrolera; las enormes utilidades generadas por ella sirvieron para el desarrollo económico sin precedentes; tal cosa no habría ocurrido si tales ganancias les hubieran pertenecido a las empresas petroleras extranjeras.

Por supuesto que también sirvieron para el crecimiento geométrico de la corrupción gubernamental. No son pocas las fortunas nacidas a partir de ella. También, ya en los gobiernos panistas, sirvió para que la casta dorada del panismo se sirviera salarios de verdaderos jeques árabes con los excedentes petroleros.

Ahora pretenden servirse –y servir– de tal riqueza, ya sin restricción alguna pues en los últimos años la penetración del capital privado en la industria petrolera había sido de escándalo. De ello dan cuenta el elevado número de ex funcionarios de Pemex que ahora aparecerán como exitosos empresarios o diligentes funcionarios de las empresas extranjeras.

La Constitución de 1917 (por unos cuantos meses antecesora de la soviética) había dado fin en México a la vieja concepción de que la propiedad privada era un derecho divino; en adelante, establecieron los constituyentes, la nación mexicana sería la propietaria de todo y le impondría a la propiedad privada las “modalidades que dictara el interés público”.

Ahora será al revés gracias a las modificaciones aprobadas por los legisladores del PRI, PAN y Verde Ecologista, en adelante, como ya sucede en el campo mexicano desde las modificaciones salinistas, el petróleo mexicano estará sujeto a las eventualidades del mercado mundial y, mediante ello, también a las eventualidades militares.

No es una frase, ni una buena figura literaria, sostener que el territorio nacional ha perdido una parte sustancial, en el futuro, los litigios entre el gobierno mexicano, Pemex y las empresas petroleras que vendrán al país se resolverán en los tribunales norteamericanos, y las empresas canadienses y norteamericanas, merced al Tratado de Libre Comercio, serán consideradas como nacionales.

La corrupción será, más que ahora, el régimen imperante. Solo debemos imaginarnos la cuantía de las prebendas que se otorgarán a los funcionarios mexicanos encargados de velar por la “transparencia” de las licitaciones y, seguramente, una buena parte de la clase política mexicana seguirá la ruta de sus semejantes rusos, los que una vez caído el régimen soviético se dedicaron a privatizar la propiedad estatal… y a convertirse en los nuevos propietarios de las empresas recién creadas.

El botín no es menor, asciende, según especialistas, a cerca de 3 billones de dólares, gracias a que la región petrolera de México se considera la “segunda área de hidrocarburos más importante del mundo después del Ártico”, de acuerdo con la agencia Bloomberg. (Nota de Israel Rodríguez, La Jornada, El Diario, 13/XII/13).

Lo que hoy abrieron a la gran empresa petrolera internacional son las reservas probadas de crudo, calculadas en 14 mil millones de barriles, a las que se suman las de hidrocarburos de lutitas (el denominado gas shale), catalogadas como las terceras más importantes del mundo y, por puritita casualidad, ubicadas, casi todas ellas, en el estado de Chihuahua.

No hay explicación plausible, no hay argumentación que sustente la entrega del petróleo a la empresa privada. A pesar de todo, a pesar de la corrupción imperante, Pemex es el quinto productor mundial de petróleo, “el quinto exportador y las reservas mexicanas se ubican en el decimotercer lugar mundial; los costos de extracción son los más bajos: 6.84 dólares por barril frente a 7.55 de Statoil, 9.55 de Exxon o 13.62 de Petrobras”. (Ibídem).

Además, sus ingresos pasaron de 71 mil millones de dólares en 2008, a 88 mil millones en 2012, con un promedio de inversión, en los últimos 3 años, de 22 mil millones de dólares, frente a los 36 mil millones de Exxon o la British Petroleum; por si fuera poco, contra toda la propaganda oficial, el pago de su deuda es el 6.4% de su capital de operación; no es, por tanto, la empresa quebrada que se debería rescatar, todo lo contrario.

Es la locura entregar parte de las utilidades de una empresa exitosa. Cualquiera lo sabe ¿Y entonces? ¿Cuál es la explicación?

Seguramente, como casi siempre, el dinero, y los intereses de los norteamericanos, como frecuentemente ha ocurrido en la historia nacional.

La reforma energética obedece a la recomendación de un grupo de trabajo del Senado estadounidense, asevera en un reportaje Reporte Indigo (Nota de Armando Estrop, 20/XII/13): “En octubre del 2012, Neil Brown y Carl Meacham, del equipo del senador de Indianapolis, Richard G. Lugar, tuvieron una serie de encuentros con el equipo de transición del gobierno de Enrique Peña Nieto”.

Dos meses después entregaban un documento, llamado “Oil, México and The Transboundary Agrement”, en el que se asentaba “que la reforma energética es una oportunidad para garantizar la seguridad energética de Estados Unidos”. En ese momento recibieron con beneplácito que Emilio Lozoya Austin, hoy director general de Pemex, fuera el encargado de asuntos internacionales de Enrique Peña Nieto.

Los impulsores de la reforma no se cansan de pregonar que no habrá privatización del petróleo, que se mantendrá como propiedad de la nación, como hasta ahora.

Sí, es cierto, así lo dice la nueva legislación. Estaremos como los ejidatarios de Ocampo, o de Huizopa, son dueños de las tierras en las que se encuentran las minas de oro, pero no son propietarios del oro, sólo lo ven de lejos, de muy lejos…

PD.- Queda pendiente el análisis puntual de las reformas.
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