25 de octubre de 2011

LIBRO LAS CONCESIONES DEL PODER: LA CORRUPCIÓN DE CALDERÓN Y SU ESPOSA

TIEMPO DE MUJERES: LA PAREJA PRESIDENCIAL Y EL ABUSO:

LA PAREJA PRESIDENCIAL Y EL ABUSO
INVESTIGACIONES

Tras una rigurosa investigación, el periodista Francisco Cruz Jiménez detalla en el libro Las concesiones del poder (Editorial Planeta Mexicana. Sello Temas de Hoy. 2011), detalla el tráfico de influencias que han marcado a la administración de Felipe Calderón y al matrimonio presidencial. Al margen de la guerra contra el crimen organizado, que en cuatro años dejó 34 mil muertos –en octubre de 2011 se reportan ya 50 mil–, el autor describe cómo la forma de gobernar de Calderón está ligada a su esposa Margarita Zavala Gómez del Campo, y ha beneficiado a familiares, amigos y a corporativos que se enriquecen a manos llenas. Sobre el tema, y con autorización de la editorial, presentamos el siguiente texto que describe a la pareja quien, todavía, es el centro del poder político en México

Por: Francisco Cruz Jiménez

Capítulo II

Los rostros ocultos de Margarita y Felipe

EN EL CUIDADO DE LAS FORMAS y las apariencias para cumplir con el papel solidario de Primera Dama ejemplar —por más que le disguste el título y hasta le suene peyorativo—, a Margarita Esther Zavala Gómez del Campo no la distingue precisamente la transparencia.

Las dudas brotan apenas se rasca la superficie de la historia reciente: un mes antes de los comicios presidenciales de 2006, José Gutiérrez Vivó pilló a Margarita Esther y a Felipe de Jesús en un incidente, uno de los más desconocidos y extraños episodios de la futura pareja presidencial, que cobró una dimensión difícil de ocultar y que se grabó en la mente del entonces más escuchado periodista de la radio en México.

Casi inadvertido, esa noche el sutil episodio se dio en una entrevista familiar que hizo, para Grupo Monitor y Canal 52 MX, a los Calderón Zavala en la última semana de mayo de 2006. Gutiérrez Vivó estaba inmerso en una guerra muy desigual contra el gobierno —que quería silenciarlo a través de un boicot publicitario generalizado— y contra los propietarios de Radio Centro por 21 millones de dólares. También debía atender los cada vez más graves problemas, por falta de liquidez, en Radio Monitor y en El Heraldo de México o Diario Monitor.

El apetito insaciable de los medios por los candidatos, la posibilidad de que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) entrara a Los Pinos, la campaña de terror que alimentaban Fox, Calderón, el PAN y un grupo de empresarios desviaron el interés hacia otros temas. Se hicieron a un lado cuestiones como los ingresos y los bienes patrimoniales de la familia Calderón Zavala, así como las imputaciones contra un hermano de Margarita Esther.

Paquete especial con las figuras de los cinco candidatos presidenciales —Calderón, Roberto Campa Cifrián, Andrés Manuel López Obrador, Roberto Madrazo Pintado y Dora Patricia Mercado Castro—, Ésta es su casa fue un descalabro periodístico para Gutiérrez Vivó porque no mostró, aunque lo intentó, el lado humano de los cinco personajes. Lo mejor de las emisiones de Gutiérrez Vivó, quien visitó la residencia de cada uno de sus entrevistados, fueron los pequeñísimos detalles que no pudieron captar las cámaras de Canal 52 MX ni los micrófonos de Radio Monitor en el domicilio de los cinco integrantes de la familia Calderón Zavala. Para apoyar aquella entrevista, transmitida en vivo durante casi dos horas la noche del martes 30 de mayo, a la misma hora el equipo de campaña calderonista —encabezado por Juan Camilo Mouriño Terrazo, Josefina Vázquez Mota, Germán Martínez Cázares y César Nava Vázquez— y la dirigencia del PAN ratificaron que la diputada federal, Margarita Esther, sufragaba en forma íntegra los gastos personales y familiares de su abanderado presidencial.

Secretario general adjunto y vocero del Comité Ejecutivo Nacional, Nava confirmó que desde 1994 el ingreso de la familia “ha sido aportado principalmente por la legisladora federal. […] La declaración patrimonial de Calderón ante el IFE señala que goza de un fondo de ahorro que le permite afrontar su gasto, pero la fuente del sostén de la familia sigue siendo la misma: el ingreso de Margarita”.

“Una parte es obvia, hasta abril pasado Margarita era todavía diputada. Supongo que tendrán algunos ahorros que les permita enfrentar esto. Lo mejor es preguntarles a ellos. No es un asunto que tenga que ver con el PAN como institución. De qué se mantiene Felipe, bueno, es un asunto del ámbito de su familia, de su vida personal. No hay ninguna partida (de recursos) del PAN para su candidato”, dijo a la prensa Arturo García Portillo, secretario panista de Elecciones.

Margarita Esther y Felipe de Jesús habían descubierto el valor de una imagen pública eficaz. Y por eso, la misma noche de la entrevista fuentes panistas insistieron: “Calderón tiene cinco cuentas bancarias, cuatro con instituciones mexicanas y una extranjera: en Banamex hay dos, una de cheques por 63 mil 147 pesos y una de inversión por 58 mil 431 pesos, y otra en IXE Banco con una de cheques con un fondo de 50 mil 934 pesos y una de inversión por 95 mil 983 pesos.

”Además, en el Bank of America tiene con su esposa una cuenta de inversión y cheques por 13 mil 211 dólares y mil 177 dólares americanos respectivamente. Y una cuenta de Afore en Profuturo GNP con un saldo de 346 mil 211 pesos.

”En cuentas bancarias con su esposa el panista tiene 34 mil 978 pesos en Banamex, 108 mil pesos en Bancomer, 111 mil 981 pesos en Banorte como cuenta de inversión, 621 mil 525 en un fideicomiso de ahorro, y 8 mil 880 pesos en HSBC”.

A pesar de las declaraciones de Nava y de García Portillo, así como de la difusión en Internet de las cuentas bancarias personales y mancomunadas de Felipe y Margarita, aquel 30 de mayo brotaron dudas porque, para la entrevista con Ésta es su casa, que se transmitió de nueve y media a once y media de la noche, la pareja recibió a Gutiérrez Vivó, a camarógrafos y al fotógrafo Alfredo Pelcastre en su casa de servicio.

En otras palabras y con el respeto debido para las trabajadoras del hogar, los metieron a la casa de la chacha, de huéspedes o de invitados, como se le quiera llamar. Así fue disimulada una amplia propiedad que se conectaba con otras por dentro, según descubrió Gutiérrez Vivó minutos antes de empezar la entrevista en el número 8 de la Privada de Cóndor 231, en la colonia Las Águilas, en una residencia de clase media-alta de dos plantas.

“Ataviado en una chamarra de cuero café, camisa azul y pantalón negro, Calderón presentó a su esposa Margarita y a sus hijos: María la mayor, de nueve años de edad y a quien definió como una niña muy linda, tierna y cariñosa; Luis Felipe, de siete años, apasionado, amante del futbol y muy travieso, y Juan Pablo, de tres años, muy lindo.

