16 de diciembre de 2013

Adiós, México | SinEmbargo Por: Alfonso López Collada

Adiós, México | SinEmbargo OPINIÓN:
Por: Alfonso López Collada - diciembre 7 de 2013 - 0:00
López Collada en SinEmbargo, LOS ESPECIALISTAS - 47 comentarios



En el fondo de su percepción, ¿le gusta México? En caso de que sí, le sugiero que hoy le tome fotos, que disfrute de su entorno cotidiano, que platique con sus próximos, porque a partir de mañana el país dejará de ser el que conocemos.

El cambio no se notará en un día, pero comenzará desde el lunes. Paso lento, sin mucho ruido -como suceden las grandes transformaciones-, los medios ponderando las bondades de las empresas extranjeras, aplausos de la clase política y optimismo del otro lado de la frontera. “Consumatum est”. Han sido muchas las advertencias de la existencia de este proyecto, todas ahogadas en tormentas de información que atomizan a la opinión pública, que queda dividida e indefensa.

A Estados Unidos le costó una guerra apoderarse una enorme riqueza petrolera del oriente medio; en Venezuela se topó con Chávez y en Brasil con Lula. En México logró su propósito sin disparar un solo tiro. Se ahorró el costo político de una guerra y el problema –si nos hubiera invadido- de hacerse cargo del país. Nada; todo se resolvió en papel, acordado, planchadito, sin ensuciar los cuellos blancos. Ahora sí, como se ha estado diciendo desde hace mucho, después de mañana los mexicanos nos quedamos sin futuro; ya no será nuestro.

Esto puede parecer una afirmación “ideologizada”, como calificaba Carlos Angulo Parra las de Claudia Sheinbaum en su encuentro televisado el jueves pasado (Aristegui en CNN), pero es que no hay escape: hablar de economía nacional es hablar de política, porque ésta no es sino una disfrazada lucha por la riqueza. Las guerras ideológicas o religiosas que ha visto la humanidad han sido en el fondo económicas. Por ejemplo, el Papa Alejandro VI le dio su bendición a la Reina Isabel de Castilla para “evangelizar a los salvajes” de América. Los conquistadores entendieron el mensaje y se lo llevaron todo.

Mañana se repite la historia, ahora protagonizada por las empresas globales más poderosas del mundo, las que ponen y quitan gobiernos, deciden guerras, imponen políticas económicas y manipulan mercados. Y surge la pregunta que quiere justificar: “¿No es acaso cierto que Pemex necesita modernizarse?” Claro que sí. Lo que sigue preguntarnos es ¿por qué no se ha modernizado en 30 años o más, si a Pemex el dinero no le falta porque está entre las 40 empresas más rentables del mundo? Sólo hay una explicación: porque no se quiso modernizar.

A Pemex se le puso el disfraz de empresa quebrada y la etiqueta de ineficiente, se dio rienda suelta a la corrupción y se armó el argumento, débil pero suficiente, para venderla a precio de regalo. Es la misma fórmula que se aplicó antes para “justificar” la venta de  los bancos, Canal 13, Teléfonos de México y otros negocios rematados por estar “quebrados”. Pero Teléfonos de México apuntala la fortuna del hombre más rico del mundo, Carlos Slim; Canal 13 acrecentó la fortuna y el poder de Ricardo Salinas Pliego, hoy en la cumbre; y los bancos globales que operan en el país son la salvación de sus corporativos, porque en ningún lugar del mundo ganan lo que aquí, donde se les inventó su Fobaproa y además se les permite cobrar sin tope a sus clientes. Todo esto tiene un costo económico que pagamos (también usted) vía impuestos, además de costos sociales como el aumento de un millón de mexicanos más en la pobreza alimentaria durante el último año.

Respecto a los funcionarios federales que apoyan la actual Reforma Energética, no es ocioso preguntarse: ¿Realmente se creen las razones que usan para defenderla, o sus explicaciones son engaños intencionales que buscan ocultar beneficios indebidos? Si se da el primer caso, su incapacidad mental les hace ineptos para desempeñar cargos públicos; lo segundo es un delito. En un caso o en otro, deben retirarse de todo cargo público.

La situación ha llegado a este nivel de descomposición porque la gran masa (hay excepciones) se sienta a que la tele le diga cómo va el país. Y cuando ve algo grave, imperdonable, lo deja pasar como quien se aguanta un infomercial esperando el juego de su equipo favorito: “Es nomás mientras…” ¿Mientras qué?

La cascada imparable de reformas se nos han impuesto una tras otra sin que podamos meter las manos, sin poder entenderlas siquiera. Ese es el propósito: aturdirnos como si estuviéramos en un salón de clase en el que se nos enseña civismo, matemáticas, música, física y botánica al mismo tiempo. El PRIAN finalmente se puso de acuerdo y nos ha ido conduciendo a donde hemos llegado. Hemos transitado por el camino de la negación y vemos nuestro futuro con la visión de un topo, hipnotizados por una fábula infantil como modelo a seguir. Así nos fuimos alejando de nuestro origen, pero al mismo tiempo también de nuestro destino. Adiós, México. Ojalá algún día te volvamos a ver
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