”La sala de la familia fue un escenario propicio para abrir la emisión y presentar a los pequeños hijos del candidato, quienes, por razones de tiempo, tuvieron que ir a dormir; pero, antes, María puso en aprietos a su mamá al pecar de indiscreta y señalar que si estudia karate —disciplina en la que es cinta verde— es porque su mamá se lo pidió.

”Las pantuflas de garrita del pequeño Juan Pablo —empijamados los tres— fueron motivo suficiente para una reflexión. María Luisa, Luis Felipe y Juan Pablo son muy distintos. María es una artista, mientras los niños son muy divertidos.”

Los niños fueron una parte clave para despejar la duda, recordó Gutiérrez Vivó una semana después, en una junta con dos de sus colaboradores de Diario Monitor. Uno de ellos preguntó al periodista cuál de las cinco entrevistas le gustó menos, y éste recordó algunos detalles sobre la de la familia Calderón Zavala. Fue, dijo, una situación incómoda porque tenía la sensación de estar en otra casa, no en la residencia principal.

Gutiérrez Vivó y su equipo llegaron puntuales al número correcto, en la calle y en la colonia señaladas, pero desde marzo de 2002 la residencia de 174 metros cuadrados —la original del matrimonio— se había convertido en una propiedad más grande. Cuando el periodista estuvo allí, en mayo de 2006, le bastó con husmear para enterarse de que, más allá del dintel de una puerta trasera, había un amplio jardín en el que iba, de un lado a otro, Josefina Eugenia Vázquez Mota, secretaria de Desarrollo Social hasta el 6 de enero de 2006, cuando renunció al gabinete foxista para coordinar la campaña de Calderón.

El periodista sabía que no se equivocaba al pensar que se trataba de Josefina porque, en ocasiones anteriores, había tenido trato con la ex funcionaria federal. Además, ella había estado alguna vez en las instalaciones de Monitor. Curioso por naturaleza, mientras esperaba al candidato y a la esposa de éste —quienes finalmente aparecieron con la hija y los dos hijos—, también descubrió que, desde el amplio jardín, se daba paso a una propiedad mucho mayor.

¿Qué había al otro lado de la puerta? Es difícil saberlo, pero por el frenético movimiento de personas y algunos testimonios posteriores, allí se había instalado una especie de minicuartel de guerra, la verdadera campaña —la de los Mouriño, los Cordero, los Nava, los Martínez, los Vega Casillas, o Vázquez Mota—.

Fue como un lado misterioso, oscuro, de los Calderón Zavala. El periodista hizo una confesión más a sus dos colaboradores: les dijo que la sensación de estar en otro lugar —aunque allí fuera la residencia del candidato— se consolidó porque hubo un momento de confusión cuando, en el transcurso de la entrevista, uno de los niños subió a dormir. En realidad, observó, no sabía a qué recámara debía entrar para ir a la cama. El resto de la charla transcurrió sin incidentes: Felipe insistió que no habría pareja presidencial y que separaría muy bien la política y la religión. “México —dijo— requiere un liderazgo de carácter firme para resolver los problemas.”

Por qué ocultaron Felipe de Jesús y Margarita Esther el crecimiento de esa propiedad que en junio de 2003 compraron por 3 millones 840 mil 200 pesos a Promotora de Innovaciones Técnicas en Construcciones y Viviendas es una cuestión que solamente ellos saben a ciencia cierta. Gutiérrez Vivó salió con la impresión de que la familia Calderón Zavala intentaba mostrar, en las pantallas de televisión, una especie de austeridad, más que de sencillez, porque para entonces crecía como avalancha el descrédito de Marta Sahagún y Vicente Fox.

En los siguientes meses, por cuestiones ajenas a la política y a la marcha editorial de Diario Monitor —porque debe reconocerse que Gutiérrez Vivó jamás censuró una sola nota, reportaje, entrevista o crónica, y que su compromiso con la verdad y la objetividad estaba a toda prueba—, renunciaron los dos colaboradores involucrados en el episodio sobre el crecimiento de la propiedad de los Calderón Zavala y su otra residencia. El asunto quedó congelado en aquella junta de San Jerónimo, en las instalaciones de Radio Monitor.

Los detalles sobre cuándo y cómo empezó el proceso de acumulación de propiedades de la actual pareja presidencial empezaron a salir con los años. En marzo de 2010, el periodista Daniel Lizárraga documentó que los 174 metros cuadrados de la residencia inicial se habían multiplicado a mil 940 metros cuadrados, y que no era una casa sino dos, un gran terreno y un edificio.

Desde 2003, muy en silencio, los Calderón Zavala fueron haciéndose de terrenos o construcciones que rodeaban a su pequeña residencia original. Ése fue el mismo procedimiento seguido por De la Madrid Hurtado, quien durante su sexenio amplió su residencia familiar de la calle Francisco Sosa, en el barrio de Coyoacán.

Si algo ha minado la credibilidad de Calderón es la inconsistencia en sus declaraciones. Lizárraga recordó: luego de que la familia presuntamente abrió sus declaraciones de bienes “al escrutinio público, pudo saberse que [las propiedades] aumentaron por esa compensación por riesgo de trabajo —un bono especial que hicieron efectivo Calderón y los principales funcionarios de su gobierno— y también por cuatro departamentos y un estudio que adquirieron en un predio contiguo a su vivienda en Cóndor 231”.

Independiente del salario y las prestaciones, esa compensación por riesgos de trabajo no fue nada despreciable. En su edición del 21 de septiembre de 2010 el periódico Reforma documentó: “Más de 500 millones de pesos saldrían del erario para cubrir el bono mensual que Felipe Calderón, funcionarios de alto nivel, militares y marinos recibirían por riesgos en su trabajo, retribución que se paga desde hace años”.

Esa partida presupuestal —134 millones 400 mil pesos más que en 2010— beneficiaría a Calderón, a nueve secretarios de Estado, a 27 subsecretarios y a 340 funcionarios con nivel de oficial mayor o directores, además de a 16 generales de División, 46 generales de Brigada, 339 generales Brigadier, 25 almirantes de la Marina, 79 vicealmirantes y a otros 118 efectivos de las Fuerzas Armadas.

Sólo entre 2007 y 2009, Calderón se embolsó, en compensación por riesgo de trabajo, poco más de un millón 300 mil pesos. Gerardo Maximiliano Cortázar Lara cobró, en el mismo periodo, 854 mil 648 pesos, contra 517 mil 932 de Patricia Flores Elizondo y 452 mil 759 pesos de César Nava Vázquez.

Los Pinos debería llamarse El Paraíso o la Isla de la Fantasía: es un lugar irreal. Desde allí se puede hacer cualquier cosa. Por ejemplo, como parte de su política de austeridad, apenas tomó posesión en diciembre de 2006, Calderón firmó un decreto para reducir en 10 por ciento su salario y el de los mayores funcionarios del gobierno federal. La medida le cosechó algunos éxitos. Pero visto a la luz de los bonos o compensaciones especiales, la rebaja salarial se le retribuyó con creces.

La austeridad es un concepto abstracto que puede determinar los contextos. “A partir del 14 de mayo de 2010 —escribió Lizárraga— se publicaron varios reportajes sobre inconsistencias en las listas de bienes de Felipe Calderón. Aun cuando en el sistema de rendición de cuentas en Internet se decía que el mandatario aceptó hacer públicas sus declaraciones patrimoniales, en ellas no aparecieron terrenos y casas que incrementaron hasta en 11 veces el tamaño original de la vivienda de clase media alta que, hasta ese momento, poseía.

”En la primera versión pública de su declaración patrimonial, correspondiente a 2008, Calderón omitió informar la adquisición de otra casa —de 234 metros— contigua a la vieja vivienda familiar y a nombre de Margarita Zavala; tampoco registró la adquisición de un terreno de 776 metros cuadrados en esa misma zona de Las Águilas, con el cual se convirtió en socio de su propia esposa.

”Vista desde afuera, la casa de los Calderón Zavala no ha cambiado desde 2003; pero puertas adentro se descubrieron nuevas propiedades: una alberca, una cabaña, un amplio jardín y la nueva casa, marcada con el número 9. Además cuentan con un edificio de tres pisos en el número 227 de la misma calle de Cóndor, asentado en un terreno de mil 532 metros cuadrados, con media cancha de baloncesto y lo que parece ser una pequeña bodega. Estos inmuebles se conectan por dentro formando un conglomerado dispuesto en un área en forma de L.”

Después de la publicación de varios reportajes de Lizárraga en la revista Proceso sobre la bonanza de la familia presidencial mexicana, la Secretaría de la Función Pública (SFP) —a cargo del michoacano Salvador Vega Casillas, gran amigo, paisano y beneficiario de Felipe de Jesús— ocultó, bajó o deshabilitó de su portal informativo en Internet la declaración de bienes patrimoniales que presentó Calderón Hinojosa el 21 de junio de 2010.

SECRECÍA Y MAQUINACIÓN

En los primeros días de septiembre de 2003 Margarita Esther Zavala Gómez del Campo de Calderón tomó una decisión imperceptible: al asumir su cargo como diputada federal pidió que a su declaración de bienes patrimoniales se le diera el carácter de confidencial.

En otras palabras, y sin la vaguedad del lenguaje político mexicano, la diputada Zavala Gómez del Campo ordenó sellar el documento que entregó a la Auditoría Superior de la Federación (ASF) para ocultar sus posesiones materiales, sus cuentas bancarias, acciones de alguna empresa o posibles inversiones. Todo se mantiene bajo reserva.

Convertido el Palacio Legislativo federal en una fortaleza inexpugnable, intolerante y con muy mala fama, el de Margarita Esther fue un secreto celosamente guardado durante tres años. Algunos diputados vieron el hermetismo legislativo como un privilegio en tiempos en los que nacían los frutos del desencanto y se esparcía el desánimo porque la alternancia no había pasado de ser un espejismo.

Ciertamente, Zavala tenía derecho a solicitar la discreción. Esto no constituye ningún acto ilegal. Pero el silencio fue un símbolo inequívoco de su lealtad al régimen, porque ella y su esposo tenían conexiones directas con la residencia presidencial. Y aquel septiembre Marta Sahún entronizaba a Felipe de Jesús y lo incrustaba en el verdadero círculo del poder. Por eso levantó suspicacias la decisión de esconder sus bienes. Y también lo hizo porque ya salían a la superficie los actos de corrupción de la primera Presidencia panista y se documentaban abusos de la ambiciosa pareja que formaban Marta Sahagún y Vicente Fox.

Entre los legisladores predominaron el interés personal y el compromiso partidario. Nadie quiso ver ni se ocupó de analizar el contexto familiar. Nadie, tampoco, dimensionó el tema de la secrecía de las propiedades de Margarita Esther. La declaración patrimonial, y lo que ésta contenía, fue archivada en el anecdotario de la actividad parlamentaria mexicana, una labor reservada cada tres años para 500 personas.

Un año más tarde, a través de una encuesta de opinión que levantó el mismo gobierno foxista desde la Secretaría de Gobernación, los diputados recibieron en su cuartel amurallado de San Lázaro, elementos para comparar y evaluar su realidad interna y su imagen hacia el exterior.

La Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas encontró que el Poder Legislativo era la institución peor calificada de México. En una escala de cero a diez, las mejores fueron el Ejército y la Iglesia. En la parte más baja quedaron el presidente de la República —con 6.68 puntos—, la Suprema Corte de Justicia de la Nación —con 6.65— y el Congreso de la Unión —con 6.30—.

“La percepción que los ciudadanos se han formado sobre la institución parlamentaria y los legisladores es negativa, generalmente se le asocia, al igual que a la política, con la deshonestidad, el abuso, la ineficiencia, el conflicto, la corrupción, la demagogia, la irresponsabilidad y/o el populismo”, encontró por su lado el investigador Andrés Valdez Zepeda en un estudio —El poder legislativo en opinión de los mexicanos— difundido en septiembre de 2004.

La mala fama de los legisladores que tomaron posesión en 2003 era —como es ahora y ha sido por décadas— indiscutible. Secretos y complicidades partidarias al margen, aquel mes los calderonistas tomaron conciencia real del poder que otorga pertenecer a la elite presidencial.

Margarita Esther podía esconder sus bienes. Mientras, sin ninguna experiencia en el sector, arropado por una prensa a la que se ganó como dirigente nacional panista y luego como coordinador del PAN en la Cámara de Diputados, Felipe de Jesús recibió todas las miradas tras su llegada a la Secretaría de Energía. Ese nombramiento lo colocaba entre los potenciales sucesores de Fox. Margarita Esther y su secreto pasaron a segundo término.

Nadie recordó que en la legislatura anterior la bancada parlamentaria del PAN había hecho los amarres y las negociaciones necesarias para que quedara a discreción del funcionario o legislador, en este caso, decidir si hacía pública o no su declaración de bienes patrimoniales. Tampoco nadie recordó que el coordinador de esa fracción fue el entonces diputado federal Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.

La promoción de Felipe de Jesús al gabinete foxista solapó otra realidad bien documentada por algunos periodistas: tomó posesión de la Sener después de un paso accidentado por el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras), donde se le descubrió un irregular —por no decir poco ético— autopréstamo por 3 millones 100 mil pesos.

El 1 de marzo de 2003, Felipe fue nombrado director general de Banobras. En apenas tres meses, exactamente el 23 de junio del mismo año, ya se había servido de los recursos públicos con la cuchara grande. El autopréstamo hipotecario tenía todas las ventajas: plazo de 20 años e intereses del 4 por ciento anual durante los primeros 15 años y del 6 por ciento para los últimos cinco.

El crédito fue solicitado el 25 de abril de aquel 2003 al director de Administración de Banobras, Héctor Javier Velázquez Corona, amigo de Calderón. Atrapado con las manos en la masa, el actual inquilino de Los Pinos se justificó y defendió como gato boca arriba: “Es un crédito para vivienda. […] Es una prestación que la ley me otorga y a la que tengo derecho”.

Una denuncia posterior, que en junio de 2009 el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador presentó ante la Procuraduría General de la República (PGR), recordó: “Descubierto y denunciado públicamente no le quedó más remedio que devolverlo [el préstamo]” el 13 de agosto siguiente, a menos de dos meses de su otorgamiento.

En realidad, sólo regresó 2 millones 396 mil 316 pesos con 10 centavos, porque desde el 23 de junio y hasta antes del 13 de agosto, Calderón había reunido —incluidos sus descuentos de nómina— 703 mil 683 pesos con 90 centavos para adelantar algunos pagos.

Pero “ese mismo día (13 de agosto), por su relación de complicidad con los banqueros, recibió un crédito hipotecario de Ixe Banco, representado por Javier Molinar Horcasitas, por 4 millones 793 mil 554 pesos, a cubrir en 15 años con intereses ordinarios. […] El adeudo lo pagó 21 meses después, el 16 de mayo de 2005, en una exhibición y por la cantidad recibida, sin justificar el origen del dinero”. Aquel 16 de mayo, Javier Molinar y Armando Jorge Rivero Lang recibieron la cancelación del crédito hipotecario.

Director general de Ixe Grupo Financiero y uno de sus 15 consejeros titulares, Javier es hermano de Juan Francisco Molinar Horcasitas, quien sería nombrado titular del Instituto Mexicano del Seguro Social; luego ascendería al gabinete como secretario de Comunicaciones y Transportes y al final sería defenestrado del gabinete y utilizado como cuña del calderonismo en una dirigencia del PAN que impuso Margarita Esther.

Calderón no había dado un paso en falso. Al menos eso se creyó, porque pronto se descubrió que la tramitación del empréstito en Banobras y la posterior autorización se consiguió a través de su amigo y colaborador Héctor Velázquez Corona, secretario de Servicios Administrativos de la Cámara de Diputados cuando Felipe Calderón Hinojosa fungió como coordinador de la fracción del PAN en San Lázaro.

Por los buenos oficios y las indagaciones —que no aguantaron el escrutinio público— de Velázquez Corona, quien se amparó para solicitar el préstamo en una circular de Hacienda del 28 de octubre de 1985, a Calderón le reconocieron una antigüedad superior a cinco años de trabajo en el sector bancario, por servicios prestados a otras instituciones.

En su momento, Marcos Fuentes Franco, analista del Centro de Estudios Bancarios, documentó que Calderón no reunía los requisitos para obtener el beneficio de un crédito hipotecario y precisó: “Con una percepción bruta de 174 mil 330 pesos con 72 centavos mensuales en 2003, por encima del sueldo nominal del presidente de la República, quien en teoría percibía 158 mil 27 pesos con 76 centavos, Calderón demoró ocho semanas en su nueva responsabilidad para tramitar, ante la Dirección de Administración de Banobras, el reconocimiento de su distante actividad como ejecutivo en materia laboral y jurídica en un banco y lograr con ello la dispensa de antigüedad, con base en un conveniente ordenamiento de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público”.

De acuerdo con las investigaciones de Fuentes Franco, auditores de Banobras no encontraron en la nómina ningún registro que acreditara que Calderón hubiera seguido laborando de 1981 en adelante. Sin embargo, la red de complicidades permitió que obtuviera su crédito por 3 millones 100 mil pesos para la adquisición de una casa.

Fuentes estaba sobre la pista correcta porque, en ninguna de las declaraciones oficiales que aparecen en el registro de servidores públicos del gobierno federal, y que pueden consultarse en el portal de la SFP, Felipe de Jesús acreditó experiencia en alguna otra institución bancaria. Ni siquiera en la que presentó —por los menos la que se conoce— cuando tomó posesión como director general de Banobras.

En el arranque de su campaña, el 7 de febrero de 2006, confesó: “Mi primera chamba formal, mi primer sueldo lo tuve en Bancomer. […] De tal manera que tengo una identificación con la casa”. Pero en sus declaraciones de bienes patrimoniales nunca anotó ese pasado, ni por equivocación.

En esa declaración inicial en experiencia laboral sólo anotó su trabajo en el PAN: como secretario general, de marzo de 1993 a mayo de 1995; presidente del partido, de agosto de 1996 al mismo mes de 1999, y como coordinador de la fracción panista en San Lázaro, de septiembre de 2000 a febrero de 2003, justo cuando lo nombraron director general de Banobras. Calderón nunca se refirió a otra experiencia bancaria anterior.

La relación de Velázquez Corona y Calderón tenía historia. En diciembre de 2002, Calderón sofocó una rebelión de legisladores de todos los partidos que protestaron por las desigualdades salariales en la legislatura, al darse a conocer una nómina especial por 24 millones 138 mil 475 pesos en bonos trimestrales para mandos medios y superiores. Entre los mayores beneficiarios destacaban Patricia Flores Elizondo, la jefa de jefes, y Velázquez Corona, secretaria general y secretario de Servicios Administrativos y Financieros, respectivamente, de la Cámara de Diputados.

Flores cobraba un bono trimestral cercano a 230 mil pesos; Velásquez se llevaba 212 mil 136 pesos. Moisés Sánchez Limón, reportero de La Crónica, acreditó entonces: “Los únicos mandos superiores son Flores Elizondo, Velázquez Corona y Alfredo del Valle Espinoza, porque en la relación de gasto nominal no existe un solo empleado que se les aproxime en cantidades asignadas”.

“Flores Elizondo, Velázquez Corona y Del Valle Espinoza —evidenció— ganan más del doble que cualquier diputado e incluso sus aguinaldos fueron superiores a los de los legisladores, quienes, en promedio, cobraron 114 mil pesos por ese concepto.” Al final, con la promesa de negociar un bono de un millón de pesos para el término de la legislatura, Calderón logró controlar a 203 diputados panistas.

En enero de 2003, la diputada priista Patricia Aguilar García dio a conocer que, en su carácter de secretario de Servicios Administrativos y Financieros —impuesto por Calderón—, Velázquez Corona se encargó de adjudicar algunas obras, como una por 114 millones de pesos para remodelar y acondicionar el edificio E, que alberga a la fracción parlamentaria panista.

Héctor Velázquez se vio involucrado en otros escándalos, como la construcción de un spa de lujo para los legisladores, con gimnasio y baños triple A, símbolo del poder real de la nueva elite política de Acción Nacional, así como la adquisición de 70 vehículos cuya dispendiosa naturaleza fue denunciada por los medios y finalmente desechada por la Cámara.

Con esas acciones secretas tan llenas de derroche, Calderón deslumbró a sus compañeros de la legislatura. En el jacuzzi, en los baños, en las regaderas y en las camas de masaje —luego harían una fortaleza para esconder las oficinas de la fracción en el edificio A de San Lázaro—, los panistas ponían un ejemplo al pueblo que querían gobernar.

El jueves 6 de septiembre de 2001 el diputado José Manuel del Río Virgen, del Partido Convergencia, denunció que la bancada del PAN, coordinada por Calderón, construía en la planta baja del edificio B “un lugar de remanso, relajación y recreo, donde se instalan mesas para masajes, salones de vapor con regaderas de alta presión, lo que no corresponde al trabajo republicano que debemos de ejercer”.

Volviendo al asunto de la declaración de Margarita Esther, ¿qué tenía este documento para volverse confidencial? Sólo ella tiene la respuesta, pero la secrecía se mantuvo hasta el término de su encargo. El martes 27 de junio de 2006, la Auditoría Superior de la Federación se negó a proporcionar esa información bajo el argumento de un convenio —el cual no detalló— con la Cámara de Diputados.

Como lo establecen los lineamientos del Palacio Legislativo para los 500 diputados, la mañana del 8 de junio de ese año el hoy desaparecido Diario Monitor promovió un recurso para esclarecer si la esposa del candidato presidencial panista declaró ser propietaria de acciones de la empresa Hildebrando, de la que Diego, su hermano, era socio mayoritario, además de establecer la relación de los bienes inmuebles de la legisladora que estaba en camino de convertirse en la Primera Dama de la nación.

La decisión de Margarita Esther iba en sentido contrario a la política de transparencia y manos limpias que, por esas fechas de 2006, pregonaba Felipe de Jesús, quien insistía en que él sí había difundido su declaración patrimonial —en la que sumaba bienes por 8 millones de pesos— en varias ocasiones. Así pasó, por ejemplo, el día en que se registró como candidato presidencial ante el Instituto Federal Electoral (IFE) —que, por cierto, controlaba un familiar político: Luis Carlos Ugalde—, donde hizo público que era el “candidato de las manos limpias”.

La secrecía se mantuvo a pesar de las presiones para hacer pública la declaración de bienes. El mismo presidente de la Comisión de Vigilancia de la ASF, el nayarita Salvador Sánchez Vázquez, recordó entonces que si bien los legisladores tenían el derecho de negarse a hacer públicos sus ingresos, “en este caso se trata de la esposa de un aspirante a llegar a Los Pinos y, por tanto, es susceptible de investigaciones”.

Muy pocos notaron que el secreto de Margarita tenía una sólida defensa: su compañero diputado panista, El Gallo Salvador Vega Casillas, secretario de la Comisión de Vigilancia de la ASF y gran amigo de juventud y paisano de Felipe Calderón.

Con Germán Martínez, Juan Molinar Horcasitas y Margarita Zavala, Vega Casillas se sumó al sólido grupo legislativo conocido como La Burbuja, aglutinado en torno a Felipe de Jesús. En diciembre de 2006, Vega se integraría al gabinete como subsecretario de la Función Pública y más tarde, el 28 de septiembre de 2007, ascendería como titular de esa dependencia que encabeza la cuestionada lucha contra la corrupción, pero que jamás ha atrapado a ningún pez gordo.

Si la rendición de cuentas era una obligación para Margarita Esther, el diputado Joel Padilla, del Partido del Trabajo (PT), fue más allá y propuso entonces: “Además de Margarita, deben hacer públicas las declaraciones patrimoniales sus familiares —los cuñados de Calderón— antes del 2 de julio de 2006 para que se confirme que, en los hechos, el PAN tiene las manos limpias.

”Y para evitar los retrasos burocráticos, esto debería haber sido a título personal; es decir, sin que se tenga que solicitar. Si no hay nada que esconder, por qué clasificar como confidencial una declaración patrimonial. […] Además, esto se vuelve ya no un acto obligado para todo servidor público, sino como parte del fortalecimiento de una campaña en la que han quedado serias dudas y en la que, al parecer, los Zavala —no sólo Hildebrando— están metidos en muchos negocios con gobiernos, además del padrón [electoral] que es muy grave porque afecta la credibilidad del IFE”.

REBOZO LAPIDARIO

El nuevo papel de Margarita ciertamente no encaja en el dispendioso de Marta Sahagún ni en el folclórico de la coronela y compañera María Esther Zuno; mucho menos en el nebuloso de Carmen Romano. Nunca, por cierto, se ajustó al triste y oscuro de Nilda Patricia Velasco, que Calderón habría preferido para ella.

Margarita no sería la primera esposa de presidente, y ciertamente no será la última, en llamar la atención por su forma de vestir como una herramienta para resaltar su feminidad. La nueva pinta o look, que contrastó hasta cierto punto con su imagen tosca de las campañas, estuvo dominada por una sonrisa siempre a punto. Los hacedores de imagen aconsejaron una especie de discutible elegancia prudente. Entre los cambios más notorios, además del corte de cabello y el tinte, destacaron la falta de rebozos y el uso de colores más claros en el vestido.

Apartada del ruido y del mundo, entre pinos, ahuehuetes, palmeras, jacarandas, cipreses, cedros, laureles de la India, bugambilias, yucas, amarantos, sauces llorones, ceibas y piñoneros; en el laberinto de construcciones, mármoles, gimnasios, piscinas y toda la comodidad que ofrece la casa presidencial o centro verdadero del poder en México, Margarita Esther operó el milagro de su transformación.

Quienes la miraron de cerca están convencidos de que la nueva imagen emergió en enero de 2007, a un mes de la mudanza. Pero se guardó bajo la reserva, una residencia a prueba de espionaje, de los teléfonos rojos que operan desde la década de 1970 y del Estado Mayor Presidencial. También saben que, desde entonces, sus hacedores de imagen se preocuparon más por las dietas y por el vestuario, aunque ella tenía razones personales para insistir con el rebozo. El cambio en el tono de su pelo castaño y su nuevo peinado fueron tan notorios como el atuendo personal.

Aquel mes de diciembre de 2006 se hizo lo posible por dejar atrás la vieja imagen de Margarita Esther. La pinta nunca volvió a ser la misma. El estilo se hizo más combinado. Se le vio mejor disposición para las faldas y los vestidos, aunque en ocasiones la mezcla de colores no fue perfecta. Sólo se mantuvo una constante: muy poco maquillaje. Y el cabello de Margarita Esther pasó “del tono oscuro con el que se le conoció, a un tinte claro. Incluso, tiene un corte distinto, un poco más arriba de la altura de los hombros”, escribió el 5 de enero de ese año Guillermina Ortiz, del portal noticioso de El Universal.

Como pasó con sus antecesoras y al margen de su agenda propia, el peinado también cambió. “Ahora es de lado izquierdo, con un ligero copete. En cuanto a su atuendo, hubo nuevos colores: de las tonalidades sobrias, lució un rosa pastel y dejó atrás las chalinas que vestía cuando acompañaba al entonces candidato Calderón en sus eventos. El maquillaje sigue siendo ligero, aunque luce un poco más, especialmente en el área de los ojos”, observó Guillermina Ortiz.

Claudia Castro, del mismo rotativo, escribió un mes más tarde: “Suave y prudente fue el cambio. […] Para el investigador Octavio Islas, del Tecnológico de Monterrey, la transformación es paulatina para no caer en excesos, como sucedió con Marta. […] Zavala se presenta como una mujer bella, inteligente, segura y, pese a su amplia trayectoria política, discreta, todo lo contrario de su antecesora. […] Sabe de la necesidad de los cambios; sin embargo, está consciente que la sociedad está harta del protagonismo de la anterior esposa presidencial y de sus excesos. […] Margarita se ubica en el lugar que le corresponde, se trata de una mujer de clase media, con cultura y con una formación política sólida. Por eso la transformación es menos abrupta, más suave, inteligente, y ella está consciente de la necesidad de destacar su belleza, pero con prudencia. […] Su personalidad empieza a ser más cuidada, conoce los protocolos por la escuela política que tiene y así queda demostrado con su discreción de las recientes ceremonias”.

Pero algo le falló a quienes crearon la nueva imagen de Margarita Esther. En los siguientes meses, que se hicieron años, sus gobernados la reprobaron. Recibió duras críticas por el look: el vestuario escandalizó tanto como la calidad de sus diseñadores y hacedores de imagen. Por ejemplo, en la ceremonia del Grito de septiembre de 2008 a nadie le gustó esa combinación de blusa blanca bordada a mano, falda larga lila y rebozo del mismo color.

“Más desfavorable fue el veredicto popular hacia los trajes claros de chaqueta y pantalón que Margarita llevó a sus diferentes encuentros con los príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, en la reciente visita que hicieron a nuestro país. No va usted a comparar esa primera dama con la anterior. Martita siempre lucía impecable, ésta en cambio nos hace quedar mal a todos los mexicanos”, escribió en una crónica Mónica Maristain, para Milenio semanal, que luego se difundió ampliamente por Internet.

Maristain, quien había levantado un sondeo al azar para el número de la revista que apareció el 17 de noviembre de 2008, recordó: Margarita Esther “es una dedicada política, habituada más a los pantalones de mezclilla y cómodos tenis, la vestimenta ideal para transitar los caminos en busca de partidarios. […] La mujer política, a diferencia de la esposa del presidente, es una figura con fuertes connotaciones masculinas. La ciudadanía busca seriedad, proximidad y seguridad. La mujer tiende por ello a adoptar patrones masculinos. […] Entre las políticas apresadas por la imagen aparece una lista encabezada, sin duda, por la lideresa magisterial Elba Esther Gordillo, quien usa bolsas Louis Vuitton y Prada valuadas en 50 mil pesos. […] Sus marcas preferidas son Chanel, Roberto Cavalli, Tiffany y Prada. […] Para ordenar y mantener la enorme cantidad de prendas que tiene, mandó construir un vestidor computarizado que costó un millón de dólares, y que es parecido al que tiene la reina Isabel II de Inglaterra. Y para mantener oxigenados sus abrigos de pieles, Elba Esther adquirió un refrigerador de 250 mil dólares”.

Más lapidaria fue Rosario Maríñez, maestra en Ciencias Educativas y postulante a un doctorado en Ciencias con especialidad en Investigación Educativa por el Cinvestav-IPN, en un análisis propio que luego se publicó en la fronteriza ciudad de Tijuana: “Ya sabemos la inclinación de Martita por la ropa excesivamente cara de diseñador y su buen gusto por vestirse con dinero de los mexicanos. Otra cosa se ha dicho de Margarita Zavala, dada su sobriedad, pero nada comparada con la esposa de Ernesto Zedillo, Nilda Patricia Velasco, mujer extremadamente discreta que se mantuvo muy lejos de los reflectores del marido.

”Luego de la visita de los esposos Calderón a la Casa Blanca, Margarita ha sido objeto de la crítica moderada de revistas de moda y de algunos consultores en imagen. A mí me tiene sin cuidado qué tan bueno o qué tan malo sea el gusto de la esposa de Calderón para vestir en ceremonias oficiales fuera del país, en donde ella y su marido son portadores de la representación de la nación que dicen gobernar.

”En el papel asignado a Margarita en la Presidencia, ella adoptó el rebozo como un complemento a su vestuario. En la lógica del análisis político de discurso, este último no sólo comprende lo escrito o lo verbal, sino todos aquellos elementos materiales que situados de una manera, en un lugar y en un momento particular, cobran un sentido determinado y pueden ser leídos igual que un texto escrito.

”El rebozo es una de las prendas mexicanas más populares, ha llegado ser una obra de arte. Las mexicanas sencillas e indígenas lo portan con orgullo, cargan a sus hijos, lo llevan al matrimonio y lo usan de mortaja; las acompaña en el trabajo, el gozo y el duelo.

”La elite panista se afana en complacencias con las elites estadounidense y europeas tanto en acatar sus lineamientos y ser como ellas; como en el porfiriato, desprecia al pueblo mexicano, y al mismo tiempo, para presumir por el mundo, pretende despojarlo de lo mejor de su arte y cultura. El rebozo mal vestido en Margarita es una metáfora de ese desprecio y de la imposibilidad de representar a los mexicanos en el escenario entreguista montado en la visita de Calderón a la Casa Blanca.

”Si los presidentes de México, sobre todo del salinismo a la fecha, han sido tan entreguistas al gobierno de la Casa Blanca, ninguno lo ha sido como Calderón. No sólo ha hecho allí lo que no puede hacer en México, ser aplaudido por acarreados, sino presentar homenaje en Arlington, cementerio donde están enterrados aquellos que combatieron contra México. Así, de qué sirve vestir un rebozo cuando todo el discurso calderonista muestra que frente a los intereses estadounidenses los de los mexicanos son lo de menos.”

EL PODER REAL

Bien o mal vestida, ridiculizada o desaliñada, Margarita Esther ha sido inmune a la crítica. Sencilla o de mal gusto, lo que le ha resultado sumamente útil es mantenerse alejada del deterioro que afecta a Felipe de Jesús y del trabajo gubernamental, aunque detrás de algunas medidas o nombramientos se ve su mano con claridad. La prensa transcribe casi cada palabra que pronuncia. Y no ha tenido que renunciar a los chales, rebozos y chalinas, ni a los colores más llamativos.

A casi un año de terminar el sexenio calderonista hay conjeturas sobre el futuro de Margarita Esther Zavala Gómez del Campo. Su papel como Primera Dama, su carrera anterior y su imagen actual, resaltadas en las encuestas de opinión, la han convertido en candidata natural al Senado, a la gubernatura de Michoacán y hasta sucesora de su esposo. Nada hay de cierto.

Ya no parece la misma de 2005, cuando decidió hacer a un lado su vida política y apoyar la aventura de Felipe de Jesús: la lucha contra Vicente Fox, contra el PAN y contra Santiago Creel por la candidatura presidencial.

A partir de diciembre de 2006 su poder real ha sido poco visible pero muy efectivo, pues ha sabido cuándo y cómo ejercerlo. Actualmente, si un integrante del gabinete o del PAN quiere algo de Los Pinos, la pregunta obligada que se hace es: “¿Cómo está tu relación con Margarita?” Lo más revelador: sólo ella, Margarita Esther, puede atribuirse la estrepitosa caída de la sensual y una vez poderosa duranguense Patricia Flores Elizondo, ex jefa de la Oficina de la Presidencia.

El tema no es menor. Desde que en 2000 Felipe de Jesús asumió el cargo como coordinador de la bancada del PAN en la Cámara de Diputados, Patricia se convirtió en su mano derecha. Ella despachaba desde la sombra y, después de la muerte de Juan Camilo Mouriño Terrazo, se convirtió en la mujer más poderosa del país. Es descrita como fría, egocéntrica y obsesionada con el poder. Incluso, por su actuación se ganó el sobrenombre de la Jefa.

Con mucha razón, a Margarita Esther se le achaca el destierro de esta ex funcionaria de la residencia oficial de Los Pinos. Y el tema cobra mayor relevancia porque Patricia Flores es sobrina del dos veces ex diputado federal, ex vocero del foxismo y ex senador Rodolfo Elizondo Torres, quien se desempeñó durante cuatro años como secretario de Turismo en el gobierno calderonista.

Hubo otro hecho que se calificó como un segundo ajuste de cuentas y que mostró el poder real de la Primera Dama: la frágil Margarita Esther le dio un escarmiento a Patricia —que literalmente significó amarrar a Calderón— sobre cómo se maneja una elección interna en el PAN y cómo se acomodan las fichas en el tablero del CEN panista. Claramente se vio su mano para imponer en diciembre de 2010 al senador Gustavo Madero en la presidencia nacional de su partido.

Conocida también como la señora vicepresidenta, dueña de un poder sólo comparable con el que en su momento ejerció Marta Sahagún Jiménez —la jefa verdadera—, Patricia Flores se quedó sin nada. Regañado y reprendido por Margarita Esther, acción que registraron puntualmente las cámaras de televisión, el delfín de Patricia —de Felipe también— para la dirigencia del partido en diciembre de 2010, el bisoño e ingenuo diputado Roberto Gil Zuarth, fue condenado a llevar una existencia gris y anónima, apoltronado en su curul del Palacio Legislativo de San Lázaro.

Gil Zuarth, quien luego sería rescatado y encumbrado por Calderón, alcanzó a dar un par de manotazos. Se dijo traicionado y develó su fallida negociación con Madero, pero el derecho de pataleo fue lo único que pudo o le dejaron ejercer. Respaldado como estaba por doña Patricia Flores y por el fracasado líder panista Germán Martínez Cázares, el equipo de Margarita Esther maniobró para no otorgarle ni una sola posición en la presidencia del partido, entre ellas la de Patricia y la del chihuahuense Jorge Manzanera Quintana, clave en la operación electoral y política de Calderón.

Dejar a este último fuera del CEN fue palabra mayor: llegado Calderón a Los Pinos, por ejemplo, Manzanera diseñó —por órdenes de Juan Camilo Mouriño— la estrategia única para colocar a panistas sumisos al calderonismo en las delegaciones federales.

Enemigo de la prensa, en 1996 fue uno de los panistas que convenció a Calderón para entrar a la disputa por la dirigencia nacional del partido. Como pago a sus servicios, fue nombrado secretario de Elecciones. Y en 2007, cuando Calderón aplastó a Manuel Espino Barrientos e impuso en la dirigencia a su amigo e incondicional Germán Martínez, Manzanera Quintana se erigió como operador político a través de la Secretaría General Adjunta.

La presencia de Manzanera fue una preocupación permanente para el PAN, pero su cercanía con Calderón lo mantuvo donde fue útil. Lo llaman el mapache panista. Nunca contaron las denuncias públicas sobre su intervención en procesos internos a través de amenazas, división, uso de recursos inexplicables, oferta de cargos públicos, espionaje y despido de funcionarios locales contrarios al calderonismo. Por eso, dejarlo fuera del CEN en 2010 mostró en forma tangible la influencia y el poder de la callada Primera Dama.

Sin mayores aspavientos —aunque con apoyo de El Yunque— y con el aniquilamiento de Patricia Flores Elizondo, Manzanera, Josefina Vázquez Mota y Germán Martínez, Margarita Esther se encargó de desaparecer a esa corriente que, en los hechos, tomó forma y se consolidó el 30 de mayo de 2004, cuando Calderón, enojado por un regaño de Fox, renunció a la Secretaría de Energía e inició su lucha por la candidatura presidencial.

Más tarde, en enero de 2011, Felipe se recompondría y, con una serie de nombramientos y enroques en el gabinete, mostraría que políticamente está vivo: rescató a Gil Zuarth, lo nombró su secretario particular, y al cuestionado secretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Francisco Molinar Horcasitas, lo renunció de un día para otro y lo impuso como secretario técnico de la Comisión Política panista, donde también fue integrado Gil.

Oculta su verdadera relación con las líneas de mando presidencial y aparentemente puestas de lado sus ambiciones políticas, descifrar a Margarita Esther es una tarea compleja. Los retratos más cercanos a ella son los que se han hecho en los medios de comunicación o en los pasillos de Los Pinos cuando afirman que su primera prioridad fue alejar de su marido, si eso se puede, a Patricia Flores, luego humillarla en las elecciones panistas y empezar a maniobrar su futuro político. Pero en la mayoría de los casos es tanta la información que se aleja de la figura verdadera y existe poca oportunidad para conocerla.

Es hija de una abogada potosina, Mercedes Gómez del Campo Martínez, activista católica aguerrida. El mismo Felipe dio, a fines de enero de 2006, las claves para analizar una parte escondida de la personalidad de los Gómez del Campo y ofreció algunos rasgos que identifican a Margarita.

Fue en un encuentro formal con empresarios de San Luis Potosí el 21 de enero de 2006. Orgulloso, el entonces candidato presidencial dio a conocer que su suegra había sido perseguida por el cacique local, el general callista Gonzalo Natividad Santos Rivera —más conocido como Gonzalo N. Santos o el Alazán Tostado, uno de los mayores símbolos de la corrupción priista—, y que, además, es sobrina segunda del extinto doctor Salvador Nava Martínez, el incansable líder potosino.

Preso político en dos ocasiones, en 1961 y en 1963, Nava Martínez, priista él mismo, inició en 1958 una fervorosa lucha política, cívica y social contra el PRI y contra Santos. Con algunos intervalos, su movimiento opositor o movimiento navista se extendería hasta su muerte, en mayo de 1992.

El periodista Fernando Ortega Pizarro lo recordó en una crónica que escribió un año después de aquella aparición del candidato presidencial panista con empresarios potosinos: “Durante su campaña Felipe mostró algunos detalles de su vida familiar, de manera espontánea. Habló, por ejemplo, de su mamá doña Carmen Hinojosa —tiene 83 años y recibe una pensión insignificante—, y de su esposa, Margarita Zavala. […] Margarita lo acompañó en varios eventos públicos. Su sonrisa franca hace familiar cualquier ambiente. Pero a veces se le escapaba un gesto serio y severo, y se le notaba mando con los colaboradores de la campaña.

”Poco afecta a la prensa, a la que elude si puede, Margarita Esther comentó al reportero: ‘Nos quisimos mucho con los Nava porque eran doctores de la familia. Cuando a los 16 años de edad decidí entrar al PAN, visité a mi tío Chavo Nava en la Presidencia Municipal de San Luis Potosí para avisarle que ya estaba en un partido político. Recuerdo con mucho cariño cómo me recibió y me habló de la lucha por la democracia’.

”Nava fue dos veces presidente municipal de San Luis Potosí y en 1991 fue postulado por la coalición demócrata potosina con los partidos PAN, PDM y PRD como su candidato a la gubernatura del estado. Como consecuencia de un fraude que le dio el triunfo al priista Fausto Zapata Loredo, el movimiento navista inició diversas acciones de resistencia civil que incluyó una marcha a la Ciudad de México. Zapata Loredo sólo duró en el cargo 14 días.

”’Por supuesto —dijo Margarita—, lo acompañé en su campaña y en el 91, en la caminata. Le tengo cariño en términos políticos y familiares’. Margarita pasaba los veranos con su mamá y sus primos en San Luis Potosí. ‘Eso me hizo amar más a la entidad. En todas las campañas locales he estado presente. Estas calles, que recorrí con mi abuela y mi madre, las camino con una gran nostalgia y emoción’.”

Como lo hizo más tarde su hija Margarita Esther, doña Mercedes estudió en la Escuela Libre de Derecho, y es la única mujer de su familia, en tres generaciones, que obtuvo un título universitario.

Ya bien asentada en la Ciudad de México, Mercedes se hizo militante del PAN y fue consejera nacional en la presidencia que encabezó Adolfo Christlieb Ibarrola. En esa misma época, la de los años 60, conoció a Luis Calderón Vega, padre de Felipe de Jesús y cofundador del PAN con Manuel Gómez Morín. También hay elementos para advertir que no todo fue fácil y que la familia terminó viviendo por épocas en los municipios mexiquenses de Ayapango y Amecameca.

Mercedes se casó con otro abogado panista: Diego Heriberto Zavala Pérez, quien con los años se convertiría en magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. Y en 1991 fue compañera de bancada de Felipe de Jesús en la Cámara de Diputados en San Lázaro.

Como Margarita Esther, Mercedes era una mujer de bajo perfil. Ser consejera nacional panista, diputada federal y compañera de bancada de su yerno no le sirvió para ser incluida —ni siquiera una mención mínima— en el libro de 364 páginas Quiénes son el PAN, de Animadab Rafael Pérez Franco, que en noviembre de 2007 editó y lanzó al mercado la fundación panista Rafael Preciado Hernández.

Las revelaciones del candidato Calderón ante empresarios de San Luis Potosí se perdieron en el tiempo como se olvidaron, también, la crónica y las confidencias que Margarita Esther hizo a Ortega Pizarro.

DUDAS ETERNAS

El poder de Margarita Esther es indiscutible y su carrera propia no se puede negar, pero es imposible desligar de Felipe de Jesús su despegue definitivo porque en aquel 2003, por ejemplo, fue una de las grandes privilegiadas por la dirigencia nacional panista. La colocaron en el primer lugar de la cuarta circunscripción en las listas de representación proporcional para llegar a la Cámara de Diputados. En otras palabras, pasara lo que pasara, sería legisladora.

Su nombre sorprendió porque apareció junto a los de Francisco Barrio Terrazas, Juan de Dios Castro Lozano, Germán Martínez Cázares y Tatiana Clouthier Carrillo; arriba de otros como los de Juan Francisco Molinar Horcasitas, José Antonio de la Vega Asmitia y Ramón Galindo Noriega, quienes también estaban amarrados para llegar al Palacio Legislativo de San Lázaro.

El tema de los méritos políticos es otra cuestión. Margarita Esther nunca se vio en la necesidad de hacer ni participar en una campaña para disputar el voto popular. Se le asignó una curul en el Congreso por la vía de la representación proporcional o una diputación de partido, que parece lo mismo pero no es igual.

El compromiso de los diputados de representación proporcional es exclusivamente con el partido respectivo. Ninguno se debe al electorado, éste vota por 300 legisladores y nada más. Los restantes 200 son un tema aparte.

El Congreso tiene sus encantos y, visto a la distancia, el desliz de Margarita Esther —la secrecía de sus bienes— da la impresión de ser uno más en la LIX Legislatura: legalmente, como servidores públicos, los diputados están obligados a presentar su declaración patrimonial al iniciar la legislatura y al concluir ésta. Sin embargo, al mes de agosto de 2006, de los 500 diputados salientes 113 no habían entregado la correspondiente información al cierre de su ejercicio; otros lo hicieron, pero pidieron que la información fuera un secreto de Estado. Ni siquiera había declarado sus bienes el priista Salvador Sánchez Vázquez, presidente de la Comisión de Vigilancia de la ASF. Sólo ellos saben qué quisieron ocultar.

Ese camino siguieron los dos ex presidentes de la Comisión de Presupuesto, los priistas Ángel Buendía Tirado y Ángel Aguirre Rivero, además de personajes como Alfonso Ramírez Cuéllar, el líder del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM), Agustín Rodríguez Fuentes —ambos del PRD—, y el panista Jorge Triana Tena, quien terminaría convirtiéndose en coordinador de la bancada panista en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

Por eso nadie quiso prestar atención al secreto de Margarita ni hacerla víctima de comidillas que devorarían su reputación.

En la lista de quienes no presentaron declaración se encontraban los ex presidentes de las comisiones de Seguridad Social, Miguel Alonso Raya; de Reglamento y Prácticas Parlamentarias, Iván García Solís; especial para agresiones a periodistas, Beatriz Mojica Morga, los tres del PRD; de la especial para dar seguimiento a los permisos otorgados por Santiago Creel Miranda —como secretario de Gobernación del foxismo— para operar casinos, Héctor Gutiérrez de la Garza, y de la comisión de Seguridad, Jorge Uscanga Escobar. Estos dos últimos del PRI.

Tampoco cumplió con informar el monto de sus bienes el priista veracruzano Mario Alberto Rafael Zepahua Valencia, quien se incorporó como diputado ya iniciada la LIX Legislatura debido a que permaneció secuestrado —versión oficial con la que no todos estuvieron de acuerdo—, ni lo hizo su paisana, la panista-priista Regina Vázquez Saút.

Regina, entonces de 22 años de edad, es hija del ganadero priísta Cirilo Vázquez Lagunes, apresado en 2006 por la supuesta autoría de cuatro ejecuciones: las de Mario Sánchez, Andrés Domínguez, Ciro Lagunes y Rogelio Sánchez, en 1982.

Vázquez Lagunes era uno de los hombres más poderosos, violentos y ambiciosos de Veracruz y de estados vecinos, como Tabasco. Era más temido y conocido por su mote de El cacique del sur. Con la protección de gobernadores priistas, Cirilo había amasado una considerable fortuna. Fue asesinado en noviembre de 2006.

Hoy todavía algunos integrantes de aquella legislatura recuerdan el abrazo de Margarita Esther y Regina Vázquez —en el salón de plenos de San Lázaro en una sesión de diciembre de 2003—, cuando esta última votó contra el aumento al impuesto al valor agregado (IVA) y amenazó con volver a emitir un voto en contra si la propuesta se presentaba otra vez.

El futbolista Roberto Ruiz Esparza, quien llegó a esa legislatura vía el PAN y luego se declaró independiente, fue otro de los incumplidos. Pero en la lista de diputados que de septiembre de 2003 al 30 de agosto de 2006 eludieron presentar el monto de sus bienes resaltó también el dirigente de la Confederación Nacional Campesina (CNC) en Oaxaca, Elpidio Concha Arellano, a quien se responsabiliza de encabezar los operativos de choque contra la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Francisco Cuauhtémoc Frías, el priista integrante de la Sección Instructora que decretó el desafuero de López Obrador en 2005, tampoco presentó su declaración de bienes.

Aquel septiembre de 2003 algunos políticos vieron a Margarita Esther como un tema menor porque no se podía juzgar mal a una legisladora por el simple hecho de ocultar sus bienes materiales al escrutinio público.

La realidad era diferente: hacer públicos esos bienes los metería en un brete porque obligaría a los 500 legisladores a seguir el ejemplo. Por otro lado, se conocería la situación financiera real de la familia Calderón Zavala. Una indiscreción habría enfrentado a los diputados con el recién nombrado secretario de Energía del foxismo, un hombre que conoce parte de los oscuros secretos que guardan los pasillos del Congreso de la Unión.

Años después, y con esos misterios en la bolsa, Calderón llegó relativamente bien armado a la contienda electoral de 2006. Entonces, la decisión que Margarita tomó respecto de la transparencia de sus bienes, se convirtió en una preocupación del equipo de campaña.

Sin embargo, ni sus ayudantes ni el propio Calderón pudieron imaginarse que el verdadero golpe, ése que estuvo a punto de esfumar el sueño llamado Los Pinos, saldría de las entrañas de la familia de Margarita Esther, concretamente de su hermano Diego Hildebrando Zavala Gómez del Campo.


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